Historia de Ricky: Agáchate que vuelan hostias

Historia_de_Ricky-380543876-largeLa película Historia de Ricky (LikWong, 1991), dirigida por el hongkonés Ngai Kai Lam, es uno de los claros ejemplos de cómo algo que da resultado en viñetas, no tiene por qué ser lo mismo en el celuloide. Las películas asiáticas, y más concretamente las japonesas, basadas en historias sacadas de los mangas son un continuo respaldo a esta afirmación, ya que resultan ser casi obsesivos en lograr una fidelidad casi enfermiza con el original, dando como fruto películas que por estas latitudes definimos como frikadas. Historia de Ricky está basada en el manga Ricky-Oh de Masahiko Takajo y Saruwatari Tetsuya, una historia repleta de violencia y combates en un “futuro” apocalíptico, muy similar a otro manga mucho más reconocido internacionalmente como era El Puño de la Estrella del Norte, que también “gozó” de una adaptación cinematográfica digna de cualquier ciclo de cine casposo.

Si en el anterior párrafo escribía futuro entrecomillado es porque la acción se desarrolla en el 2001, por lo que en lugar de un futuro apocalíptico estaremos en un pasado alternativo simpaticón. Porque si algo ofrece Historia de Ricky es diversión a borbotones (como chorretones de sangre) que el espectador más avezado en esta clase de espectáculos de serie B sabrá degustar tal y como se merece, y que nadie se asuste porque sea una película definida como gore, porque la casquería que se muestra es de bajo presupuesto y más de una vez provocará una sana hilaridad.

Pero vamos a analizar la película en sí con la ristra de spoilers que una producción así se merece. A modo de entrada y para que vayamos entrando en calor, se nos ofrece una parrafada narrada para ponernos en antecedentes: “Corre el año 2000, los sobrecargados presupuestos nacionales han obligado a privatizar la mayoría de instituciones gubernamentales. Incluso las prisiones se han convertido en empresas privadas” Hasta aquí todo casi normal, poco que se distinga con la situación actual en nuestro país, pero ¡alto ahí que tenemos sorpresa! El doblaje al castellano está suavizado, porque leyendo el texto en inglés vemos que realmente estamos en el 2001 (hasta en eso estamos atrasados en España) y se complementa con la frase “las prisiones, como los aparcamientos, se convierten en negocios privados”. Ahora sí, ahora sí que vemos relucir uno de mis géneros favoritos: la filosofía chusquera. ¿Qué hay mejor que te espeten una frase supuestamente intelectualoide que te deje pasmado? Porque vamos a ver ¿qué narices tiene que ver un aparcamiento con una cárcel? ¿Acaso cuando sale el preso se le cobra el estacionamiento de su trasero en la celda? Pues eso, filosofía chusquera. Pero en esto que el Ricky llega a la prisión, junto al resto de nuevos reclusos, y al tío ya se le ve actitud con esas manos en los bolsillos, desafiante, y ya piensas “aquí la monta seguro”. Efectivamente, tras descubrir que está preso por asesinato (seguro que le pasa como al Equipo A y no cometió el crimen) por iniciativa propia se adelanta y pasa por el arco detector de metales, haciéndolo pitar. Los policías tratan de rebajarle pero él los detiene con suma facilidad, y de postre les muestra su torso desnudo para demostrarles que la única arma que tiene, presumiblemente, es la que le cuelga de la entrepierna. Total, que lo pasan por un escáner (chusquero a tope) y descubren que tiene cinco balas en el pecho. Con lógica curiosidad uno de los policías le pregunta por qué no se las dejó extraer, a lo que Ricky responde que “son recuerdos” ¡Bravo, eso es un tipo duro! Pero… ¿no era mejor tener una pulserita o algo así? ¿Una medallita de Santa Teresa? No, este hombre es de los que desayuna leche con pólvora mientras moja en el tazón unos cartuchos de escopeta a modo de churros.

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Suena como una botella descorchándose, os lo juro.

