¡Lo siento, no oigo nada si dispara mientras habla!

Dijo una vez el implacable filósofo alemán Friederich Nietzsche (1844-1900) “sin música la vida sería un error.” Nada más cierto. Pero ¿qué hay del humor? ¿Qué sería la vida sin humor? Un error, por supuesto. Un desierto,  un infierno,  un valle de lágrimas, un desolado campo de flores marchitas, de bocas melladas y de jorobas palpitantes. Un drama todo, vamos.

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«¿Qué me pasa, doctor?» de Peter Bogdanovich

Todavía no entiendo por qué y, de hecho, espero no llegar a entenderlo nunca, la comedia es vista por muchos como un género menor. ¿Por qué, cuando el humor representa, lo menos, la chispa de la vida? Ésa misma que prende la llama del loco amor – La fiera de mi niña, ¿Qué me pasa, doctor? -. ¿Por qué, cuando nos enseña de forma tan honesta como mágica la alegría de vivir? – Amarcord, Milagro en Milán -. ¿Por qué, cuando la comedia ha superado en muchas ocasiones la crítica que pretendía el drama? – Tiempos modernos, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, Un, dos, tres -.

“- Y ahora, amigos míos, antes de empezar el programa musical el capitán Spaulding ha accedido amablemente a relatarnos algo de su viaje a África, capitán Spaulding (aplausos).

– Amigos míos, voy a hablarles del enorme continente conocido por el nombre de África. África es la tierra de Dios, por muchos años. Sí, señor. Salimos de Nueva York, borrachos por la mañana del día 2 de febrero. Después de quince días en el agua y seis en el barco, por fin llegamos a las costas de África. En seguida nos adentramos 400 millas en el corazón de la jungla, donde maté a un oso polar. Ese oso medía dos metros, de la cabeza a los pies…

– Perdóneme capitán, un momento, un momento… Siempre he creído que los osos polares vivían en los hielos del norte.

– ¿Ah, sí? Pues este oso estaba anémico y no soportaba un clima tan frío. Era un oso rico y podía permitirse cambiar de clima en invierno.”

El humor es algo maravilloso. Tan renovador, tan regenerador, tan reconstituyente, como un yogur con bifidus o, mejor, un polvete matutino. ¿No te sentiste nuevo, después de ver ¡Qué ruina de función!, tras observar las idas y venidas amorosas de esos actores que representaban una comedia más hilarante entre bambalinas, que en el mismo escenario? El humor infunde buen ánimo, más que suficiente para que tires a la basura el bote de pastillas con el que pretendías acabar con tu vida. Vuelve a ver Todos dicen I love you y querrás seguir viviendo. No hay nada como la comedia, es el arco iris que ilumina nuestra existencia. ¿Qué puede haber mejor que reírse a carcajadas en una sala de cine junto a cien personas más? El humor puede también conseguir lo inalcanzable: que un psicópata genocida la viva encarnación del diablo, se ría de sí mismo – El  gran dictador -.

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Charlot mira atónito el salvaje masaje terapéutico en «El balneario».

Debí poner yo la misma cara que puso Chaplin en El balneario, la primera vez que fui a hacerme un masaje terapéutico. El masajista era un teutón de metro noventa que por poco me parte en dos. Poco faltó para que me diera un ataque de risa, porque cuánto más me lastimaba, más recordaba la imagen de El balneario, en la que Chaplin observa estupefacto cómo el masajista arrea al enclenque cliente tal somanta de golpes y puñetazos, que casi lo mata.

Aquellos que, con tanto ahínco ningunean el humor, no sólo carecen de él, sino que no lo comprenden. En Senderos de gloria el Coronel Dax y su regimiento deben conquistar la colina de las hormigas, un objetivo imposible que conducirá a sus hombres a una muerte segura, lo que, por otro lado, no parece importar a los altos cargos militares. Al alba el Coronel Dax da la orden de ataque y la primera compañía se lanza al campo de batalla. A las imágenes del combate les acompaña el atronador ruido de los cañones y las metralletas. El coronel sigue avanzando hasta que, con la mitad de los hombres exterminados, se pregunta dónde está la siguiente compañía que debía respaldarlos. Vuelve a las trincheras y descubre que la compañía B ha permanecido allí, porque, literalmente, era imposible abandonar las trincheras. Lo han intentado tres veces, todas con el mismo resultado: la mayoría de los hombres han caído heridos. El coronel grita: “¡Venga, hay que intentarlo otra vez!” Sopla su silbato y, mientras sube la escalera que conduce al campo de batalla, le cae encima un soldado muerto. Con esta imagen, el brillante Kubrik nos arranca una carcajada en uno de los filmes más duros de la historia del cine. Sí, el humor puede mostrarnos con suma sutileza y claridad algo tan profundo como lo absurdo de la guerra.

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Frank Drebin, el policía más patoso

Y hablando de absurdos, ¿recuerdas Agárralo como puedas? Bautizada como The naked gun, su director sigue la línea que abrieron Mel Brooks con La loca historia del mundo o La loca historia de las galaxias, y el propio David Zucher junto a Jim Abrahams y Jerry Zucker con Top Secret y Aterriza como puedas, y que continuaría más tarde, repitiéndose más que el ajo con las innumerables Scary Movie.

A diferencia de las anteriores, Agárralo como puedas ha sabido envejecer. Nadie diría que es una película hecha en 1988. Carece de la típica textura ochentera, cuando parecía que, en lugar de hacer películas con celuloide, utilizaban rímel. Ésta posee una textura fresca, como la cara recién lavada por la mañana de una quinceañera sin acné. Coincide con las demás en un escaso y simple argumento, en el caso de Agárralo, casi imperceptible: la investigación policiaca del teniente Frank Drevin (Leslie Nielsen) – el policía más torpe de la historia del cine después del Inspector Clouseau -, que, partiendo de un caso de drogas, le conducirá a un atentado contra la mismísima reina de Inglaterra, interpretada y caracterizada estupendamente por Jeannette Charles. Con un guiño a las películas de detectives de la época dorada del cine negro… Pero, un momento, capitán Spaulding, un momento. ¿Qué estoy haciendo? ¿Intento, de veras, analizar Agárralo como puedas, la quintaesencia del cine del absurdo? No, lo siento, pero no es posible. Esta película está hecha única y exclusivamente para descojonarse de la risa. Y vaya si lo consigue. ¡De principio a fin! Leslie Nielsen tiene la cara perfecta para provocar un ataque de risa con una sola mirada[1]. Aún me acuerdo de la primera vez que vi el filme. Fue en el cine. Nunca me he reído tanto viendo una película. De hecho, acabé cayéndome de la butaca por un ataque de risa. Casi me hago pis.

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Por cierto, para aquellos que todavía no hayáis visto la película, sólo os diré una cosa: Enrico Pallazzo.



[1] Pocos lo han conseguido. Entre ellos Buster Keaton, Charles Chaplin, Peter Sellers  o Bill Murray.

Un comentario en «¡Lo siento, no oigo nada si dispara mientras habla!»

  1. !Descacharrante! !Qué recuerdos! !Aún me sigo partiendo la caja! Y sí, !viva la comedia loca!
    La primera vez que vi la secuencia de de «Enrico Pallazzo» me pasé un rato tan laaaaaargo escojonándome que casi tengo que llamar a Urgencias…

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