Las locas de Jaime Hernández: «Chapuzas de amor»

Chapuzas-de-amor foto 1Qué suerte que un día de hace unos diez años, a la gente de La Cúpula se les ocurrió la bendita idea de empezar a editar en España la obra de Jaime Hernández, sin lugar a dudas el más grande del mundo del cómic desde el triste día que el emperador Osamu Tezuka decidió ser un dibujo más de sus viñetas de ciencia-ficción. En lo que se refiere al mundo real, Hernández sigue siendo el gran cronista de un mundo de mujeres fuertes, que dejan el mundo masculino a la merced de una feminidad autónoma, cosida con la fuerza que otorgan las cicatrices de las malas experiencias y el choque constante contra la incomprensión. De hecho, Jaime Hernández es el equivalente del gran Mizoguchi en el mundo de la historieta.  Más allá de su reivindicación constante de la mujer, resulta imposible no encontrar puntos también en común entre estos dos genios del arte, y más con el paso de los años, tal como en la forma de Hernández para depurar cada vez más su técnica expresiva. Menos bocadillos, más expresión fílmica, pero con la pausa oriental. Las esquinas del tiempo son las de sus viñetas, y a través de ahí nos muestra la vida en su esencia más pura, real, pero también tierna, divertida, horrenda y neorrealista. A diferencia de su hermano, Beto, no existe ni una pizca de realismo mágico en sus historias. Hernández no busca adornar los hechos, tampoco busca la empatía, más que nada porque no le hace falta: sus propios personajes literalmente son nuestros vecinos, familiares y amigos. Lejos del barrio de Hoppers, personajes como Maggie y Ray Dominguez son siempre universales. En “Chapuzas de amor” (La Cúpula, 2015), Hernández lo vuelve a demostrar por enésima vez, y mejor que nunca. Tras más de tres décadas dando vida a Maggie, trasciende de forma totalmente sincera el conocimiento que Hernández tiene de sus creaciones de lápiz de papel; en su caso, siempre de carne y hueso. La evolución no es una característica en ellos, si eso en momentos puntuales que van proporcionado nuevas arrugas a sus existencias. Mostrar la vida no es tan sencillo, ni tampoco tiene que ser un oasis de insipidez tan petulante como “Boyhood” (2014). Ni de coña. Jaime siempre nos ofrece una esperanza, porque sabe que dentro de todos nosotros habita un pequeño loco esperando a escapar para despertarnos con más fuerza a la vida, a lo inesperado. Y qué mejor manera de recordarnos esto que a través de las inseguridades siempre latentes de la adorable Maggie, protagonista principal de esta nueva obra maestra a añadir a nuestra colección de “Locas”. En este episodio de su vida, Ray Dominguez vuelve a entrar en su vida. Mientras se tantean para no volver a hacerse daño, de una forma tan real como la vida misma, aparece Calvin, el hermano perdido de Maggie, una presencia inquietante y definitiva del que podremos conocer el porqué de su estado actual a través de unos flashbacks memorables en la infancia de Maggie. Durante este viaje al pasado, salen a la luz dos momentos muy sintomáticos: la separación de los padres de Maggie y una escena terrible de pederastia entre niños. Este segundo suceso quizá sea uno de los puntos culmen de toda la obra de Hernández, que describe la inconsciencia infantil, de la falta de conocimiento de los actos, con una sequedad que por su naturalidad resultan más terribles, si cabe. En ningún momento se juzga, simplemente se expone, pero también las consecuencias que acarrea este acto grabado para toda la vida. Lógicamente, para alcanzar tal grado de depuración narrativa, la secuenciación en las viñetas es tan fluida que, en cualquier momento, podríamos aparecer dentro de una, simplemente al pasar de página.

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Una nueva muesca de genio dentro de un todo monumental, “Chapuzas de amor” no sólo muestra a Jaime en el pico de su arte, sino que llega a mirar de tú a tú a su etapa más sembrada, la del tercer volumen de “Locas”, tal como fue editado en España. Sin duda, noticias más que fabulosas para todos los que sentimos el mono permanente que deja el vació entre publicación y publicación de sus cómics, que esperemos que no dure mucho. Tras saber de cómo le ha ido a nuestra vieja amiga Maggie, ahora toca saber de la madurez atípica de Hoppey Glass. Mientras tanto, toca devorar “Chapuzas de amor” como se merece, viñeta por viñeta, trazo por trazo, mirada por mirada, sonrisa tras sonrisa. Sencillamente sublime.

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