Expediente X: el caso del Don Juan mutante

¿Puede un patán seducir a un montón de mujeres? ¿A tan sólo una?

El arte de la seducción es un misterio. No se enseña en las escuelas. ¿Se trata de un don divino? ¿o es fruto de la psicología y la necesidad para satisfacer el propio instinto?

El episodio de la cuarta temporada de la serie Expediente X, «Pequeñeces», aborda el enigma de la seducción llevándolo a su propio terreno: lo insólito, lo morfológico. Añade también un punto de humor. De no ser así, el episodio habría sido, sencillamente, inadmisible.

Pero el humor, como el amor, todo lo puede; siempre que sea, por supuesto, verdadero.

La comedia irrumpe ya desde la primera escena. Una mujer embarazada a punto de parir es llevada apresuradamente en camilla a la sala de partos. Una enfermera le toma los datos. La parturienta contesta buenamente como puede. La enfermera le pregunta por el padre, a lo que la mujer responde:

-¿Sabe usted? Es que no es de por aquí… Es de otro planeta.

Fox Mulder ya está saltando de su escritorio y en camino. En el coche comenta el caso con su eterna y antagónica compañera, Dana Scully. Lo ha leído en una periodicucho de prensa local: en un villorrio de apenas 1.500 habitantes han nacido en los últimos meses varios bebés con una especie apéndice, de rabo simiesco. Lo tronchante de la escena no es lo inusual del caso, sino otra la noticia que aparecen en la portada del diario: en el margen superior derecho observamos un titular que reza: «¡Michael Jackson capturado por mascotas exóticas! La extraña estrella prisionera en su propio zoo», foto incluida.

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Entre lo del padre del otro planeta y lo de Michael Jackson no queda la menor duda: nos encontramos ante un episodio diferente. Otro aspecto poco común es que Mulder y Scully descubren al presunto criminal, al violador, al comienzo de la investigación, apenas en el minuto 9. Edward Van Blundht es un perdedor en toda regla, ya sea en lo profesional como en lo referente a su personalidad y su aspecto físico. Un tipo harto desagradable. Así lo describe la mujer que ha dado a luz a su hijo: «Cuando íbamos al instituto salíamos juntos. Madre mía. Era un fracasado. De ese tipo de hombres que, cuando los recuerdas, te dices: “¿En qué estaría pensando?”. Tenía un montón de manías desagradables, no era nada romántico, no tenía ambición ni futuro…»

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Entonces, ¿cómo pudo Van Blundht lograr acostarse con una chica que lo detestaba tanto? Respuesta: el tipo se hizo pasar por Luke Skywalker, el prota de La guerra de las galaxias. Se podría pensar que la pobre chica sufre alucinaciones después de haber visto la peli casi 400 veces, que sea una especie de Quijota de finales de siglo XX, medio loca por haber visto tantas veces el filme friki por antonomasia. Ahora bien, ¿qué hay de las otras mujeres? ¿También creían que se habían acostado con sus fantasías sexuales? No. El tipo simplemente se hizo pasar por sus respectivos maridos.

– ¿Cómo? 

Debido a una mutación celular, el tipo podía moldear sus músculos a gusto y convertirse literalmente en otro hombre. Y ahora viene lo bueno: no sólo físicamente, sino también en lo personal. De hecho, si Edward Van Blundht, un tipo insulso, desagradable, feo, fofo, fútil, un indeseable a fin de cuentas, hubiese mantenido su personalidad en el momento de la seducción, el ardid no habría funcionado. Ese don nadie, repulsivo por su mediocridad y su aspecto físico, sabía cómo camelar a las mujeres, sabía lo que cada una de ellas deseaba en lo más profundo y él, cómo no, se lo entregaba. Un verdadero Casanova.

– Un violador. 

El argumento de Scully, llevándose las manos en el pecho es demoledor: «En nombre de todas las mujeres del mundo, planteo mis serias dudas de que tuvieran relaciones de común acuerdo».

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Eddie Van Blundht, el Casanova

En efecto, Eddie Van Blundht disponía de sus propios valores morales putrefactos, como todo psicópata y embustero que se precie. Cuando le interrogan sobre las violaciones, él aduce: «Hipotéticamente, si esas mujeres querían tener hijos y sus maridos no eran capaces, si nadie salió herido, hipotéticamente, ¿qué delito se ha cometido?».

¿En serio?

«Nadie se levanta por la mañana y piensa: “Joder, menudo hijo de puta estoy hecho”. Nadie hace eso», decía Martin Freeman sobre su personaje de la primera temporada de la serieFargo. Y llevaba razón.

Ninguna mujer estaba a salvo con semejante tipejo rondando las esquinas. Incluso la agente especial Scully cae en sus redes. Van Blundht se transforma nada menos que en Fox Mulder y a puntito está de seducirla: una visita a su apartamento, una botella de vino tinto, una conversación abierta, íntima… Afortunadamente, Mulder irrumpe en el piso justo en el momento previo al primer beso. Scully, sorprendida, espantada, se aparta del estafador. Y así, como si nada, el tipo recupera su propio rostro que dibuja una mueca de fastidio.

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Edward Van Blundht: Camaleón. Maestro transformista total. Leonardo de la seducción. ¿Acaso este arte no se basa, a fin de cuentas, en el engaño? ¿No se trata acaso del arte de los farsantes? ¿de aquellos que, si no se andan con artimañas y embustes, jamás habrían conseguido a una mujer? ¿aquellos que saben que son, en realidad, tan repulsivos, tan poca cosa que ninguna, ni la más desesperada, se les habría acercado jamás?