La aguja del dinero en el pajar de la suerte

Falta poco más de un mes para el sorteo extraordinario de Navidad. Otra vez la lotería movilizará a los jugadores habituales y también a los indiferentes. Posiblemente por su relación temporal con la ritualidad religiosa y la parafernalia consumista iluminada con ristras de bombillas colgadas sobre calles, plazas y abetos, que se adoba con el colesterol de los grandes banquetes y la delicadeza social del regalo, el sorteo de Navidad eclipsa al resto porque reparte entre la gente la ilusión de alcanzar un premio. Se sueña con el «gordo», la «pedrea» e incluso con la devolución del dinero para volver a jugar. Y es que la mayoría silenciosa tiene que devolver un préstamo, tributar al Estado y al municipio, atender a la factura consumista que la atenaza.

Hasta el miércoles 22 de diciembre asalariados, pensionistas y demás pobres del país alentarán esta utopía por la que, gracias al azar, podrían abandonar su penuria económica. Veintidós de diciembre, el día del festival monocorde de voces blancas de los niños y niñas del colegio de San Ildefonso de Madrid, día de las alegrías desbordadas de los privilegiados por la lotería, envueltas ellas en delantales blancos oliendo a pescado y ellos en monos azules untados de grasa, sorteo repetido en las radios y televisiones. Espuma de cava para unos pocos, desengaño para los demás. «Pero todavía queda la Lotería del Niño», piensan.

dineroTiempo ilusorio hasta el sorteo. Tiempo de ficciones quiméricas en que volverá a buscarse la suerte sin analizar cuán difícil es hallar la aguja del dinero en el pajar de la suerte. Tiempo para comprar, regalar, intercambiar billetes y décimos de lotería entre la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Tiempo de esperanza y de necesario autoengaño ante el futuro económico que condiciona la vida del trabajador, del hipotecado.

Y también existe un ritual interesado para adquirir billetes en determinadas administraciones de lotería, algunas tan célebres como la de doña Manolita y su hermana en Madrid, Valdés en Barcelona y actualmente la de Sort en Catalunya, que ha sido especialmente favorecida por la varita de la suerte en los últimos sorteos.

La invención de la lotería es italiana y su origen posiblemente genovés. En Francia fue introducida por la ilustre y rica familia florentina de los Médicis. En Alemania funcionaban en el siglo XVII siete loterías del Estado. También se juega a la lotería en los Países Bajos, Australia, Portugal, Dinamarca y en la casi totalidad de América Central y del Sur. No existe, por contra, en el Reino Unido, Suiza, Noruega ni en Estados Unidos.

En el primer sorteo hubo una reclamación

La primera lotería apareció en España en el año 1276, en cuya fecha el rey Alfonso X publicó un Ordenamiento de las tuferías, aunque la que ahora se conoce como Lotería Nacional fue creada por Real Decreto el 30 de septiembre de 1763 por el rey Carlos III (Madrid, 1716-1788): «A imitación de la corte de Roma y de otros países, he tenido por oportuno y conveniente establecer una lotería en Madrid.» Carlos III, cuarto de la casa de Borbón, hijo de Felipe V e Isabel Farnesio, sucedió a su hermanastro Fernando VI, que había muerto sin descendencia. Para ello tuvo que renunciar al trono de Nápoles, que ocupó durante 25 años desde 1735, en favor de su hijo Fernando. Carlos III llegó a España en 1759, acabando con la anarquía aristocrática de los últimos años de Fernando VI. Encargó un ministerio reformista al italiano Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, que atacó los privilegios de la nobleza, de los gremios mayores de Madrid y del alto clero y, como no podía ser de otra manera, semejante conducta se resolvió con el motín de Esquilache en 1766 que provocó su caída. No obstante, pudo ser rehabilitado y desempeñó el cargo de embajador de España en Venecia hasta su muerte en 1785.

El motivo que dio origen a la lotería fue el de poder atender con sus beneficios las obras pías, asilos y hospitales. La vida y costumbres italianas iban a alternar con las francesas, influyendo en las españolas. Esquilache pensó reforzar los ingresos de la Real Hacienda estableciendo en España el juego de la lotería, no al modo español, como se había ensayado esporádica y particularmente en siglos anteriores, sino al estilo italiano, copiando el Lotto o Beneficiata sin modificación alguna. Para tranquilidad de los jugadores, la Hacienda Real, constituida en hipoteca, respondía ante el público de la seguridad del pago de los premios. La administración y dirección de aquella lotería fue encomendada al napolitano José Peya, director de la lotería de la Corte napolitana, instalándose en la calle de Santa María de Madrid, en la que se llamó Casa Dirección.

Aquella lotería denominada posteriormente Primitiva o Antigua, consistía en 90 números de los que se sacaban a la suerte cinco, denominados extractos. El público jugaba a tres números (del 1 al 90). Si acertaba uno conseguía un extracto; si acertaba dos, un ambo, y un terno si acertaba los tres. Los 90 números daban las siguientes combinaciones: 90 extractos, 4.005 ambos y 117.480 ternos.

