Destellos efímeros (XIV)

Romerito

Que Johan Cruyff ha sido uno de los entrenadores más influyentes de la historia es una obviedad. Igual que también lo es decir que, pese a quien le pese, durante su trayectoria como entrenador del F.C. Barcelona protagonizó múltiples momentos  con alineaciones extrañas, por decirlo así, y fichajes sorprendente. Algunos los tildarían de genialidades, pero fichajes como el de Arpón o Escaich solo podían calificarse como auténticos fiascos. Era particularmente conocida su querencia por experimentar en sus visitas al Bernabéu, aunque el periodista José María García era más explícito señalando que “se caga cada vez que juega en el Bernabéu”.

Quizá la historia más rocambolesca la protagonizó con el fichaje de Julio César Romero, conocido futbolísticamente como Romerito. Lo primero es aclarar que es injusto decir que Romerito solo tuvo su brillo al fichar por el Barcelona, porque estamos frente a alguien que fue nombrado mejor jugador de la historia del Fluminense. Sin embargo, tengamos en cuenta que en 1988 (año del fichaje) la gente no disponía del mismo nivel de información del que disfrutamos hoy en día, y todo lo que acontecía en términos deportivos en el continente americano era poco menos que desconocido en Europa. Por eso fue aún mayor la sorpresa cuando se anunció el fichaje del paraguayo en el mercado invernal de la temporada 88-89, y la sorpresa se convirtió en estupor cuando Cruyff lo hizo debutar al día siguiente de su llegada al equipo, ni más ni menos que en un Real Madrid-F.C. Barcelona, sentando al hasta entonces delantero titular Gary Lineker. La actuación de Romerito fue desastrosa, fallando tres goles cantados frente a Buyo. Sin embargo Cruyff seguía erre que erre y esgrimiendo aquello de “solo falla quien lo tira”, dijo que había estado presente en todas las ocasiones del equipo y eso tenía mucho mérito. El partido terminó 0-0 y aquel día el pitorreo del público madridista hacia Romerito fue mayúsculo.

El paraguayo se diluyó como un azucarillo y jamás demostró su valía ni se acercó al nivel que le valió ganar el balón de oro sudamericano de 1985. Romerito sólo duró seis meses en Barcelona, jugando seis partidos y anotando un gol, y en la temporada siguiente fichó por el Puebla de México, favorecido por el recuerdo que había dejado en el mundial 86. Regresó finalmente a su Paraguay natal y colgó las botas en 1996, iniciando así su carrera política en el Partido Colorado de su país.

Un comentario en «Destellos efímeros (XIV)»

  1. Romerito. Ese si que era carismático y no el cara bobo del Messi y la apestosa troupe de metrosexuales que nos intentan vender hoy en día. !Viva Romerito! Y sus torpezas, también.

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