Esbozos acerca de «La genealogía de la moral» de F. Nietzsche (III)

«Por necesidad natural los fuertes tienden a disociarse tanto como los débiles a asociarse»[1].

Los fuertes deben alejarse de los débiles, decía Friedrich Nietzsche, pues los débiles suponen una amenaza. No obstante, se trata de una amenaza oculta, sutil. Un ataque con cuentagotas, lento, silencioso. El fuerte ataca con ira, el enfermo con resentimiento, con voz queda, siempre sigilosamente. Nietzsche hace una distinción entre cuando «se quiere impedir el continuar recibiendo daño [y cuando] se quiere adormecer un dolor torturante, secreto»[2]. Y se trata de una distinción fundamental. La ballena, el mamífero más extraordinario que se puede encontrar en el mar, el de mayor envergadura de este planeta, se ve atentado por las gaviotas que, en sus ansias de vivir, muerden a la ballena y se comen pedazos de su carne. La ballena no puede hacer nada al respecto, ¡y qué dolorosos son esos bocados! La ballena ataca con toda su fuerza, pero se ve incapaz de hacer frente ante a las aves carroñeras. ¿Se consideraría débil a la ballena si decidiese sumergirse en el mar, alejándose de esos parásitos, por tal de eliminar tal sufrimiento?

La ballena, en efecto, debe sumergirse en las profundidades. Es preciso alejarse de los enfermos que, no satisfechos con su debilidad, intentan atentar contra los fuertes para que éstos se vuelvan débiles. El fuerte no lucha contra el débil, simplemente llegado el momento lo vence, lo aleja, le advierte: «¡Largo de aquí!». Pero, de este modo, el fuerte se convierte en un animal nómada, en continuo movimiento. Pues, si se queda quieto, cabe la posibilidad de verse atacado por estos seres despreciables, esos carroñeros,que nunca admitirán su verdadera naturaleza.


[1] Friedrich Nietzsche: La genealogía de la moral, Alianza Editorial, Madrid 1995, página 158

[2] Ibídem, página 148.