Fargo. Una historia real. Capítulo I

Los acontecimientos descritos en esta película ocurrieron en Minnesota en 1987.

A petición de los supervivientes, los nombres han sido cambiados.

Por respeto a los muertos, el resto se ha relatado tal y como ocurrió.

 

Con estas palabras daba comienzo el filme más célebre y popular de los hermanos Coen, Fargo[1].

En 1996 los espectadores que compraron su entrada y se dirigieron a sus butacas no eran conscientes de que iban a presenciar un instante revolucionario en la historia del cine: Joel y Ethan Coen estaban a punto de subvertir los géneros; aún más, hacerlo de tal modo que nadie podría repetir su jugada.

Como tantos otros habían hecho antes, los espectadores creyeron a rajatabla la sentencia «ÉSTA ES UNA HISTORIA REAL» y, por supuesto, no se les pasó por la cabeza el hecho de cuestionarla. ¿Por qué deberían hacerlo? A pesar de que es muy probable que el público, en su gran mayoría, desconociese Filosofía fundamental, obra del filósofo vicense Jaume Balmes, es seguro que estarían de acuerdo con su máxima: «El hombre se inclina a creer al hombre, y lo hace por instinto natural». Una verdad tan sencilla y obvia, pues en ella se cimienta nada más y nada menos que la construcción de nuestras sociedades. Nadie, en su sano juicio, anda cuestionándose la autoridad de todo aquello que se da por cierto y verdadero; simplemente se acepta como tal: «La fe en la autoridad humana nos ofrece otro caso de este instinto admirable. El individuo y la sociedad necesitan esta fe; sin ella, la sociedad y la familia serían imposibles; el mismo individuo estaría condenado al aislamiento, y, por tanto, a la muerte. Sin la fe en la palabra del hombre, el linaje humano desaparecería. […] ¿En que se funda la fe en la autoridad humana? […] ¿Cuál es su causa? El hombre necesita creer al hombre, y le cree». Sin embargo, a Ethan y Joel Coen les gusta jugar y aprovecharon esta fe para hacer de las suyas.

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El largometraje aborda los crímenes cometidos a raíz de un secuestro que sale mal. Jerry Lundegaard, un vendedor de coches con problemas financieros, contrata a dos delincuentes para que secuestren a su esposa, una mujer económicamente bien situada, gracias a los negocios de su padre. El plan es sencillo: los delincuentes pedirán un rescate y Jerry podrá pagar de este modo sus deudas. No obstante, lo que parecía un plan sin fisuras se tuerce nada más empezar; con el resultado de varias muertes, incluida la de la esposa de Lundegaard.

Pese a lo tajante del enunciado del filme: «Por respeto a los muertos, el resto se ha relatado tal y como ocurrió», que indicaba que los sucesos habían sido trasladados a la pantalla exactamente como acaecieron, los Coen no tardaron en matizar sus palabras. No les quedó otra, ya que «el jefe de policía de Brainerd, Frank R Ball, declaró a The New York Times que los asesinatos descritos en la película no ocurrieron en Brainerd»[2]. En abril de 1996 los cineastas revelaron al periódico The Dispatch que la historia era, en gran medida, real. Aunque admitieron que los crímenes no habían tenido lugar en Minnesota, sostuvieron que ocurrieron en otro lugar[3]. El hecho de situar los crímenes allí se debía simplemente a que los hermanos Coen habían nacido y crecido en St. Louis Park, un suburbio de Minneapolis. Conocían bien la zona y al mismo tiempo les resultaba de algún modo exótica, lo que la hacía ideal para el relato de la historia. Cuando un periodista le preguntó a Ethan Coen dónde habían sucedido en realidad los asesinatos, él respondió: «Podría decírselo, pero luego tendría que matarle»[4]. Joel, más proclive a las declaraciones que su hermano, expuso a Time Out que Fargo se había basado en una noticia que conocieron a través de un amigo: «Nos contó el caso y nos atrajo mucho porque, por alguna razón, siempre nos han gustado las historias de secuestros»[5]. Peter Biskind les preguntó a los hermanos Coen si el guión era fiel a los hechos reales. Ethan respondió: «Bastante fiel»[6]. Joel, contestando a una pregunta similar de Playboy: «La historia nos pareció fascinante, pero no nos interesaba incluir los detalles reales»[7].  El quid de la cuestión era que, a pesar de que la historia estaba basada totalmente en un hecho real, los personajes no lo estaban. Joel Coen: «Se ciñe a los hechos que tuvieron lugar, pero nosotros no estábamos allí cuando ocurrieron ni tenemos conocimiento de las conversaciones que mantuvo la gente»[8]. En una entrevista en el programa televisivo de Charlie Rose, comentaron que no les atraía realizar un documental; no estaban interesados en esa clase de fidelidad. De ahí que los personajes fueran invenciones basadas en el resumen de los hechos: «Nos inventamos a los personajes, que son creación nuestra y de los actores que los interpretan»[9], argumentaba Joel Coen, mientras su hermano permanecía con una sonrisa en los labios a punto de estallar y convertirse en una carcajada.

