Las Tres Luces – El hombre contra la muerte

PortadaLa labor de restauración que la Fundación Friedrich Wilhelm Murnau ha llevado a cabo, hace mucho tiempo que ha sido merecedora de todas las alabanzas posibles por hacer rejuvenecer a clásicos imperecederos. Pese a su nombre, no se centra únicamente en la filmografía de Murnau, sino que su labor se ha extendido a más directores. Entre ellos no podía faltar Fritz Lang y una de sus obras que, aunque quizá no sea de las más conocidas a nivel popular, sí que podemos considerarla una de las películas más influyentes de la historia del cine: Las Tres Luces (Der Müde Tod, 1921).

Para respaldar tal afirmación recordaremos que Luis Buñuel contaba que fue el visionado de esta película, durante su estancia en París, lo que le impulsó definitivamente a ser director. También se cita a Hitchcok, Truffaut o Godard como directores influenciados por Las Tres Luces, y mucho más evidente es la referencia de El Séptimo Sello (Det Sjunde Inseglet, 1957) de Ingmar Bergman, cuyos paralelismos son bastante evidentes, tanto en la historia como en la actuación de Max von Sydow como La Muerte, claramente similar a la de Bernhard Götzke en Las Tres Luces.

Fritz Lang nos narra la llegada de dos jóvenes, alegres y joviales, a un pueblo, al mismo tiempo que un tercer forastero, que resulta ser La Muerte, también hace acto de presencia y solicita comprar un terreno justo al lado del cementerio. Como el dinero se ha convertido en un pilar de la sociedad, los habitantes aceptan venderle el terreno y éste levanta un enigmático muro, carente de entrada, alrededor. Imagen magnética la de Bernhard Götzke meditando justo delante de su muro, enigmática e intimidadora, merecedora de un cuadro expresionista. Sólo él conoce la entrada, sólo él es el Caronte que te puede guiar al interior, ya que traspasar el muro representa el acto de morir. Enigmático y amenazante para los humanos.

La Muerte reclama la vida de uno de los dos recién llegados, y su acompañante, su pareja, le suplica que le devuelva a la vida. Acepta dejarle traspasar el muro y ver el interior, donde una infinidad de enormes velas representa la vida de cada ser humano. La imagen es desgarradora, La Muerte, hierática, camina entre las velas y se muestra apesadumbrada por su labor, reclamar la vida de los seres humanos, y le ofrece un trato a la joven: Hay tres velas cuya llama están a punto de agotarse, si consigue salvar una sola de las tres La Muerte resucitará a su amado. La pregunta que nos plantea Fritz Lang es la misma que Bergman formularía casi 40 años más tarde ¿Se puede vencer a la muerte? Realmente es la pregunta vital que todos nos hacemos, un enigma tan antiguo como la poca humanidad que el genio alemán nos presenta representado en una vela.

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Las Tres Luces está representada de forma episódica, y las historias de las tres velas corresponden a tres culturas distintas. De esta forma primero viajamos a la cultura árabe, después iremos a Italia y terminaremos visitando tierras orientales. Tres historias, tres culturas y muchos nexos en común entre ellas, demostrándonos así Fritz Lang que, aunque con nuestras diferencias, lo más esencial del ser humano es universal: el amor y el odio. Las tres historias cuentan con espectaculares decorados y una ambientación más que notable, aunque seguramente destaque más la desarrollada en China, por su uso de artesanales efectos especiales que, posiblemente, influyó a muchas películas posteriores.

La lucha entre el hombre y La Muerte parece tener su resolución escrita desde el principio, como si el destino fuese inalterable, pero la cinta cuenta con suficientes elementos como para mantener el interés y la empatía con la pareja protagonista.

Oscura, tétrica, atrayente y enigmática, Las Tres Luces no es más que una confirmación de que Fritz Lang pertenece, por derecho propio, al olimpo cinematográfico.