Destellos efímeros (X)

Christopher Katongo

Christopher Katongo es el protagonista de la historia más emotiva de este artículo. Héroe de la selección de Zambia, de nivel medio en el continente africano, Christopher ha jugado durante años en Europa sin llegar nunca a destacar al más alto nivel. Incluso en su selección sus números no son especialmente espectaculares para un delantero (68 partidos, 16 goles). Sin embargo, en el año 2012 conquistó al mundo con la hazaña que protagonizó junto a sus compañeros.

Primero tenemos que viajar en el tiempo hasta el año 1993, en el momento en que la selección de Zambia regresa de un partido frente a Islas Mauricio perteneciente a la clasificación para el mundial 94. La base de esa selección la formaban jugadores que habían participado en las olimpiadas de Seúl, dejando una grata impresión e incluyendo una sorprendente victoria por cuatro a cero frente a Italia. Durante aquel viaje, uno de los motores del avión se incendia y precipita su caída frente a las costas de Gabón produciendo la muerte de todos sus ocupantes. De la tragedia únicamente se libran tres jugadores que tenían ficha en equipos europeos y por tanto habían tomado otro avión. Se trataba de la estrella Kalusha Bwalya, su hermano Johnson y Musonda. Zambia perdía así a la mejor generación de futbolistas de su historia.

19 años más tarde la Copa De África 2012 se disputaba en Guinea Ecuatorial y Gabón. Hasta la fase final había llegado Zambia, comandados por un Christopher Katongo que ya peinaba canas y cuya cuesta abajo futbolística parecía más que evidente. Sin embargo, Katongo se destapó en aquel campeonato como un delantero asociativo que daba sentido a todo el ataque zambiano, y acompañado por el empuje de los más jóvenes consiguió clasificarse para los cuartos de final donde esperaba la débil Sudán, sin duda un regalo de navidad. Se deshicieron con facilidad del conjunto sudanés, pero en semifinales esperaba uno de los cocos de la competición: Ghana. El partido fue una auténtica prueba de resistencia para los zambianos, con Mweene mostrándose como el mejor portero de aquella competición y Katongo dando gotas contadas de magia. Mayuka, que fue uno de los mejores del campeonato, puso el 1-0 definitivo en el minuto 78 y Zambia conseguía llegar a la final, que iba a disputarse en terreno gabonés, a pocos kilómetros de donde se había producido la tragedia de 1993.

Antes de la final todos los jugadores, el cuerpo técnico y el superviviente Kalusha Bwalya, se acercaron a la playa para dejar una ofrenda floral en memoria de los fallecidos, y allí se conjuraron para conseguir levantar el trofeo en su honor. La empresa no era nada fácil, en la final esperaba Costa de Marfil, sin duda el equipo con mayor potencial del continente, pese a que su juego y resultados nunca hayan sido los esperados. De nuevo Zambia tuvo que resistir durante todo el partido las acometidas de Drogba, Gervinho, Yaya Touré y compañía. Sin embargo, Zambia también dio varios sustos a lo largo del partido y Katongo se gustó dejando, de nuevo, muestras de su calidad técnica. Ni en los 90 minutos iniciales, ni en los 30 de la prórroga el marcador se movió, así que llegó el turno de los penaltis. Los siete primeros penaltis de cada selección fueron transformados y llegó el turno de Kolo Touré para Costa de Marfil, tras una larga discusión en la que nadie parecía querer coger la responsabilidad. Kolo cogió una carrerilla desproporcionada, signo evidente de nerviosismo, y telegrafió el penalti de forma que Mweene pudo adelantarse y detenerlo. Era el momento del joven Kalaba, acompañado por los cánticos de sus compañeros arrodillados en el centro del campo y en el banquillo. Anotar el penalti suponía ganar el campeonato, pero la responsabilidad le pudo y mandó el balón a las nubes, dando la sensación que aquella era la gran oportunidad perdida y se repetiría, una vez más, la trágica historia del equipo pequeño que pierde ante el grande. Pero el marfileño Gervinho, que se había escondido hasta entonces negándose a lanzar, no estaba de acuerdo y lanzó su penalti como si de una conversión de rugby se tratase. De nuevo llegaba la gran oportunidad y en esta ocasión era Sunzu quien tenía la responsabilidad de marcar y darle a Zambia su primer título continental. Sunzu engañó al portero y no falló, sorprendentemente Zambia se convertía en campeón de África.

Christopher Katongo fue nombrado, con toda justicia, mejor jugador del torneo. Dejando así una impronta que perdurará para siempre, pese a que Christopher ni antes ni después ha mostrado un nivel similar al de aquel campeonato del 2012.