Tras esta escena inicial, en la que tomamos conciencia de que a Ricky hay que darle de comer aparte, llega el momento de leerle las reglas de la prisión. Básicamente consisten en que el alcaide es lo máximo y la prisión se divide en cuatro alas, cada una de ellas gobernada por un matón de los que conforman la pandilla de los cuatro (cuatro alas, cuatro matones, vale, las cuentas salen). Pronto conocemos a Samuel, un subordinado de uno de los cuatro jefes, mangoneando a un pobre vejete al que le obliga a ponerse de rodillas. Samuel le dice al vejete que pronto va a salir de la cárcel, y él se levanta sonriente para que a continuación le caiga el primer porrazo de la película ¡por tonto! ¡Si es que se veía venir que te estaba engañando! El vejete se envalentona y ataca a Samuel con una cuchilla de ebanista, como es previsible Samuel se la quita y le hace una cara nueva pasándosela por la cara ¡por gilipollas! ¡Te estuvieras quieto! Pero cuando se está yendo el Samuel aparece el Ricky, que rastreramente le pone la zancadilla haciéndole aterrizar de morros contra una tabla repleta de clavos clavándosela en todo el ojo. No se sabe de dónde narices ha salido la tabla, ni tampoco el muñeco que usan para la escena, porque un Madelman hubiese resultado más creíble, la cuestión es que Samuel toma las de Villadiego por esa mísera herida ¡Ya no hay hombres como los de antes!

Love is in the air…

Tras un breve interludio en el que podremos descubrir por qué Hong Kong nunca ganará el mundial de baloncesto, Samuel trama una venganza y decide recurrir al Zorro. No, el que te tatuaba una zeta no, este es chino y está gordo (y en versión original se llama Silly Lung) y aún encima al Ricky le dura un puñetazo con el que le secciona el abdomen (¿?), Samuel se enfada y ataca al Ricky con un enorme clavo, éste lo detiene clavándoselo en la mano (ojo al sonido que usan cuando se lo quita, ni el corcho de una botella) y le devuelve el favor matándolo de un puñetazo que lo atraviesa de lado a lado (¿?). Un flashback para descubrir que ya de joven el Ricky rompía lápidas hasta con la chepa (literal) y entra en escena el segundo del alcaide, un amago de capitán Hook chino, por aquello de tener un garfio, con una colección de películas porno en las estanterías que nos hace suponer por qué perdió una mano. El segundo amenaza a Ricky con pasarse por la piedra a su parienta, lo que hace que nuestro héroe se enfade mucho y nos obsequie con otro flashback digno de telenovela venezolana mientras toca la flauta (no se toca la flauta, malpensados).

Tras esto llega el momento de enfrentarse al primer jefe de nivel (sí, como en los videojuegos). Se trata de Óscar (Huan en el original), un tío que cuando enseña los tatuajes tiene que matar (será que le da vergüenza que se los vean).  Óscar logra herirle en un brazo y seccionarle un par de tendones, pero Ricky sabe hacer calceta y con un nudo corredizo se los vuelve a unir (a-lu-ci-nan-te) no sin antes soltarle un capón a Óscar que hace que se le salga un ojo de su cuenca. A mí de pequeño algún capón me cayó en EGB, no me quiero imaginar si mi profesor hubiese sido el Ricky este. Pero Óscar es un tío con recursos y se raja el abdomen para sacarse los intestinos y tratar de ahogar a Ricky con ellos (juajuajuajuajua). Ricky se libra y le destroza el cráneo de un puñetazo.

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Explicación muy gráfica.

El resto de prisioneros se envalentonan y tratan de iniciar una revuelta, pero aparecen los otros tres de la pandilla de los cuatro y rápidamente la cosa se calma. Ellos son Rogen (Huang Chuan), un afeminado saltarín, el forzudo Taizan y Freedam (God) o algo así, que lo único que hace es lucir un flequillo teñido y lanzar agujas con su hilo incluido. Ricky pide tiempo muerto y se retira a meditar. En una de estas, gracias al hermano de Óscar descubre que allí cultivan opio y se cabrea muchísimo (recordad niños, los campeones no usan drogas). Desuellan al hermano de Óscar por chivato y Ricky clama venganza, como debe ser, y les quema las amapolas. Rogen ve el fuego y rápidamente va al encuentro de Ricky, en su camino se encuentra una mesa, y en lugar de rodearla como cualquier persona normal este pega una voltereta por encima (jejejejejeje). Freedam y Taizan también acuden, y cuando Ricky está a punto de ser vencido el gilipuertas del segundo del alcaide tiene la feliz idea de ordenar que todos se vayan a sus celdas. Como esta no es un cárcel normal aquí no se hace con tres avisos por megafonía, sino que directamente se disparan las ametralladoras sobre el patio. Así que los cuatro huyen, quedando encerrados en una habitación Ricky y Taizan y felicitándose mutuamente a base de mamporros, mientras el segundo trata de enmendar su error anterior llenando de cemento la habitación. Ricky se escapa lanzándose contra la plancha de acero que hace de puerta y atravesándola (no me engañan, eso era hojalata), salvando además a Taizan y es de suponer que aprovechando para revolcarse un poco por el cemento, porque cuando escapa está completamente limpio y en la siguiente escena está embadurnado de los pies a la cabeza. El cemento se endurece y hace que Ricky sea presa fácil del segundo, por lo que es capturado.

