Algo huele a podrido en Hollywood

Los primeros instantes nos transportan al mismo firmamento, cartografiado. Las constelaciones en azul de medianoche, remotas, evocadoras, mitológicas. Y, de pronto, como si hubiésemos dejado de soñar de repente, la brillante luz de Los Angeles. Si por un momento creemos regresar de nuevo al universo, pues Agatha Weiss dice proceder de Júpiter, el director nos agarra con ambas manos del jersey y nos arroja otra vez a las calles de Los Angeles. Algo nos dice que no volveremos a ver el firmamento en mucho tiempo.

Pronto comprenderemos que las verdaderas estrellas pertenecen al cielo. Aquí, en la Tierra, las estrellas son una baldosa con inscripciones en el suelo del bulevar; una entrevista en televisión que nadie recordará; un anuncio de televisión. Una serpiente tentada únicamente por billetes manoseados.

En mis cuadernos de la escuela

En mi escritorio y en los árboles

En las arenas de la nieve

Escribo tu nombre…

Map to the Stars (2014) de David Cronenberg alcanza las estrellas, las de verdad, transitando, irónicamente, entre la cochambre de Hollywood. Y lo hace, nada más y nada menos, enlazando dos géneros aparentemente antagónicos: la crónica y la tragedia.

Cronenberg no deja títere con cabeza. Pero, ojo, no se trata en absoluto de una declaración de intenciones o de guerra, sino de dar testimonio, dejar constancia de la carne y el hueso que se esconde tras la pantalla. Cronenberg da nombres y unas cuantas hostias. No sólo al mundillo cinematográfico, sino también a su periferia que, como éste, se nutre del sensacionalismo y la apariencia. Halle Berry, Oprah Winfrey, Lance Amstrong o Carrie Fisher, quien aparece en el filme as Herself, son algunos de los nombrados. Bofetada al canto también para las prácticas espirituales que de un tiempo acá parecen haberse extendido por Hollywood como la peste: la iglesia de la cienciología como método efectivo para lanzar una carrera, o decenas de barbitúricos ingeridos con té yogui y digeridos en una sesión de yoga, que poco puede hacer para contener la rabia del fracaso.

Maps to the Stars

En Map to the Stars Cronenberg señala las falsedades con el dedo, derribando la fachada de Hollywood, ese sueño prefabricado, que se ha forjado entre la verdad y el público.

Lo excepcional del largometraje es que la crónica de la actualidad no (de)cae en lo banal o en un completo desperdicio, sino que la hace pasear al lado de una tragedia griega, género que algunos consideran obsoleto, porque jamás han vivido -ni pensando- lo suficiente.

En las páginas que he leído

En todas las páginas blancas

Piedra, sangre, papel o ceniza

Escribo tu nombre

David Cronenberg y Bruce Wagner, quien firma el guión, nos abren los ojos de par en par: Hollywood quiere dinero, como las hienas de la sabana, carroña. No importa cómo. Si hay que mancillar el buen nombre de tu madre ya fallecida, se hace. Si hay que explotar a tu hijo de nueve años, empujándolo al pozo de la televisión, con horarios de rodaje inhumanos, únicamente soportables a base de picos de azúcar en formato de bebida refrescante extragrande, lo mismo. Dinero y popularidad, que de hecho es lo que (a)trae el dinero.

«No puedo creer que acabe de gastarme 18.000 dólares«, exclama la actriz Havana Segrand, al salir de una boutique. Mas en sus palabras no hay atisbo de reprobación hacia lo que ha hecho, sino exhibicionismo, o la soberbia de una paleta. Es Havana también la que reprocha a su asistente que no trabaja tanto como ella misma, ¡14 horas al día! Lo cierto es que no la vemos trabajar un solo segundo en todo el filme. Su día a día parece transcurrir entre masajes, visitas al baño a causa de su estreñimiento, compras, terapias cuestionables y la persecución sin tregua por conseguir un papel, hecho que ocupa su mente en todo momento, hasta cuando echa un polvo.

Escenas tan grotescas con un humor a lo South Park,

irreverente,

incisivo,

tan políticamente incorrecto como la cruda realidad.

Hollywood rebosa una falsedad imposible de ignorar desde dentro, que se muestra, sin ningún tipo de pudor, tal y como es a sus vasallos. Cronenberg nos abre las puertas a este inframundo y lo hace prestando especial atención en los cuerpos. Poco queda de las figuras esculturales, musculosas, perfectas, trabajadas durante horas en los gimnasios. Aquí, los cuerpos de las estrellas son decadentes, ya sea por el paso del tiempo, por su propia putrefacción o por su insignificancia, aun camuflada con un porte altivo, incapaz de engañar siquiera a un ciego.

Hace falta ser un pedazo de pan para que la inmundicia te resbale. Hace falta tener la piel de esparto. Hace falta ser un hijoputa para bebértela a gusto.

Las cicatrices, sin embargo, traslucen siempre una verdad.

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Aquello más superficial,

lo más ruin

es lo que engendra la tragedia.

Algo corrompido desde sus inicios.

Los niños hacen lo que sus padres.

Y, si no es demasiado tarde,

escriben tu nombre,

Libertad.

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