«Isaac el pirata», de Christophe Blain

CHRISTOPHE BLAIN. “ISAAC EL PIRATA”

Si hay algo que resulta indiscutible a la hora de abordar la salud del comic europeo, es la eclosión de valores francobelgas que, durante el arranque de siglo XXI, ofrecieron los picos más inspirados de sus trayectorias. De Epiléptico (1996-2003) de David B. a Persepolis (2000) de Marjane Satrapi, pasando por El gato del rabino (2002-2015) de Joann Sfar, el mundo de la viñeta vivió un trasvase de valores, que evidenció la superioridad europea a la hora de afrontar historias desde una libertad estilística y de forma menos habitual en el comic yanqui con cierta repercusión.

Los verdaderos “bestsellers” europeos eran los citados anteriormente: trabajos que establecían un diálogo con el lector más rico y aventurado que en otras disciplinas artísticas del siglo XXI, como el cine o la literatura. Fue a raíz de esta hornada de nuevas figuras cuando el mundo del cómic alcanzó la edad adulta, siempre entendiendo este término desde la inquietud y la ambición, jamás desde la comodidad del éxito asegurado.

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A subir el listón, y la exigencia, de tal manera también contribuyó de manera decisiva la labor de Christophe Blain, que entre 2001 y 2005 se encargó de sacar adelante los cinco tomos que componen Isaac el Pirata. Cómics donde, a diferencia de horrores varios como Piratas del Caribe, la intención es renovar el  subgénero de piratas desde la modernidad nacida del clasicismo.

No es difícil encontrar ecos de Vincent Van Gogh y el expresionismo alemán dentro del estilo con el cual Blain aborda la composición de cada viñeta. Tesoros con entidad propia para las cuales también se ha embebido de la tradición narrativa del mejor cine de aventuras de los años cuarenta y cincuenta. Resulta imposible no distinguir paralelismos con hitos del género como El mundo en sus manos(1952) de Raoul Walsh; seguramente, la mejor película de aventuras marina, o no marina, que se haya filmado jamás.

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Más allá de los referentes cinematográficos y pictóricos, no cabe duda que estamos ante un trabajo eminentemente francés. Y lo digo en el buen sentido de la palabra: desde un acercamiento que elude moralinas y coartadas sentimentales sin peso. No, a lo largo de Isaac el Pirata, podemos asistir a la evolución de unos personajes encuadrados dentro de un surtido genérico donde no falta contexto histórico, crudeza sin remilgos, humor tabernario y cierta aura reminiscente al desapasionamiento con el que Stanley Kubrick retrataba las diferentes clases sociales del siglo XVIII en Barry Lyndon (1975).

 En conjunto, una obra maestra no ya del cómic, sino del arte contemporáneo, en general. Y que, por primera vez, podemos ver en edición integral, gracias al buen ojo de Norma Cómics.