Kelly Sue DeConnick y Emma Ríos: «Bella Muerte»

bella muerte foto 2No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta que desde hace ya años, o sea, desde el siglo XXI, que el arte en mejor estado de forma es el mundo del cómic. Desde que se le ha dejado de tomar como un arte “menor” -menuda estupidez, por cierto- parece que la veda de la creatividad y la experimentación se han abierto a la par, de forma proverbial y sintomática. Mucho de esto se lo debemos al boom “Alan Moore” y al Pulitzer ganado por “Maus: relato de un superviviente” (Maus: A Survivor’s Tale1977-1991). Sin embargo, ya hacía tiempo que se estaba gestando una marea de artistas decididos a desviar las miradas hacia semejante cascada de viñetas de carne y hueso. Unos de ellos fue Neil Gaiman con su mítica serie “The Sandman” (1988-1996), serie de tintes mitológicos a la que se le lleva comparando como norma a “Bella Muerte” (Pretty Deadly, 2014), la maravilla de la que nos toca hablar hoy. Respecto a este posible reflejo, cabe decir que si hay algún reflejo entre estas dos obras es por profundizar y filtrar en un tono  mitológico la esencia de su historia, la universalidad que buscan a través de personajes fantásticos, pero que conectan con el lector por contener sentimientos universales a los que no resulta difícil identificar como algo “terrestre”, algo a lo que agarrarse. La propia Kelly Sue DeConnick, guionista y mitad creadora de esta colección, no lo podría explicar mejor en el jugoso apéndice de esta edición: “Todos nosotros hacemos daño a cosas diferentes mientras nos movemos por el mundo. Creo que el dolor correspondiente a esa culpa, aún más que el dolor de nuestro corazón roto, es el precio de nuestra humanidad. Nadie puede vivir o amar sin sentir dolor, desde luego, pero tampoco nadie puede vivir o amar son causar dolor”.

Si por algo arrebata “Bella Muerte” es por la forma escogida a la hora de perfilar su historia. Con el amor y la muerte como dos temas indivisibles de su discurso, “Bella Muerte” se perfila como una variante sobre este planteamiento, que encuentra sus fuentes de alimentación en conexiones como los cantos indios y una representación de la muerte que va de “Fausto”, pasa por el “Séptimo Sello”, y llega hasta, la archimencionada, “The Sandman”. Sin embargo, Para DeConnick y Emma Ríos, dibujante de la criatura, la manera de plantar su semilla derivaba en una visión que arranca en un western tan apocalíptico como fantástico, pero engarzado por una poesía desbordante que me lleva a recordar “El hombre que se enamoró de la luna” (The Men Who Fell In Love With The Moon, 1991), la gran novela de Tom Spanbauer. Porque si por algo se define “Bella Muerte” es por ser imposible de meterla en un cajón y clasificarla dentro de un género; sin duda, una de sus grandes virtudes y también una de las razones por las que podemos seguir esperando nuevos pliegues en su ADN para las próximas entregas de esta serie.

bella muerte foto 3Emma Ríos: “Es curioso, nosotras decidimos etiquetarlo como Western/Fantasy cuando lo sacamos y rechazamos la de ‘horror’ y ‘gótico’ precisamente por no acotarlo. Es evidente que el libro mezcla varios géneros, y que en el 1880, la estética es ciertamente victoriana, pero nuestra aproximación pretende ser menos lánguida y más sucia. Si hay que etiquetarlo mi definición se asemejaría más a algo así como fantasía, oscura si quieres, con estética western”[1]. De hecho, una influencia básica para desarrollar la trama de “Bella Muerte” se encuentra en el gran padrino del “spaguetti western”, Sergio Leone.  “Siempre hemos dicho que nuestra musa principal era Leone. Realmente nuestra primera idea era hacer un western mucho más clásico, pero, en cierto modo, su desarrollo estético y su afinidad por el surrealismo nos llevó a lo mágico. Recuerdo que cuando eso sucedió, después de que Kel me hablase del conejo y la mariposa parlantes, tuvimos dudas, y entonces encontramos una frase maravillosa del propio Sergio Leone en la que hablaba de cómo el mito lo era todo, y ya nos dio igual. En lo fantástico es donde surge mi otra musa – aunque me parece súper pretencioso por mi parte mentar siquiera a cualquiera de los dos – que es Masaki Kobayashi, su película Kwaidan, y en general, también su estética recargada. Sin duda, ambos directores nos han influenciado como han podido, ahora sí, lo que las limitaciones de nuestros propios cerebro haya conseguido a cambio ya es otro tema, que nadie se eche las manos a la cabeza”[2], explica Ríos, que en esta obra se ha vaciado artísticamente. Vamos, que las nominaciones de a los premios Eisner de “Bella Muerte” no han sido gratuitas ni les han llegado previa transferencia de un jamón de jabugo. Ni de coña. Lo que sobresale al adentrarse entre las páginas de esta obra resulta en una experiencia total. Ríos ha depurado su técnica hasta niveles no tan acotadores como visionarios de nuevos puertos de entrada. No entiende la página como una serie de viñetas en fila india. Su percepción está basada en enfocar la página como el encuadre de una cámara la que va añadiendo mini-objetivos que armonizan la acción de sus personajes en una rítmica natural, híper fluida, de los movimientos. Su uso del plano detalle tiene mucho de esa fijación en Sergio Leone, pero ella lo descontextualiza en un terreno con más posibilidades, donde el plano está focalizado como un puzzle de diferentes imágenes. A esto hay que añadir su estilo misterioso, repletos de un detallismo sin precedentes, que hace que su degustación una experiencia del “me tengo que repasar la página por si me he perdido algo”. Viñetas superpuestas a otras, travellings en miniatura, viñetas en formato página-cuadro, la habilidad de Ríos no entiende de fronteras, y “Bella Muerte” ha sido su gran reto de auto superación, una sensación que se multiplica al conseguir congelar en imágenes el guión de DeConnick, que en manos de cualquier otro podría haber hecho aguas en cualquier momento. Pero no, en este caso guión y dibujo brotan en una concatenación perfecta de acción-reacción: los dibujos de Ríos son la expresión clavada de las palabras de DeConnick, y al revés. De todas a todas, estas dos autoras han forjado una alianza que, por lo visto en este primer tomo de esta colección -o sea, sus cinco primeros comic-books- nos va a deparar momentos incluso más sublimes en próximos entregas. Lo que yo os diga.

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[1] Crespo, Borja: “Entrevista a Emma Ríos”, La Guía del Cómic. Fuente: http://guiadelcomic.es/entrevistas/crespo/emma-rios-bella-muerte.htm

[2] Ibídem.