Greg Olliver y Wes Orshoski: «Lemmy»

49% cabrón, 51% hijo de puta. Con esta sugerente premisa se subtitula el documental Lemmy (Lemmy, 2010) realizado por , que tuvieron la valentía, a priori, de seguir durante meses a Ian Fraser Kilmister, más conocido como Lemmy, en su vida cotidiana. Ahora, que recientemente hemos sufrido su pérdida, se antoja como imprescindible volver a revisar este documental para ahondar en su figura y el porqué de su leyenda. Porque de leyenda habría que calificar a Lemmy, por ser el Rock & Roll más sucio y agresivo hecho persona.

Con una personalidad tan magnética como protagonista, el documental podría optar por sustentar aún más al icono, o bien por humanizarlo. En realidad, Lemmy hace ambas cosas al mismo tiempo, pero más que por habilidad de los directores es por un simple ejercicio de plasmar la realidad. Realmente Lemmy se muestra como un hombre que vive dentro de su propia realidad, distinta a la inmensa mayoría de los mortales, pero al mismo tiempo vemos a un hombre completamente coherente en sus actos, honesto e incluso entrañable. Todo recubierto por una maraña de sexo, drogas y rock and roll, que en esta ocasión no es sólo un tópico, que te dejará ojiplático en más de una ocasión, y en muchas otras te hará sonreír por su marcado humor británico, bebiendo directamente de los mismísimos Monty Python, a quienes Lemmy adoraba.

Lemmy

También hay hueco para el ser humano y sus sentimientos, el respeto con el que habla de su abuela y su madre, el cariño casi disimulado que tiene a su hijo pese a que a veces incluso parezca ser una posesión más, un objeto más de los cientos que tiene en su casa y que logra que no puedas distinguir una mesa del cubo de la basura. Pero Lemmy es también un ser transparente, que no se arrepiente ni se avergüenza de nada, capaz de agradecerle a una dependienta que se moleste en buscarle una recopilación de los Beatles, sus amados Beatles. Esos que eran más duros que los Rolling Stones, porque, según Lemmy, los Beatles eran de Liverpool y los Stones del Londres más pijo.

Quizá el mayor defecto del documental sea que intenta abarcar tanto que finalmente no entra en profundidad en nada. No escapa a ningún tema por delicado que sea, como su supuesta afinidad al nazismo, desmentido una y mil veces, por su afición a coleccionar objetos militares. Como no, imprescindible era que hablase de su propio estilo de vida, de su continuo consumo de drogas y alcohol, hábito que no defiende por haberse llevado tantos amigos por delante, pero del que tampoco se arrepiente. Seguramente porque hacerlo, arrepentirse, sería traicionarse a sí mismo y renunciar a vivir como le dio en gana, como siempre quiso hacerlo. El espíritu libre del Rock and Roll.

Ahora que ha fallecido nos queda su música, la que amó hasta el fin de sus días, con la que pensaba decir adiós a su estilo, sobre los escenarios, los mismos en los que se mantuvo incluso cuando su estado de salud apenas le permitía tenerse en pie. Tanto es así que en su último concierto tuvo que abandonar a la tercera canción mientras apenas alcanzaba a decir  “no puedo seguir”.

Nacido para perder, vivió para ganar.

 

 

Un comentario en «Greg Olliver y Wes Orshoski: «Lemmy»»

  1. Lemmy el indestructible. Definitivamente, la historia del rock se hubiera quedado paticorta de no ser por su contribución a su bastardización. Con él la pose pasó a mejor vida. Y como todos los grandes: o lo amas o lo odias. Y punto.

    Muy revelador este articulo. Dice más sobre Lemmy en una página que la hora y media de documental.

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