Por otro lado, el hecho de trabajar a partir de un material real les abría un sendero distinto al que solían transitar. En mayo del ’96, Ethan Coen para El País: «Todas nuestras películas son muy de ficción, con un estilo subconsciente y, de una u otra manera, lleno de artificios. Y, simplemente por cambiar, en especial tras nuestro anterior trabajo, El gran salto, nos apetecía abordar una historia real y darle un tratamiento no estilístico, sino más naturalista en su conjunto: en las localizaciones, los escenarios, el movimiento de la cámara y la actuación. Fue un ejercicio interesante. Preferimos no hacer un seguimiento profundo del hecho real, y tratamos de imaginarnos a unos personajes consistentes con la idea general de aquel suceso»[10].

38. Grimsrud en faena
El humor de los hermanos Coen: negro, pero negro.

La noticia en la que basaron su película hablaba de una mujer asesinada en 1986 de una manera atroz: en una trituradora de madera. «Esta sí que es buena», dijeron los hermanos Coen, riendo, al enterarse del suceso[11]. El caso apenas tuvo repercusión mediática en su momento. Ethan Coen se mostraba sorprendido al respecto en una entrevista para el magazine francés Positif: «Cuántas cosas de este país reciben tan poca publicidad. Nosotros conocimos la historia por un amigo que vivía muy cerca de donde la historia se desarrolló, en Minnesota, que es casualmente de donde somos»[12]. No pasó lo mismo diez años después. Pues se montó un considerable revuelo en torno al caso, quizá debido al misterio que sembraron los Coen por no dar a conocer más datos sobre los sucesos reales. Lo cierto es que la gente quería saber más sobre los crímenes. Tanto los agentes del orden público de Brainerd como el periódico The Brainerd Dispatch recibieron numerosas llamadas y cartas, pidiendo más detalles acerca de los asesinatos[13]. Al estrenarse la película, un periódico de Minnesota envió a un reportero para que investigase si la historia era real o no. No encontró nada de nada[14].

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Escribía Ethan Coen en la introducción del guión cinematográfico de Fargo, publicado por Farber and Farber en 1996, que «las historias que no son muy verosímiles a veces resultan ser ciertas y las historias que lo son resultan ser falsas»[15]. Ya desde pequeños los Coen estaban acostumbrados a oír historias; de fuente, poco fiable, aunque no por ello menos fascinantes. La fuente era su abuela, quien había nacido en las planicies heladas de la por aquel entonces llamada Tsaritsin, más tarde Stalingrado y hoy, de momento, Volgogrado. Tras estallar la revolución rusa, la abuela emigró a Nueva York. Allí vivió innumerables aventuras que mucho más tarde, en un lugar muy lejano, relató a sus nietecitos junto a la chimenea. La preferida de los chiquillos era la historia de la mujer negra. Por muchas veces que su abuela la contase, nunca se cansaban de oírla[16]. Así la relata Ethan Coen: «Hablando de historias reales, nuestra abuela nos contó ésta: Ocurrió en Nueva York, hace muchos años. Un día, estando sola en su apartamento, la abuela oyó que alguien llamaba a la puerta. Abrió y allí estaba «una gruesa negra», quien, cansada y sedienta, le pidió un vaso de agua. La abuela la invitó a sentarse en el recibidor y fue a por el agua. Sin embargo, la abuela se paró antes de llegar a la cocina y volvió para preguntar a la mujer si quería hielo. La sorprendió husmeando en su bolso. Cuando la negra sacó el monedero del bolso de la abuela, miró hacia arriba y, durante un instante, las dos mujeres se miraron a los ojos. Entonces la abuela saltó»[17]. Ambas mujeres se enzarzaron en una lucha de esas que hacen historia: «Uno se imagina a la mujer negra, una enorme baptista sureña con un sombrero, gafas de lectura y pechos montañosos. La abuela, una rusa enjuta y pequeña, volando hacia ella como una perra o una osa encabritada»[18]. La pelea se saldó con la derrota de la mujer afroamericana, que huyó escaleras abajo; y eran unas cuantas, doce pisos. La historia encandiló a los pequeños desde el primer momento: ««La abuela y la negra», un tema que debe haber inspirado a grandes artistas a lo largo de las épocas»[19]. Pese a que la historia de la abuela hacía aguas por todas partes, los niños Coen jamás cuestionaron su veracidad. ¿Se trataba de la credulidad infantil? ¿o de la fe en la autoridad humana de Jaume Balmes?

