Coco – El recuerdo de los seres queridos

coco-155051069-largeSi de algo se ha caracterizado Pixar casi desde sus inicios, es de crear películas que bajo una fachada de banalidad se encierran historias que nos han explicado grandes dilemas de la vida, valga como referencia la secuencia inicial de Up (Up, 2009) donde nos mostraban la llegada a la vejez y la pérdida del ser querido o Del Revés (Inside Out, 2015) tratando los cambios de la adolescencia. Por banalidad, evidentemente, nos referimos a que son películas de animación y todavía a día de hoy, aunque por suerte cada vez menos, son muchos los que todavía tienen el prejuicio de asimilar película de animación con película para niños. Efectivamente, las películas de Pixar funcionan con el público infantil, pero el público adulto no debería perdérselo tampoco.

Sin duda, la aparición y el auge de Pixar es una de las mejores noticias que hemos tenido en el mundo cinematográfico en las últimas décadas, y otra prueba de ello podría ser Coco (Coco, 2017), dirigida por Lee Unkrich y Adrián Molina. Hasta podríamos llegar a pensar que la llegada de esta película, que tan bien representa la cultura mexicana y en especial la adoración a la santa muerte, podría ser casi hasta casi una provocación en plena política de Trump empeñado en levantar un muro, y cuanto más grande y bonito mejor. Nada que ver, o eso creo, ya que las películas de Pixar generalmente tienen una planificación de años y en este caso lo que tratamos es la muerte, el paso a “la otra vida”… de haberla, que eso ya queda a criterio de cada uno.

En la película que nos ocupa sí hay otra vida y otro mundo, y en el que el mayor temor es el olvido. Altares repletos de fotos de seres queridos, la forma en la que los mexicanos recuerdan a sus fallecidos y que Pixar refuerza con ese nexo que conecta vivos con fallecidos. Mientras el muerto tenga una foto en un altar, podrá regresar por un día al mundo de los vivos, de lo contrario se irá desvaneciendo poco a poco.

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El guía conductor de la historia es el pequeño Miguel, perteneciente a una familia en la que está prohibida la música debido a que el bisabuelo de Miguel les abandonó por hacer carrera como mariachi. Sin embargo, la pasión del niño le llevará a construirse una guitarra artesanal con la que dar rienda suelta a su talento. Su ídolo es Ernesto de la Cruz, realmente el de él y el de medio país, legendario mariachi que murió al caerle encima una enorme campana.

La búsqueda de sus antepasados, su recuerdo y el olvidar y el saber perdonar son las bases de la última, hasta el momento, película de Pixar. Sobre todo el cariño y el respeto a nuestros familiares, no en vano el título, Coco, hace referencia a la abuela de Miguel que está ya en la recta final de su vida. Quizá no llegue a los niveles de otra de sus producciones, pero la empresa no era nada sencilla. Sin embargo, le ha dado de sobra para volver a ganar el Oscar al mejor largometraje de animación y, ya de paso, el de mejor canción por Recuérdame, para que le sangre la nariz un poco a Trump.