Go-Kart Mozart: «On The Hot Dog Streets»

go kart mozartPerteneciente a ese selectísimo club de genios imbuidos por su propia sombra –tal como Luke Haines, Momus o Dan Treacy-, el bueno de Lawrence Hayward volvía a la carga siete años después del incomprendido “Tearing up the Charts Again” (West Midlands, 2005) por medio de una obra donde lleva a la máxima expresión su concepción del “novelty rock”,  iniciada en los 90, cuando, bajo el alias de Denim, se propuso alcanzar el éxito negado con los inolvidables Felt.

Pensionista, y viviendo casi de la beneficencia, es triste ver cómo ha acabado uno de los personajes que más ha hecho por nutrir de recovecos de genialidad la rutina media del pop facturado en estas tres últimas décadas desde “La Vieja Albion”. Imposible de tratar, excéntrico como un teletubbie enpastillado, la construcción de “On the Hot Dog Streets Again” (West Midlands, 2012) ha necesitado de puntuales ayudas de sus más allegados para poder llegar a buen puerto. Eso sí, el proceso se ha perpetuado en el tiempo, y a trompicones.

Como un coctelera rellena con las neuronas más chispeantes de Ray Davies, Syd Barret y Jarvis Cocker, la quijotera de Lawrence aún sigue infectada de marismas de melodías antológicas, estribillos atemporales y un regusto emponzoñado en malvada ironía para teñir su mundo de himnos escondidos bajo llave.

 Bajo este perenne estado de iluminación, Lawrence sigue la estela de su anterior LP, aumentando el número de dosis, pero desperdigando un pelín el resultado final con respecto a ésta. Diecisiete inmejorables muestras de nintendo-pop, la nueva obra de Go-Kart Mozart no deja indiferente con su desvergonzada y, realmente, excitante visión anacrónica de una música que, como reza el propio Lawrence, pretende dotar de inteligencia a la mayoría de basura que puebla la radiofórmula mainstream que nos contamina los oídos continuamente desde las tiendas del Zara, o nos ¿pretende? hacer más amena la espera en el dentista.

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En este sentido, Lawrence se pega un empacho de sintetizadores de rastrillo, “rock-star guitars” y coros de todos los colores con el fin de dar cuerda a este muñeco diabólico de pop, aparentemente, sencillo, como el cortex cerebral de un futbolista del Wimbledom. A través de éste, afila, una vez más, textos repletos de humos torcido y costumbrismo de mercadillo. De los Kinks más sesenteros -‘Blowin’ In  A Secular Breeze’ al paradigma de canción veraniega petarda noventera ‘Ollie Ollie Get Your Collie’-, el espectro que abarca Lawrence se extiende, sin pedir permiso, por todos los picos del pop más recurrente que nos hemos topado desde los 60, haciendo especial hincapié en las raciones alucinadas de tecno-rock de gasolinera que alumbra entrañables joyas, sin fecha de caducidad posible, como ‘While Stilettos In The Sand’, ‘Electrosex’ y ‘Spunky Axe’.

Desde la otra punta del terreno de acción, el glam-rock garrulo de ‘Queen of the Scene’ o esos baladones sin contención emotiva que valga –‘As Long as you Come Home Tonight’ y ‘Men Look At Women’- no hacen más que certificar la, ya conocida capacidad de adaptación de a este hombre del renacimiento, destinado a vivir en una época que no es la suya. Aunque tampoco olvidemos que quizá está más cuerdo de lo que muchos se puedan imaginar. Más de tres décadas después, nuestro aprendiz de loco favorito sigue en la búsqueda del Santo Grial de la inspiración que le lleve a certificar la obra que le haga transcender en el mundo de los “normales”. Pero a su manera, que nadie lo dude.