La Mujer del Faraón – La última película alemana de Lubitsch

PortadaPerdida durante décadas, la laboriosa reconstrucción de La Mujer del Faraón (Das Weib des Pharao, 1922) llevó algo más de cinco años, rebuscando entre filmografías y uniendo diversas copias, siendo la que mayor parte del metraje ha aportado una hallada en Rusia en los años 70, a la cual le faltaban unos 55 minutos del metraje original, faltando principalmente escenas de romance. Estas escenas fueron añadidas, principalmente, desde una copia italiana que la George Eastman House había adquirido en 1998. Pese a los ímprobos esfuerzos de Thomas Bakels, principal responsable del proyecto, a la versión restaurada le falta unos 600 metros de película del original, siendo el total de 2.976, y para parte de las escenas faltantes, de las cuales se conocía su contenido, se optó por usar fotografías originales del rodaje, añadiéndoles intertítulos descriptivos para poder seguirla historia.

La restauración consigue que recuperemos esta parte de la historia del cine, siendo la última película que Ernst Lubitsch rodó en Alemania antes de emigrar a los Estados Unidos, llevándola bajo el brazo como carta de presentación. El éxito fue tan rotundo que consiguió que Lubitsch ya no tuviera que volver a su Alemania natal. No en vano, La Mujer del Faraón era una súper producción de la época que se reflejaba en sus fastuosos decorados y sus centenares de extras que llenaban la pantalla de vida.

La película narra la historia del faraón Amenes, quien está a punto de recibir la visita del rey de Etiopía, Samlak. Éste viaja con un presente para el faraón: su propia hija, el objetivo es concertar el matrimonio para poder así unir ambos reinos. La hija de Samlak tiene su propia corte de esclavos, quienes la acicalan para el encuentro, y entre ellos está la esclava griega Theonis. A la vez, Amenes ha mandado construir una sala de tesoros, siendo Sothis su arquitecto. Mientras, Ramphis, hijo de Sothis, se encuentra con Theonis enamorándose casi al instante. Ambos huyen y se refugian en la sala de los tesoros, pero son descubiertos y la pena por entrar en ese lugar prohibido es la muerte. El faraón Amenes, prendado de los encantos de Theonis, acepta conmutar la pena de muerte de Ramphis por trabajos forzados a perpetuidad, a cambio de que Theonis acepte ser su esposa. Samlak, que ve frustrado su plan de unir los reinos y que además siente que le han arrebatado una esclava, amenaza con la guerra.

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La palabra que mejor define a La Mujer del Faraón es grandilocuencia. Sorprende sobremanera los cuidados escenarios, la puesta en escena y las escenas multitudinarias, donde centenares, o miles, de extras aparecen en pantalla dando totalmente la sensación de estar en el antiguo Egipto. Además, Lubitsch da una verdadera clase magistral de cómo rodar y montar una epopeya, dando buena fe de por qué podemos considerarlo como uno de los padres del cine y por qué el mismísimo Billy Wilder contaba que, cuando se encontraba con algún problema al rodar una escena, siempre pensaba “¿Qué hubiera hecho Ernst Lubitsch?”.

Al margen de la epopeya bélica, La Mujer del Faraón es una película de amores no correspondidos, pero que, pese a todo, son respetados hasta casi su punto y final. El faraón quiere ganarse el amor de Theonis, no obligarla ni tratarla como a una esclava, y pese al rechazo inicial de ella, él la defenderá ante el mismo rey de Etiopía, aunque ello ponga en peligro a su propio país. Sin duda, una película a la que merece la pena acercarse para seguir indagando en los orígenes del cine, y para conocer un poco mejor a ese genio de nombre Ernst Lubitsch.