Los Bichos: “In Bitter Pink” (Ohiuka, 1991)

Los bichos in bitter pink¿El White Album (Parlophone, 1968) del punk-rock? ¿El mejor disco de rock & roll facturado en España? Un aluvión de preguntas pueden asaltar la mente al acabar el inolvidable recorrido por el que nos transportan Josetxo Ezponzeda y los suyos a lo largo del mastodóntico In Bitter Pink (Ohiuka, 1991).

Nuestro Johhny Thunders peninsular, la abrumadora apropiación que Josetxo hace del legado proveniente de la escena neoyorkina pasa por ser el homenaje más completo a todas las diferentes tonalidades punk que se cocieron al fuego de la Velvet Underground, Suicide, Television, New York Dolls y los Ramones. El resultado de triturar el sonido de estas bandas en un aquelarre de rock & roll sin medida; sinceramente, escuchar este doble LP de un tirón nos enseña más sobre la historia del punk que la mejor enciclopedia posible.

Bocanadas de garage, exabruptos noise, dentelladas punk rock, arrebatos glam, sangrías de música industrial, cohetes teñidos de power-pop, da igual la bifurcación tomada por esta banda vasca; todo suena punk.

Concepto, imagen, sonido y canciones, los Bichos lo tenían todo para haber transcendido como una de las bandas más importantes del final del siglo XX, y no sólo a nivel nacional; sin embargo, nacieron en el sitio equivocado y en el momento erróneo. Una rara avis, junto a Cancer Moon, en total contraposición al Rock Radical Vasco facturado en Euskadi; por medio de esta obra cantada completamente en inglés, Los Bichos dejarán tras de sí un cuerpo hermoso, a contracorriente y suicida, que, con el paso del tiempo, deberá trascender como el testimonio de punk más inteligente, intenso y diverso entre todo el surgido en el País Vasco, y el resto de España, durante los años ’80 y ’90. Y es que con semejante arsenal de canciones… La urgencia endiablada de ”Worms”, la maquinaria infernal de “Broken-legged-rythm-gun-Suzie”, el afterpunk psicótico de Go, fish, go!!, las desarrapadas reinterpretaciones del “Holocaust” de Big Star y el “Je t’aime…moi non plus” de Serge Gainsbourg, los himnos de alcantarilla -“Fuelled by desire”-. Los veintisietes cimientos que componen este monumento al arrebato más visceral, expuesto desde las tripas, supone una de las reivindicaciones más necesarias que se deban hacer de una pieza discográfica en este país. Y es que sólo tocarla, quema; hace pupa de la buena.