Clonación. Apuntes de 2001 (II): Fish face

Empecé este trabajo pensando que la clonación en seres humanos era algo reservado a un futuro próximo, pero futuro de todos modos. Mi preocupación por esta materia comienza con el anuncio del nacimiento de la oveja Dolly en 1997. Todavía no he llegado a comprender por qué este tema provoca en mí tanto interés, como tampoco entiendo por qué es Vincent Van Gogh mi pintor preferido. En enero de 1998, tras salir publicado la determinación del doctor Richard Seed de clonar seres humanos, escribo un relato titulado Fish face, en el que intento expresar mi repulsa por lo que la ciencia puede llegar a hacer. Aquí lo tienen.

Fish face

– Buenos días doctor.

– Buenos días, señorita Hernández. ¿Cómo está usted?

– Muy bien, gracias.

El doctor Moret se reclina en su asiento, cruza las manos y mirando fijamente a su paciente le pregunta:

– ¿Y bien?

La chica, un tanto nerviosa, retira un mechón de su cabello que le cubría parcialmente la cara y empieza su discurso:

– Verá doctor. Yo tenía un novio hace unos meses, seis meses, para ser exactos. Nos conocimos en una discoteca, pero desde el principio supe que él era algo especial. Fue un día que yo estaba un poco deprimida, los exámenes de la universidad no me habían ido muy bien y me habían echado del trabajo el día anterior. También se había muerto mi anciano periquito que tenía veinte años y le faltaba una pierna, y el pobre no podía balancearse en su columpio, pero eso no tiene importancia.»

«El hecho es que yo estaba deprimida, sobre todo por lo del trabajo. Esa noche no quería salir, pero mis amigas me llamaron y al final me convencieron. Yo, la verdad, iba hecha un trapo, con unos pantalones negros y una camisa azul que por cierto, no me queda nada bien. Salí porque me lo pidieron mis amigas, por nada más. Tenía pensado irme pronto a casa. Fue a eso de las tres de la madrugada cuando lo conocí, recuerdo perfectamente la hora. Sí, eran las tres y diecisiete de la madrugada. Lo sé porque miré el reloj. El día, ¿le he dicho qué día fue? ¿No? Era un trece de junio del pasado año.»

«Se me presentó él. Yo nunca podría presentarme a un chico. Me dijo su nombre, se llama José Luis. Y vaya, yo me enamoré de él a primera vista. Su pelo rubio y sus ojos verdes. Doctor, nunca he visto a un hombre con unos ojos tan bonitos y tan grandes. Lo único que no me gustaba de él es que era un fumador empedernido. Fumaba todo el tiempo, y por si fuera poco fumaba tabaco negro, algo repugnante, créame.»

«Pues bien, para ser breve, yo me enamoré de él, como ya le he dicho. Y después de darle los mejores meses de mi vida, me dejó. A mí.»

«Mire, no quiero que piense mal de mí, que soy una especie de psicópata, que no puede asumir que su novio la ha dejado, o algo por el estilo. Yo sé que él me quiere todavía, lo que pasa es que le da miedo el amor. Por eso se ha liado con aquella zorra, perdone mi vocabulario. Se ha liado con una que estudia historia, en la universidad. Yo sé que a ella no la quiere. He hablado con él y lo niega todo. Me dijo que había dejado de quererme, que ya no podría quererme nunca más, y que si volvía a molestarle soltaría a los perros.»

«Eso es todo, doctor.»

– ¿Y bien?

– Bueno, he oído que usted hace clonaciones. Y me preguntaba si…

– Supongo que habrá traído consigo algún tipo de tejido de la víctima, quiero decir, de su novio.

– No, yo no quiero un clon de José Luis, quiero uno de esa zorra. ¿Sabe usted? La quiero matar.

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