En estas que llega el alcaide, por lo que hay que suspender todo para recibirle como es debido. Tarda tanto que todos se quedan dormidos (humor chino, que se llama). El alcaide llega acompañado de su hijo, el prototipo perfecto de niño gordo, caprichoso y repelente que te hace desear que le suelten un par de guantazos nada más aparece por la pantalla. El alcaide toma el control de la situación y va a ver a Ricky, que se encuentra cubierto de cemento y encadenado. No tarda ni medio segundo en deshacerse de todo el cemento hinchando sus pulmones y romper sus grilletes, aunque llega Taizan a través de la pared para soltarle un guarrazo en el costado. Como era de esperar Taizan comienza ganando hasta que Ricky se enfada y le tritura un brazo de un puñetazo (¿?). Al alcaide eso no le gusta y acciona una trampa para que el techo les aplaste, pero Taizan tiene un arranque de conciencia y lo detiene con su cuerpo. Ricky de nuevo escapa, pero se comporta como un idiota quedándose quieto justo encima de una trampilla hasta que el alcaide la acciona.

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¿Dan o no dan ganas de soltarle dos capones?

De nuevo, Ricky está encerrado y su castigo será morir enterrado vivo. El alcaide promete que si sobrevive durante siete días le dejará libre, por lo que le deja una caña de bambú para que respire, aunque no se la deja en el lugar idóneo por lo que Ricky se tiene que mover como un topo para alcanzar el extremo y poder respirar y hasta se permite el lujo de amenizar el ambiente silbando un par de melodías mientras recuerda cómo murió su novia y cómo se vengó de su asesino (momento en el que le alojan las cinco balas en el pecho). Como es “lógico”, Ricky sobrevive a siete días sin comer, ni beber y casi sin poder respirar, pero el alcaide no cumple su parte del trato, lo que cabrea mucho a Ricky que se libera dispuesto a vengarse. Como está ligeramente traspuesto es rápidamente atrapado (otra vez, y van…)

Tras unas escenas de tortura para mayor disfrute del espectador, Ricky es trasladado a otra celda de la que escapa colgándose del techo para que crean que no hay nadie. Le arranca media cabeza de un puñetazo a uno de los carceleros (brutal, esta película es brutal, os lo juro) y al segundo de alcaide le arranca un ojo golpeándole en un moflete (aquí no hay descanso) y se dirige directamente a donde se encuentra el alcaide. Allí se enfrenta a los dos supervivientes de la pandilla de los cuatro (hora de irse replanteando el nombre) acabando primero con el afeminado en una nueva muestra de “moderación” en el doblaje, ya que en la versión en castellano Ricky dice “¡Ahora no podrás volver a matar!”, aunque la traducción exacta sería “¡Voy a lisiarte para que no puedas volver a besar!”, el último de la pandilla de los cuatro escapa valientemente cual gallina (y se llama God, dios,  en el original) pero el alcaide le dispara por la espalda.

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Esto sí es un castigo y no cuando nos ponían de cara a la pared.

Es el momento del enfrentamiento final, pero como todo el mundo sabe en las cárceles asiáticas el alcaide siempre es el mejor en kung fu, por lo que primero se transforma (¿?), de una forma que recordará mucho a la de la madre de Lionel en Tu Madre Se Ha Comido A Mi Perro (Braindead, 1992) de Peter Jackson, para así soltar cachetazos más poderosos y ser capaz de soportar que Ricky le atraviese el estómago de un puñetazo (seguro que en casa no necesita martillo para clavar alcayatas). Como era de esperar, el alcaide muerde el polvo y acaba convertido en carne para hamburguesas. Ricky ha vencido y puede liberar a todos los reclusos, para eso derriba la pared exterior de un susto. Digo de un susto porque casi no se nota que la pared se cae antes de que Ricky golpee, y aun encima igual no se notan los cables que la sostienen.

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No son rayos de sol, son los cables.

Hasta aquí llega Historia de Ricky, una película que recomiendo encarecidamente a cinéfagos sin complejos, ya que conseguirán hora y media de pura diversión con risas garantizadas por sus situaciones tan arquetípicas, sus litros y litros de sangre y sus muertes inverosímiles. Amantes de la serie Z, si no habéis visto esta producción que sepáis que estáis en pecado.