Los Desheredados: «El Cantante de Góspel» de Harry Crews

 

 

El cantante de gospelUno de los grandes acontecimientos literarios ocurridos en España durante estos últimos años, la gradual edición en castellano de lo más granado de la obra de Harry Crews no podía llegar en mejor momento. Presdigitador ¿deformador? de un elenco de personajes grotescamente auténticos, entre sus páginas siempre podemos asistir a un baile de horror tan cercano, creado por los propios hombres: por el granjero racista, el redneck asqueado o el culturista unineuronal. Ralea mayor de esa rara estirpe de escritores donde la descarnada realidad y la poesía más sincera van íntimamente unidas de la mano, al acabar la lectura de “El Cantante de Góspel”, uno no puede más que preguntarse cómo pudo tardarse tanto en publicar esta obra entre las estepas peninsulares. Primo lejano de John y Dan Fante, Selby Jr., Boris Vian y Edward Bunker. Acercarse a la prosa de Crews resulta una de los actos más espeluznantemente bellos que se puedan sentir. Letras en sangre, escupiendo bocados de cegadora suciedad, la  poesía  bipolar de Crews alcanza su mayor de sinceridad en su debut literario: “El Cantante de Gospel”, publicada originalmente en 1968.

El paradigma de cuando la ficción supera la realidad, la propia vida de Crews daría para una de las biografías más descarnadas y alucinantes que se pudieran leer: marine, motero, karateka y, sobre todo, escritor al límite. Tras ver morir a su hijo ahogándose en la piscina de casa, Crews sentirá un deseo irrefrenable de abrirse un canal en el pecho para dar salida a los ríos de dolor que lo calcinaban por dentro. Así, “El Cantante de Gospel” exhala un caudal de emociones en la frontera de lo exacerbado, con la ira, la rabia, el sinsentido de la religión y la locura como ejes sobres los que se moverán sus creaciones perfiladas para la ocasión.

Obra impregnada de una adictiva extrañeza, “El Cantante de Gospel” se queda en el medio de una línea imaginaria, con la fabulosa novela de William Lindsay Graham, “El Callejón de las almas perdidas” (1946); y la incomprendida serie de la HBO, Carnivale (2003-2005). Como si a Arthur Penn se le hubiera dado por realizar su propia versión de “Freaks” (1932), las similitudes en la atmósfera viciada llegan también hasta películas de tonos tan grotescos como los que irradia el clásico oculto, “El Otro” (1972), dirigida por Robert Mulligan; y la no menos brillante, “El Seductor” (1970) de Don Siegel. Grandilocuencia llevada hasta las últimas consecuencias, en un marco de veinticuatro horas Crews va creando la quintaesencia de un relato abocado a la mayor de las tragedias. El borreguismo y la pobreza de los pueblos del Sur mostrados en todo su esplendor: entre falsos profetas, monstruos de circo, una familia de buitres y un pueblo cegado por la sed de venganza y un desmedido racismo. La llegada del cantante de góspel oficiará de dinamita al acontecimiento de un asesinato, sobre el que se irá edificando las líneas que unirán una circunvalación de hechos cosidos  entre derrapes suicidas, para los que una ristra de flashbacks en color ocre servirán de providencial hilo narrativo.

Brillante en su ejecución y enfoque, “El Cantante de Góspel” se muestra como una de las grandes novelas americanas, ambientadas en las tierras perdidas de una civilización a la que siempre se intenta ocultar, pero que cuando trasciende a la realidad arroja más kilos de verdad que la mayoría de relatos urbanitas.

Literatura y tabaco de mascar, entre los escupitajos de Crews se palpa un hedor de palabras cocidas en las entrañas, unas que en estas páginas alcanzan un nuevo estado de puro realismo gótico. Imprescindible, es quedarse corto.