Laimbeer & Mahorn: el origen del «estopa mix»

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Laimbeer: cuando quería lloraba.

¡Qué tiempos aquellos!, ¡Cuántas miradas asesinas! ¡Qué odio se tenían entre los bandos rivales!  En unos tiempos donde impera la deportividad hasta niveles ridículos, -no hay más que recordar al petardo de Rafa Nadal diciendo que Federer era mejor que él, tras ganarle en Roland garros- recuperar a dos ilustres leñadores de la NBA de esta alta alcurnia resulta hasta necesario. Porque en aquellos aguerridos años de “showtime” y “hostias como panes”, Bill Laimbeer y Rick Mahorn ejemplificaron mejor que nadie esta segunda opción; y de qué manera… Bufff, y es que la leña repartían estos dos personajes…

El paradigma del “estopa mix”, Rick Mahorn y Bill Laimbeer coincidirán entre 1985-1989, años en los que los Detroit Pistons gestarán su leyenda como “Bad Boys”; o lo que es lo mismo, de terroristas disfrazados de jugadores de baloncesto con licencia para repartir castañas a troche y moche; y si no, que se lo pregunten al guapo de Jordan cuando Mahorn lo agarró de la espalda tirándolo al suelo en pleno salto o cuando el mismo angelito le metió un puñetazo en la espalda a Larry Bird estampándolo contra la lona. Por la parte de Laimbeer, que más bien parecía un engendro escapado de una película de los hermanos Farrely -¡ese peinado a la raya!, bgrrrrr-, en 1991 llegará a contar con un videojuego para la Nintendo basado en su manera tan delicada y elegante de jugar: el demencial Bill’s Laimbeer Combat Basketball (1991). Sinceramente, creo que el título lo dice todo… Por otro lado, Laimbeer dejará grabado en letras de oro su inequívoca forma de protestar todo tipo de falta que le marcasen. Sobrecogedores gestos lastimeros, ver a este gigante llorar más, y mejor, que Romay se convertirá hasta en portada de la Sports Illustrated.

La pareja que certificará la rotundidad de unos Pistons que se harán impenetrables en la pintura en la segunda mitad de los ’80, no hay más que recordar a compañeros tan ilustres del “no me mires mal que te dejo la mano marcada” como John “la araña” Salley y el díscolo Rodman -que acabará de compañero de Van Damme en esa obra maestra del “bodrio film & chips”, Double Team (1997)…- Con semejante elenco de torturadores de rodillas, y cualquier tipo de ligamento, los Detroit llegarán a convertirse en la alternativa real de unos Celtics que a finales de los ’80, precisamente, cederán su supremacía en la Costa Este a unos Pistons en los que Laimbeer y Mahorn representaban una filosofía marcial, sin contemplaciones, que les llevarán a ganar el anillo de la temporada 1988-89 frente a unos Lakers que se verán desbordados ante la manita de un Laimbeer, experto en clavarlas desde los 7’25, y la defensa criminal que llevará a cabo Mahorn ante un Worthy más despistado que la Rana Gustavo en una peli de Lars Von Trier. Los Pistons llegarán a ganar el anillo al año siguiente, aunque esta vez sin Mahorn, que  no será incluido entre los ocho jugadores a poder retener ante la posibilidad que la nueva franquicia, Minnesotta Timberwolves, se llevara al jugador que quisiera. Al final, Mahorn no llegará a jugar con Minesotta, acabando en Philadelphia, donde acabará formando una dupla junto a “el gordo” Barkley sin el menor desperdicio. Cansado del protagonismo del “gordo” de marras, Mahorn decidirá pirarse a Italia un año para volver a reverdecer laureles. Y que mejor manera que al lado del gran Dino Radja en la Virtus de Roma, llegando a ganar la Korac del ’92, tras eliminar por el camino al Forum de un tal Sabonis. Sólo recordar las miraditas que se regalaban estos dos mancuernos de espalda inifinita, daría para un buen programa del corazón…

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Mahorn en un mundo de mujeres. Definitivamente, ese no era su lugar…

Tendrán que pasar muchos años para que la feliz pareja “ay, qué ganas de darte un collejón”  vuelvan a compartir proyecto, entre 2005.08, esta vez como, ejem, entrenadores de las Detroit Shock, el equipo femenino de la WNBA. Como no podía ser de otra manera, nuestros ilustres camorristas baloncestísticos volverán a hacer de las suyas; y más, en concreto, cuando  en 2008, durante un partido entre su equipo y Los Angeles Sparks de Lisa Leslie, Mahorn, ni corto ni perezoso, aproveche una reyerta en el campo para plantarse dentro de la cancha y soltarle un soplamocos a la gran estrella del equipo angelino. Vamos, todo un angelito… Quizá debió ser que le subió la bilirrubina tras ver que el entrenador del otro bando era su archienemigo de los ’80, Michael Cooper, o que ese día a Mahorn se le dio por recordar los viejos tiempos junto a su fiel amigo de correrías en los Pistons ochenteros. Lo cierto, es que la manera de entender el baloncesto de Mahorn y Laimbeer -no es que sólo metieran leches, sino que, antes que nada, eran unos defensores de tomo y lomo- cambiará el baloncesto para siempre, plantando la semilla que derivará en todo el baloncesto físico que impera desde hace dos décadas -en el que antes te chutan una buena ración XXL de anabolizantes que enseñarte a botar…-, y que, saltando el charco, germinará en todo su esplendor en la infumable Copa de Europa del ’93 ganada por el Limoges del amigo Maljkovic. Pero esa es otra historia tan deleznable que mejor la sacamos cuando los amigos del PP vuelvan a instaurar los dos rombos… Por supuesto, en internet también; no vayan a ver los niños a Mahorn y Laimbeer con esos pantacas ochenteros “marca-garrote” que tanto empleaban. Y no penséis cosas raras, ¡hombre ya!