Holly Herndon: «Platform»

holly-herndon foto 3Discos como éste son los que llevan a conclusiones  como que debemos de estar ante el mejor año musical de lo que llevamos de década. Y eso que aún faltan Sleaford Mods, Grimes, kanye West y Frank Ocean por mostrar sus cartas. Lo bueno del caso de Holly Herndon es que, para empezar, las buenas sensaciones que había dejado su anterior LP, Movement (RVNG, 2013), se han multiplicado de forma exagerada. Era de esperar algo sobresaliente pero no un caudal de conceptos musicales tan bien ideados. Semejante labor de “yo me lo guiso, yo me lo como”, me lleva a pensar en que el papel de la mujer dentro del mundo de la producción musical siempre ha estado muy solapado. Nunca aparecen citadas, y en casos más extremos, incluso se vierten mentiras, como la verdadera implicación de Björk o Missy Elliot -mayor de lo que siempre se dice- en el proceso de producción y construcciones rítmicas de sus obras. Obviar la labor de mentes tan privilegiadas e influyentes como las citadas, o las de Kate Bush o Laurie Anderson, no ayuda más que a seguir sepultando la enorme labor que las mujeres también han tenido siempre tras la mesa de mezclas. Parece que con el paso del tiempo esta falta de perspectiva está siendo subsanada. No queda otra opción ante la avalancha de talentos femeninos, que desde hace unos años están traduciendo sus alegatos musicales dentro de una sensibilidad más cromática, que, sobre todo, desde la vertiente electrónica, ha dado con talentos tan excitantes como Grimes, Laurel Halo, Jessy Lanza o Maria Minerva. Pero hay más, vaya que sí. Dentro de las más recientes hornadas, ahora también hay que sumar a la susodcha Holly Herndon; y más, tras su último LP: el poliédrico Platform (4AD, 2015). Y es que adentrarse en esta obra-cebolla, repleta de pliegues y significados cruzados, es como ver el futuro de la música como un género en sí mismo más que como algo adelantado a su tiempo. Para alcanzar tal objetivo, estamos ante una total planificación de elementos, de los que ella se está sirviendo para convertir el presente en el futuro. ¿No es ése acaso uno de los mayores pretensiones de los indagadores musicales de todos los tiempos? Holly sabe que para hacer la música del futuro, temporal, primero hay que deshacerse de la mayoría de referentes, o subvertirlos hasta dejarlos en un esqueleto completamente nuevo. Pues bueno, Platform logra esto de forma total. Se trata de música polimórfica. Los tendones son resbaladizos, el estatismo un cáncer al que dar boleto. Ella no entiende el dub como medidor espacial, prefiere despojarlo de toda matemática rítmica. Su uso es totalmente cubista e impredecible. No se trata de figuras rítmicas intrincadas, sino de lienzos disconformes con los relieves planos.

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Sometiendo al ritmo en la mesa de operaciones.

Holly utiliza tantos planos en su cuerpo musical que estamos hablando de sonidos tridimensionales. Sinceramente, pocas veces los vídeos musicales han tenido tan poco sentido ante liberaciones neuronales del calibre de ‘Chorus’ o ‘Morning Sun’. Se trata de música más neuronal que física; pero cuidado, tampoco lo confundamos con ‘electrónica de salón’. Aquí hay riego, mucho. Y es que esta norteamericana, natural de Tennessee, se ha saltado a la torera la enorme tradición folk de su lugar de origen. Se ha ido al otro extremo y ha parido Platform, un mundo diseñado diseña que puede que colinde con otros de los grandes de la electrónica actual y pasada; sin embargo, en todo momento suena tremendamente personal. Entre la telaraña de bits y beats mutantes, ella ha sabido transcender el sabor auténtico de su fórmula. Porque para obras como ésta, sí, hay fórmulas; pero unas libres de aranceles a la creatividad. De hecho, a Holly le basta con no caer en la trampa del maximalismo porque sí. Más que sumar ritmos y capas, lo que ella hace es plantar un tronco que se va ramificando continuamente en nuevos brotes más pequeños. Se trata de una operación microquirúrgica, de la que Matmos seguramente sentirán un poso de gran envidia.

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Por otro lado, este disco recupera la tradición no-vocal del sello 4AD, donde las palabras tienen significados musicales, jamás narrativos. En vez de inspirarse en la gran Elizabeth Fraser, Holly ha configurado un tapiz de voces en relieve que crece en todas direcciones. Canciones como ‘Unequal’ demuestran que los experimentos vocales de Björk en Medulla (Warner Bros, 2004) no tenían porque caer en saco roto. Siguiendo por estos derroteros, ‘Loker Leak’ es otra demostración de integración de voces habladas y coros oníricos, tanto como la intrínseca proyección hipnagógica de esta obra. Tal es la cascada de irregularidades internas en cada momento que resulta imposible no pensar que esta música la hemos soñado, no escuchado. Como paradigma de esta sensación ahí está la trepanación acuosa, en slow-motion retorcido, que define a ‘An Exit’.

La fragmentación como construcción en estado permanente, Platform subraya la necesidad de seguir ampliando las variantes musicales desde las derivas más abstractas. No olvidemos que, desde estas maniobras de creación, han salido algunas de las propuestas más fascinantes y clarividentes de estos últimos años: desde los artistas que albergan los sellos Ghost Box y Mego hasta las evocaciones ochenteras de Daniel Lopatin y James Ferraro. Por suerte, las constantes vitales de esta corriente sigue añadiendo valores a seguir, y no creo que haya mejor muestra que este reluciente trabajo de Holly Herndon. Para escucharlo cien veces, o más. De verdad que nunca se agota.