Ichi the Killer – La carnicería de Miike

koroshiya_1_ichi_the_killer-100103507-largeEn una de tantas ebulliciones creativas, Takashi Miike trajo al mundo Ichi the Killer (Koroshiya 1, 2001) en medio de otras producciones como La Felicidad de los Katakuri (Katakuri-ke no Kôfuku, 2001) o Visitor Q (Bizita Q, 2001). Sin duda un gran año para Miike que estaba en uno de sus mejores momentos como director, escarbando en los extremos fílmicos y sintiéndose completamente a gusto con ello.

Quizá sea difícil decirlo teniendo la propia Visitor Q o Audition (Ôbishon, 1999), pero con Ichi the Killer Miike llevaba la depravación visual a los mayores extremos de su carrera. Basada en el manga homónimo de Hideo Yamamoto, Ichi the Killer nos presentaba a una suerte de superhéroe pajillero, sádico, disfuncional y con sus facultades mentales notablemente mermadas, pero dotado de un inusual instinto asesino que le permite matar y descuartizar a sus víctimas al mismo tiempo que solloza como un niño.

Usado de arma por un grupo de ladrones, que se encargan de ir detrás de él como una brigada de limpieza que se encarga de hacer desaparecer todas las huellas de sus actos. El asesinato de un jefe de la yakuza, Anjo, desatará sin embargo una persecución por parte de su subordinado Kakihara y sus secuaces. Kakihara es el contrapunto perfecto a Ichi, igual de efectivo a la hora de asesinar pero tomándose más su tiempo mientras disfruta torturando a sus víctimas, al mismo tiempo que también goza auto mutilándose o mientras le golpean.

Con esta premisa, Ichi the Killer no prometía nada agradable para la vista, y las bolsas para vomitar que regalaban en algunos festivales con la proyección, aunque también hecho de forma promocional, no hacían sino acrecentar su fama de difícilmente aguantable. Llegando al punto de ser prohibida en Noruega por contener violencia no apta para menores y peligrosa para los adultos.

Ichi Fotograma

Seguramente Ichi the Killer no sea tan extrema, y más con el paso de los años en que otras producciones la han dejado, en ese sentido, un poco relegada, pero la película contiene más que la sangre y las vísceras si sabes abstraerte de ella y tomártela como lo que es, otra broma del señor Miike. Es cierto que no es apta para estómagos débiles, ya que torturas y mutilaciones se sucederán con bastante frecuencia, pero también puede ser interesante ver la evolución del propio Ichi a lo largo de su vida, en el que es poco a poco transformado en un arma aun en contra de su voluntad.

El desfile de personajes secundarios no desmerece a los dos protagonistas, sacando a relucir lo peor de la esencia humana. En contra podríamos meter la banda sonora, que trata de ser esquizofrénica pero acaba siendo molesta, igual que algunos momentos en los que la cámara parece desenfrenarse y no siempre acaba surtiendo efecto.