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William H. Macy, el actor que encarna a Jerry Lundegaard, llevaba unas tres semanas en el rodaje de Fargo, cuando les dijo a los hermanos Coen:

-Habladme del caso.

-Es una invención -respondieron ellos.

-Me refiero a la historia en que se basa.

-No se basa en ninguna historia.

-Al principio del guión pone: «Basado en una historia real».

-No lo está.

-No podéis hacer eso.

-¿Por qué no?

-Estáis diciendo algo que no es verdad.

-Como en toda película. Hemos inventado la historia, es una película[20].

4. Jerry Lundegaard
William H. Macy no daba crédito.

El gran público tardó algo más en enterarse. Una investigación realizada por el diario New York Post constató que la historia era, en realidad, falsa e hizo confesar a los Coen[21]. Según Joel, con excepción de la historia del cliente furioso en el concesionario, «casi todo lo que ocurre en la película es inventado»[22]. De hecho, Ethan le contó a un viejo amigo, William Preston Robertson, que «había más elementos verdaderos en El gran Lebowski que en Fargo»[23]. Más de uno se debió quedar patidifuso cuando se desveló el percal. Algo absolutamente razonable, pues ¿quién podría haber imaginado que los Coen estaban mintiéndonos? Nadie antes lo había hecho. Nadie había dirigido una película, aseverando que estaba basada en hechos auténticos, cuando era falsa. Es más, nadie había tenido la osadía de hacer constar en los créditos finales lo siguiente: «Las personas y sucesos representados en esta película son ficticios. No se pretende ni debe inferirse cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas».

Frances McDormand: «Estaba calculado. Si le dices al público que es verdad, ¿estará dispuesto a creérselo durante más tiempo? Yo creo que pensaron: «A ver si podemos hacerlo y quedarnos tan frescos«»[24].

Macy explica en el documental La amable Minnesota que, cuando salió la película, The Post publicó un artículo genial que decía: «»Hemos descubierto que no está basada en hechos reales». Joel y Ethan respondieron, diciendo: «Estamos investigando cómo ha podido ocurrir. Vamos a hacer cambios en el personal. Queremos asegurar al público que puede seguir contando con nosotros en el futuro. Tomaremos medidas para asegurar que no vuelva a suceder»[25].

 

 

 


[1] Junto a El gran Lebowski.

[2] Datos de interés en Fargo (DVD).

[3] O’Rourke, Mike: Reaction to ‘Fargo’ nomination.

[4] Datos de interés en Fargo (DVD).

[5] Ibídem.

[6] Ibídem.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.

[9] Entrevista con los hermanos Coen y Frances McDormand en Fargo (DVD).

[10] Fernández Rubio, Andrés: Los buenos y malos de ‘Fargo’ son a escala humana.

[11] Levine, Josh: The Coen Brothers: The Story of Two American Filmmakers, página 120. Traducción de la autora.

[12] Entrevista a Joel y Ethan Coen en Ciment en Michel/ Niogret, Hubert, Positif, julio-agosto de 1996, recuperada por Palmer, Barton R.: Joel and Ethan Coen, página 183. Traducción de la autora.

[13] O’Rourke, Mike: Reaction to ‘Fargo’ nomination.

[14] Levine, Josh: The Coen Brothers: The Story of Two American Filmmakers, página 120.

[15] Coen, Ethan y Joel: Fargo, página ix. Traducción de la autora.

[16] Ibídem, página vii.

[17] Ibídem, página vii. Traducción de la autora.

[18] Ibídem, página vii. Traducción de la autora.

[19] Ibídem, página viii. Traducción de la autora.

[20] Schwarz, Jeffrey: La amable Minnesota.

[21] De Felipe, Fernando: Joel y Ethan Coen: el cine siamés, página 403.

[22] Datos de interés en Fargo (DVD).

[23] Levine, Josh: The Coen Brothers: The Story of Two American Filmmakers, página 120. Traducción de la autora.

[24] Schwarz, Jeffrey: La amable Minnesota.

[25] Ibídem.

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