«La hipoteca de nuestra vida», seleccionada por segundo año consecutivo como lectura obligatoria

Dentro de todas las clases de expresiones artísticas, las que menos abundan son ésas que sortean la ITV del tiempo sin el menor problema. Así sucede con La hipoteca de nuestra vida, una obra de teatro escrita por Juan Soto Viñolo y Carmen Lloret. Pero ¿qué es lo que hace que esta obra dramática porte el sello de la atemporalidad? Estando enmarcada como un aviso de la crisis que vivimos desde hace una década, se podría argumentar que se trata de una obra fijada en un espacio temporal definido. Sin embargo, lo que en realidad consigue es destapar una situación cíclica que ya dura décadas y, por desgracia, está siempre presente en nuestra sociedad. Los que especulan y atan correas en corto nunca han dejado de ser los mismos, aunque cambien de collar. También lo es un pueblo que, da igual si por internet, la televisión o el boca a boca, nunca deja de caer en las mismas trampas, ya sean créditos, prestamos o, lo aquí expresado: una hipoteca.

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Enfocada desde un plano tragicómico, sus autores forjaron una claraboya humorística desde la que la percepción cobra mayor dramatismo. Los protagonistas, Óscar y Cristina, están de noche de bodas. Se instalan en su piso nuevo. La vida les sonríe. Un bebé en el horizonte. El pack de la felicidad, bien surtido. Nada puede salir mal. Sus vidas responden al modelo instaurado. Vida de anuncio. Pero un sólo paso en falso y todo se desmoronará.

La obra airea unas costumbres que nunca han cambiado ni lo harán. Su misma clarividencia es la pauta que define el fin último de toda verdadera obra de arte: la verdad universal. Y la expresada en esta obra está ensamblada con tal riqueza e intenciones que, un año más, ha sido seleccionada por el Instituto de Educación Secundaria de Cheste (Valencia) para formar parte de su plan de estudios. O lo que es lo mismo: para que los niños descubran los valores del teatro. ¿Puede haber mayor reconocimiento que éste? Lo dudo, y más si nos fijamos en cuáles son el resto de obras con las que comparte tal honor. Así, la obra de Carmen Lloret y Juan Soto Viñolo está acompañada nada menos que por Rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, Sonata de estío de Valle-Inclán y La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. En total, cuatro clásicos de nuestra literatura de los que La hipoteca de nuestra vida forma parte por derecho propio. Porque solamente lo escrito con verdadera profundidad de campo es capaz de originar cuestiones como si la mayor parte de las deudas que el cobrador reclama a Óscar y Cristina se basan en compras imprescindibles para una vida digna o hacer reflexionar al lector sobre la relación de las ideas expuestas al final de la obra con la situación económica y social actual en España. Preguntas de este calado son sólo algunas de las incluidas en el cuestionario final sobre esta obra: la mejor puerta de entrada posible para todo niño de nuestra generación. O lo que se entiende como una llave maestra hacia un mundo tan especial como el Teatro. Gente como el profesor Antonio Espejo son sabedores de esto y, de ahí, volvemos a celebrar que, gracias a su sensibilidad y buen gusto, La hipoteca de nuestra vida vuelva a ser reclamada como lo que es: un clásico de nuestra era y de todas las siguientes.