El primer sorteo de lotería en España se celebró el 10 de diciembre de 1763 hace ahora 251 años. La recaudación por venta de billetes fue de 187.516 reales y 2 maravedís. Los premios importaron 29.475 reales que, con otros gastos cargados al sorteo, como el 5% de comisión a los vendedores, sueldo de los empleados, gratificaciones, impresos y varios, sumaron un total de 53.911 reales, con un beneficio para la Real Hacienda de 133.605 reales y 11 maravedís. Esta lotería tuvo una duración de 99 años, celebrándose 1.340 sorteos.

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Maravedís de la época de Carlos III

Ya en el primer sorteo hubo una reclamación. Un jugador hizo su postura al número 80, según constaba en la petición y registro correspondiente (la lotería no era anónima ni los billetes absolutamente al portador, como en la actualidad), pero le fue entregado un billete del número 70. Tuvo tiempo antes del sorteo para deshacer el error, y aun parece que manifestó su conformidad para aceptar el número 70, pero como salió premiado el 80 en la tercera extracción, que era la que había jugado, presentó un memorial solicitando se le abonase el premio correspondiente. El incidente se resolvió de una manera satisfactoria para el interesado y para la Lotería. No se le pagó el premio, pues no tenía derecho a él, aunque por concesión real se le abonó una «limosna» de la misma cuantía de aquél. Gracias a esta reclamación, se ha conservado entre la documentación del archivo de Simancas el billete original del primer sorteo de aquella primitiva lotería.

Los niños doctrinos del colegio de San Ildefonso

El 9 de marzo de 1771 un niño del madrileño Colegio de San Ildefonso, llamado Diego López, extrajo por primera vez las bolas del «gordo». «En aquella mañana –evocó un cronista– el niño Diego López llegó disfrazado a la napolitana y cantó premio. Le habían vestido una túnica de damasco galonada de oro, que le cubría desde el cuello hasta los pies y le habían encasquetado una inefable peluca blanca y rizada.» La Dirección de Loterías donó 500 reales de limosna al colegio por esta colaboración. Los siguientes alumnos que intervinieron fueron: José Manzano (20 de abril de 1771), Santiago Rubio (1 de junio de 1771) y Cándido Pérez Medel, que habría de ser sacerdote y rector más tarde del colegio (6 julio 1775)

El juego de la lotería fue evolucionando hasta llegar al sistema de bombo de la lotería moderna, instituida por las Cortes de Cádiz en 1811 y desarrollada a gran escala por Fernando VII celebrándose por primera vez en el mes de marzo de 1812, siendo concebida por Ciriaco González y Carvajal. Entre 1812 y 1862, coexistieron en España ambas loterías. En 1812 se creó la Lotería Moderna, aunque siguió funcionando la Primitiva hasta el 9 de febrero de 1862.

Dado el interés demostrado por la gente y los beneficios que rendía al Estado, la lotería jamás se ha interrumpido desde su fundación en 1763. En 1806 la Dirección General de Loterías fue trasladada a Sevilla por hallarse interrumpidas las comunicaciones con Madrid a consecuencia de la Guerra de la Independencia, por lo que la Junta Central Gubernativa del Reino dispuso «que en lo sucesivo, y mientras no se dispone de otra cosa, se ejecuten en Sevilla las diez extracciones ordinarias y dos extraordinarias». El 12 de diciembre de 1812, la Dirección General de la Renta de Lotería pasó a Cádiz, sede de las Cortes constituyentes.

Terminada la guerra con los franceses, la Lotería regresó a Madrid en 1814 durante el reinado de Fernando VII. Un documento muy curioso fechado en dicha capital es la «lista de los números y doncellas para la extracción de la Lotería Primitiva Nacional, que ha de celebrarse en Madrid el lunes 28 de febrero de 1814». Tampoco la guerra civil de 1936 ni el franquismo ni la muerte del general en 1975 lograron romper este rito que es el sorteo de Navidad. Franco, que era renuente al juego en todas sus manifestaciones, toleró, sin embargo, durante los 40 años de dictadura las tómbolas benéficas, las rifas parroquiales, la Lotería Nacional y los cupones de la ONCE.

La Lotería Primitiva o Antigua y la actual no han sido las únicas que ha habido en España. Coexistiendo con aquéllas funcionó otra denominada Lotería de Vales Reales, establecida por Real Orden de 27 de enero de 1815. De las tres loterías que hubo en nuestro país, sólo la Moderna es la que ha llegado hasta nosotros, conocida como Lotería Nacional. En el ámbito estatal ahora se juegan la Primitiva, el Bonoloto y las quinielas, aparte las diversas loterías autonómicas. Y en el europeo, el Euromillón.