Hazlo por Schopenhauer (XVIII): presencie el proceso creativo de su artista favorito

Cómo son las modas, ¿no?

Una práctica cada vez más habitual es hacer al público partícipe del proceso creativo. Ya sea haciéndole colaborar directamente como un demiurgo más o simplemente contemplándolo con sus propios ojos. Puede observar al artista plástico, gráfico y/o tecnológico en plena acción creativa a través de un documental, un reportaje o un vídeo colgado por él o ella misma en internet. No digamos de los artistas escénicos. Qué dinámicos, qué intermultidisciplinares, ¡qué modernos! En Japón, donde siempre andan a la última, han instalado en mitad de la plaza mayor de Tokio varios contenedores de acero, de esos que se emplean para transportar cargas por mar, río o tierra, y han metido a los artistas dentro. Donde antes había una puerta que cerraba la carga, ahora hay un cristal que permite a los curiosos transeúntes ver el proceso creativo en vivo y en directo. Qué de fotos echan los nipones. Y qué de sonrisas y saludos regalan a sus admirados artistas. Hoy en día puede usted saberlo todo del proceso creativo de su artista preferido -los escritores están, por supuestos, excluidos. Pues ¿qué tiene de interesante ver a alguien en su casa, que viste como un pordiosero, habla solo, masca chicle, se queda sentado mirando fijamente la pantalla del ordenador durante horas sin escribir una sola línea y se echa siestas constantemente?-.

Por otro lado, si lo que se desea es algo más íntimo que, además, no implique viajar tan lejos, puede contemplar el proceso accediendo a las instalaciones del propio artista, legal o ilegalmente. Conozco de buena tinta un curioso caso: un ladrón irrumpió en plena noche en el estudio de un escultor que se hallaba en plena vorágine creativa. Al notar la presencia del artista, el ladrón intentó ocultarse tras uno de los mármoles, pero antes de que pudiese llegar a él, sus ojos se fijaron en una escultura que lo encantó de tal forma, quedando suspendido e inmóvil, sin la menor noción de tiempo o espacio. El escultor, ido él también a causa de su propio proceso creativo, agarró al ratero, tomándolo por estatua de granito, y acabó por convertirlo en parte del mausoleo que le habían encargado. Todavía hoy pueden visitar ustedes al ladrón; se encuentra en el cementerio Staglieno de Génova. El Contemplador contemplado, así lo llaman los lugareños.

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