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Aunque promocionalmente se usaba la coletilla de “el maestro de Bruce Lee” para aumentar el interés, lo cierto es que el personaje principal de la película Ip Man (Yip Kai Man, 2008), dirigida por Wilson Yip, es lo suficientemente interesante y, no nos engañemos, famoso en su tierra natal y entre los aficionados a las artes marciales, como para que no necesitase de artificios similares para concentrar nuestra atención. Además, contar para el papel del propio Ip Man con la estrella de artes marciales Donnie Yen, no hacía sino aumentar el interés.
Ip Man, maestro del Wing Chun y de una larga lista de discípulos célebres, entre ellos también Bruce Lee, que será el que centre más la atención occidental, vive en Fo Shan, célebre por sus practicantes de artes marciales y sus múltiples escuelas. Ip Man vive en una gran casa, alejado del ruido y venerado como un gran maestro invencible. No tardaremos en comprobar de primera mano sus habilidades, ante la llegada de un forastero que pretende ridiculizar a los maestros de Fo Shan. Pero en un espectacular combate, donde se ve la mano de Sammo Hung como director de fotografía, podremos observar como Donnie Yen es casi como un efecto especial personificado, debido a su enorme agilidad y flexibilidad pese a rozar el medio siglo de vida.
Ip Man pertenece al nuevo cine de artes marciales, quizá no gozó de tanta repercusión internacional como Tigre y Dragón (Wo Hu Can Long, 2000) o Hero (Ying Xiong, 2002), quizá porque a rebufo de títulos como los citados salieron un buen número de películas que acabaron por saturar al espectador medio, con lo que el fervor con el que se recibían se fue apagando poco a poco e Ip Man acabó sufriéndolo al no conseguir ser estrenada en salas de Estados Unidos y Europa. Pero, a su vez, la misma Ip Man supuso una revitalización internacional del género, ya que poco a poco fue cosechando un gran éxito en el boca a boca y consiguiendo que terminase siendo distribuida en nuestro país.
Si algo caracteriza a este cine es el de mantener la espectacularidad física en los combates, potenciada con saltos imposibles con la consiguiente ayuda externa, pero también de un guion cuidado muy por encima de la media de las producciones de los 80 y 90. Realmente Ip Man no nos descubre nada nuevo, e incluso podremos encontrar paralelismos con el cine de la era Reagan por la exaltación del patriotismo, aunque Ip Man lo hace con una elegancia mucho mayor y con un personaje que encarna los valores tradicionales de las artes marciales. El trasfondo histórico, con la invasión japonesa, ayuda a que sea más fácilmente entendible el comportamiento de los personajes.
Ip Man fácilmente se situa entre los mejores ejemplos de cine de artes marciales en lo que va de siglo, y por ello es fácilmente entendible que haya dado lugar a dos secuelas, la última de ellas estrenada hace pocos meses, y también haya provocado que otras productoras rueden sus propias películas sobre la vida de Ip Man e incluso una serie de televisión, y todo ello sin que aparezca Bruce Lee.
