La pesadilla del escritor

¿Qué necesita un escritor para escribir? Muy poco.

El utensilio de escritor – una pluma, una máquina de escribir, un ordenador -.

Tiempo, o lo que es lo mismo, dinero para disponer de ese tiempo.

Un lugar donde escribir en soledad.

Tranquilidad.

Aparentemente todo lo que tendrá Alex Rose (Ben Stiller), escritor, si adquiere el fantástico, diáfano, luminoso y rebajado dúplex (Duplex, Danny Devito, 2003).

Cuando Alex y Nancy Kendricks (Drew Barrymore) visitan por primera vez el dúplex, guiados por Kenneth, el agente inmobiliario (Harvey Fierstein) se quedan boquiabiertos: se trata de un impresionante edificio histórico con carácter e innumerables posibilidades. Alex, al ver el espacioso salón de la planta baja, todo de roble del siglo XIX, sabe que ésa es la casa donde escribirá su gran obra. Sin embargo, el dúplex tiene un pequeño inconveniente: la inquilina del inmueble, la anciana señora Connelly (Eileen Essell), que tiene un contrato a perpetuidad en el apartamento de la segunda planta.

La joven pareja valora la situación: la casa es maravillosa y el precio, una ganga. La encantadora señora Connelly debe rondar el siglo de edad. ¿Cuánto más puede durar? Sólo tienen que esperar unos años, quizá meses, si hay suerte, y la viejecita se irá al cielo.  Y ellos gozarán plenamente, y a solas, de su parcela de paraíso.

¡Vendida!

Aparentemente, la joven pareja lo ha conseguido. La vida les sonríe. Se quieren. Tienen una casa preciosa. Estabilidad económica -sí, aunque parezca mentira en Estados Unidos, hay gente que se gana la vida escribiendo libros-. Por su parte, Alex tiene todo lo que un escritor necesita para crear: un ordenador; el tiempo necesario para escribir su novela; un lugar donde escribir en soledad -la planta baja del dúplex- y, por último, ¿tranquilidad? No, tranquilidad no.

003DPX_Ben_Stiller_008
¿El bloqueo del escritor? No. ¡Los vecinos!

Alex desconoce que el peor enemigo de un escritor son los vecinos. Pues bien, la señora Connelly vale por mil de ellos, y de los peores. Cada vez que Alex intenta ponerse a escribir la anciana está allí para interrumpirlo. Al principio, simplemente necesita que alguien le eche una mano con alguna chapuza doméstica, que le tire la basura acumulada durante días, o que la acompañe a comprar. ¿Y quién está siempre en casa, disponible? El escritor que, por otro lado, aprovecha cualquier momento de calma y tranquilidad para echarse una siestecita. En fin, lo que al principio son unas pequeñas molestias que distraen a Alex de su labor literaria, acaban convirtiéndose en una espiral de contrariedades, que no sólo impedirán que Alex pueda escribir en su propia casa, sino que directamente le será imposible vivir en ella. A todo esto, Nancy se queda sin trabajo por culpa de la ancianita y el escritor queda como único pilar económico de la pareja. Algo realmente muy arriesgado.

Sin haber podido escribir prácticamente nada hasta el momento y con la fecha de entrega pisándole los talones, Alex huye del dulce hogar para refugiarse en una taberna atestada de gente, donde encuentra por fin la calma para escribir su obra de un tirón. Pero el desastre se avecina. Su novela está a punto de desaparecer para siempre. Y no debido a que su ordenador se colapse y se autodestruya -la peor pesadilla de todo escritor-, no, porque Alex no usa Pc, sino un Mac, sino que al llegar a casa la señora Connelly grita que hay una rata en su apartamento. Alex sube a ayudarla, deja su portátil sobre la mesilla y, sin poder hacer nada por evitarlo, ve como la señora Connelly lo arroja a las llamas de la chimenea con el propósito de aplastar a la rata que, de hecho, huye en dirección contraria y que no es más que un inofensivo ratoncito. Alex, en un último intento por rescatar su obra de las llamas, agarra el ordenador y se dirige a la calle, con tan mala suerte que tropieza en un escalón y el ordenador cae sobre el frío asfalto … segundos antes de que le pase encima un camión gigantesco y lo deje siniestro total. El sueño de Alex de convertirse en un escritor reconocido yace, ahí mismo, hecho pedazos.

duplex_film_riverdance
La señora Connelly en acción.

Cualquiera podría pensar que la película acaba aquí. Pero la vida de los escritores sigue, a pesar de que sus obras no se publiquen o sean destruidas por culpa de los malditos vecinos. Sus sueños se han desmoronado, aunque…

…como dice siempre mi padre: “todo es literatura”. Y lo que fue una desgracia para Alex y Nancy, un verdadero calvario el que les hizo pasar la señora Connelly, se acaba metamorfoseando en, nada más y nada menos que ¡un bestseller!