Charly Wegelius, “Gregario” (Contra, 2016)

91-pKAN7luLLo primero que abruma al tomar contacto inicial con este libro es su portada: el rostro anciano de un tipo de poco más de treinta años, donde podemos testar cada uno de los desengaños vividos a lo largo de su carrera ciclista. Pero, sobre todo, las cicatrices de un sufrimiento constante por ofrecer todo su ser y energías a su correspondiente líder de equipo.

El joven-anciano de la cubierta no es otro que Charly Wegelius, uno de los casos más representativos de lo que significa ser gregario dentro del pelotón internacional. Muchos se habrán quedado con Perico Delgado trabajando para Miguel Induráin; o en Laurent Fignon, sufriendo la falta de voluntad de su líder, Gianni Bugno. Pero la verdadera realidad del gregario no es la de la estrella en el ocaso de su trayectoria, sino la del chaval ilusionado que un día se da cuenta que nunca podrá cumplir sus sueños de ganar clásicas o carreras de tres semanas. Tal batacazo emocional de saber que no podrás soportar la presión de tener que vencer es lo que vivió Wegelius en sus carnes, y que, con la ayuda de su amigo, el también ex cliclista Tom Southam, ha plasmado en toda su crudeza entre las páginas de este tesoro narrativo, que no hace más que confirmar la afinidad entre la épica ciclista y la narrativa en modo biográfico. Aunque en el caso de Wegelius no hay más épica que su manera de sobreponerse a cada uno de los obstáculos que van saliendo a su paso a lo largo de los años.

Ya en el mismo prólogo, Southam se pregunta: ¿Cómo lo hiciste? Cuestión a la que dan respuesta las páginas que hilan los capítulos de un testimonio vital para entender hasta dónde alcanza la vida de un ciclista profesional, su soledad, cómo es la interacción humana dentro de un grupo ciclista de élite.

De su inesperado fichaje por el gran Mapei a sus años de reconocimiento en el Liquigas, los recuerdos de Wegelius se erigen en radiografía en la sombra de lo que es la vida dentro de un pelotón, ya sea tirando de su líder en la montaña como sobreviviendo en la cola del mismo. Wegelius relata dichas vivencias a través de cierta ilusión desencantada del que se sabe con condiciones de optar a algo más, pero ha sacrificado su carrera debido a una revelación que lo carcome por dentro. Bajo semejante losa, perviviendo en su subconsciente, cada golpe de pedal de Wegelius destila empatía a borbotones. Al fin y al cabo, tal como queda claro, no estamos ante una figura de ego desmedido, ni siquiera ante alguien especial, sino ante un tipo normal que ha alimentado una ilusión desde niño que, con el paso del tiempo, va tornando en pesadilla. Porque tal como él mismo confiesa: “Ser ciclista no es ningún puto cuento de hadas”.

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Ya sea por medio del humillante comportamiento de la UCI en temas anti doping o en cómo fue tachado de traidor por su propio país, después del campeonato del Mundo en ruta de 2005, Wegelius describe con sencillez pasmosa los demonios que bullían en su quijotera , y que plasman los confines del sufrimiento humano con detallismo turbador, precisamente por la cercanía esgrimida. Puro striptease emocional expuesto bajo un hilo de voz reconocible en cada uno de los sentimientos, que escapan del cascarón de la complejidad. Y que, en base a una fluidez narrativa, prácticamente, coloquial, traspasa la barrera genérica del ciclismo, para erigirse en un documento sobre cómo adaptarse, y sobrevivir, en el estómago del desengaño.

 De verdad que pocas veces la primera persona ha tenido tanto sentido como en estas memorias, una tragicomedia costumbrista sobre una profesión de la que, antes de su lectura, reconozcámoslo, no sabíamos ni la cuarta parte. Ni eso… Una nueva muestra de editorial Contra para cazar las historias más verdaderas -con toda la unicidad que tal objetivo conlleva hoy en día- del mundo del deporte. Para un servidor, junto a “Pistol. La increíble historia de Pete Maravich” (Contra, 2016), la obra de trasfondo deportivo que más me ha estremecido.

Como para comprarlo dos veces: la primera copia, para leer; y la segunda, para enmarcar.

Por cierto, aquí abajo, una pequeña muestra de la vida de Wegelius después de lo relatado en su libro: