Joaquín Pascual: «La Frontera»

Joaquín Pascual 1Siempre a la sombra de Fernando Alfaro en los seminales Surfin Bichos, a raíz de la separación de su aventura más recordada, y provechosa, este profesor de música de primaria se ha ido labrando su propia personalidad a lo largo de una progresión contrastada, que ha dado sus frutos en una de las carreras más interesantes de estos últimos 20 años.

Al frente de bandas tan interesantes como Travolta y, sobre todo, Mercromina, o nadando en aguas menores con Tortel o Ciudadano, da igual: Joaquín Pascual no ha dejado de darnos razones durante todo este tiempor de que era mucho más que el segundo de a bordo de Surfin’ Bichos. Tras ir quemando etapas de manera compulsiva, en 2010 le llegó el turno a su exposición en primera persona, sin alias ni grupo de apoyo, soltando lastre gracias a un trío de álbumes mayúsculo, cuyos dos primeros vástagos fueron El Ritmo de los Acontecimientos (El Genio Equivocado, 2010) y La Frontera (Grabaciones en el Mar, 2012), unos que culminaron un proceso continuo de aprendizaje a través del que se ha acabó por decantar hacia la metodología del “menos es más”.

Ya en su debut en solitario, El Ritmo de los Acontecimientos, Joaquín daba toda una lección de saber estar a la hora de afrontar una colección de canciones esqueléticas, hogareñas y profusamente cotidianas, a través de las que podemos sentir un embriagador espíritu lo-fi derivado de su grabación en apenas cinco días. Tirando de recursos con abrumadora suficiencia, Joaquín daba en la diana con 19 recortes de vida, de los que no sobra ni un gramo, y en los que mostraba una fila india de sus estados de ánimo, lo que derivó en un disco que pretendía, y conseguía, buscar una total empatía con el oyente, ya fuera  mediante el humor en “De paseo”; el pesimismo  de “Ese día en que todos me quieran a mí” o ese fogonazo de vida arrebatador que responde al nombre de “Nos miramos a los ojos”. Una demostración de sencillez desarmante por la que podemos sentir olores añejos en el ambiente provenientes de las partes más calmadas del inolvidable Hermanos Carnales (RCA/Virus, 1992) de los Surfin’ -“Nadie quiere pensar en ello” o “Carreteras secundarias”- , sobredimensionando el alcance emotivo de este pequeño gran disco del que un servidor se queda con sus momentos más crispados y directos: “Solo te pedí un cigarro”, “Jugando al escondite”, “La Union y la fuerza” y “Colapso temporal” -. Todos, auténticos hits de alcoba.

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Tras tan espectacular aterrizaje en vuelo libre, Joaquín decidió tomarse su tiempo, pensarse bien su próximo movimiento, decidiendo cambiar la temática y el fondo musical.  Bajo el revelador título de La Frontera Joaquín nos mostraba precisamente eso: la barrera que, según sus propias palabras, existe entre él y lo que muestra a los demás a través de letras, más grises de lo habitual, que van hilando historias sobre la soledad que se siente estando en  compañía –“No me digáis que no estáis solos, la mayor parte del tiempo estamos solos” en “La perspectiva” -. Expuestas a retazos por medio de imágenes difuminadas, que ya forman parte de su particular libro de estilo, Joaquín se cuela en la azotea de la memoria con letras como “Un ritmo caliente para pasear para acompañar nuestro paseo por la mina abandonada” – “Un Ritmo Caliente” – o “Si viajo solo pienso demasiado. Aún con la radio puesta pienso demasiado y pensé que todo esto es fuego cruzado, que soy un cruzado con los cables cruzados y vosotros los protagonistas” – “Los Protagonistas” -.

En lo musical, Joaquín nos recuerda cada día más a Nacho Vegas, sobre todo en la voz, en un toma y daca de influencias que empezó con el innegable rastro a Surfin’ Bichos que tienen todos los discos de Vegas, sobre todo el primero, Actos inexplicables (Limbo Starr, 2001) -. Partiendo de este parecido, para nada impostado, reflejo de la evolución sonora de Joaquín hacia pastos cada vez más relajados, y donde la fuerza de la palabra cobra el mayor de los protagonismos, éste aporta su tacto especial para tejer arreglos que van de las cuerdas más coloristas – “Hotel romántico” – a las percusiones oxidadas a lo Tom Waits de “Ritmo caliente”, pasando por los aires de Morricone de feria en la instrumental “Señor, señor”.

Como un John Cale de meseta, Joaquín acaba por ratificar su enorme talla en La Frontera, otra prueba inequívoca de talentazo, refrendada no hace mucho por medio de Una Nueva Psicodelia (Subterfuge, 2015), su reciente LP, y del que, seguro, tocará desmenuzar en próximas entregas.