La Bella y la Bestia de Jean Cocteau

la_belle_et_la_bete-373825601-largeEnsayista, novelista, poeta, dramaturgo, crítico de cine, pintor… y director de cine entre muchas otras ocupaciones. Jean Cocteau es, por derecho propio, uno de los grandes referentes de la cultura francesa y, tras un hiato de 16 años, en 1946 volvía a dirigir una película que acabaría convirtiéndose en un clásico del cine: la primera adaptación de La Bella y la Bestia.

Un rodaje bastante accidentado, primero por los problemas de salud del propio Cocteau todos ellos de origen infeccioso. No sólo él, sino que el actor encargado de interpretar a la Bestia, su actor fetiche Jean Marais, también tuvo problemas debido al complejo maquillaje que tenía que soportar, que le provocaba eccemas en la cara. Fue el propio Jean Marais quien propuso a Cocteau realizar una película sobre este relato, idea que fue motivadora ya que en la mente de Cocteau siempre estuvo el recrear un mundo onírico, un cuento de hadas. Para ello, la imagen es tratada de forma diferente en el pueblo de Bella respecto al castillo de Bestia, más difuminado y dando sensación de ensueño.

Evidentemente, poco tiene que ver esta adaptación con la muy posterior realizada por Disney, pasada por el habitual tamiz edulcorante de la compañía, con las evidentes mayores facilidades para recrear el mundo mágico y con una polarización mucho más marcada de los personajes de Bestia y el de Avenant, Gastón en la versión Disney. En la versión moderna era un villano de libro, debido a esa imperiosa necesidad en Disney de que el “malo” sea muy “malo” y el “bueno” muy “bueno”, para que no quede rastro alguno de dudas.

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En cambio, en el relato de Cocteau las motivaciones de Avenant son similares, conseguir el amor de Bella, pero sus métodos no son tan expeditivos. Asimismo, la Bestia de Cocteau llega a parecer casi vampiresca, con apariciones deslizándose desde las sombras como si fuese una recreación peluda del conde Orlock de Max Schrek. Mayor todavía es la diferencia de Bella, que aquí no es una muchacha tan cándida y con una mirada ardiente insoportable para Bestia, quien limita sus encuentros por miedo a ser devorado por sus ojos.

Nadie puede dudar viendo esta película de la vertiente poética de Cocteau, impresa en cada rincón del mágico castillo de estatuas y objetos vivientes. También en las interpretaciones de Jean Marais, Bestia y Avenant, y de Josette Day como Bella, teatralizadas y desnaturalizadas en sus encuentros en los que parecen mirar al infinito para que sus ojos no se crucen. Una historia de amor quizá algo diferente, aunque esencialmente clásica, y con una pequeña sorpresa final cuando Bestia recupera su forma original, que deja un toque de picante en la reacción de Bella.