Los Ojos sin Rostro – El Franju más terrorífico

PortadaAdaptación de la novela homónima de Jean Redon, Los Ojos Sin Rostro (Les Yeux Sans Visage, 1959) de George Franju fue una película que tuvo que luchar con el inconveniente de ser una adelantada a su tiempo debido a su atmósfera y a toda la hemoglobina que podíamos ver en pantalla, usada a niveles escandalosos para finales de los años 50 pero para los estándares actuales digamos que podemos ver más sangre en cualquier película comercial actual. La amenaza de la censura sobrevolaba la producción de Franju, quizá por el maltrato animal, quizá por la sangre, o quizá por la locura del doctor protagonista. Pero pese a ello consiguió ser estrenada aunque recibiendo una acogida irregular, recibiendo seguramente un mayor número de críticas que la tildaban de desagradable.

Actualmente tal calificativo hasta podría considerarse como una buena oportunidad publicitaria, pero en una década bastante menos acostumbrada a los escándalos Los Ojos Sin Rostro pasó injustamente inadvertida por las salas de cine. Fue estrenada en París en 1960, y tardó nada menos que dos años en cruzar el charco en una versión recortada y doblada al inglés a la que le quitaron su poético título original para ponerle el mucho más pintoresco y descriptivo: The Horror Chamber of Dr. Faustus. Las penas de Los Ojos Sin Rostro no terminaron ahí, sino que además fue proyectada en sesión doble acompañada de la producción entre Estados Unidos y Japón The Manster (Sôtô no Satsujinki, 1959), dirigida por George Breakston, que además de ser un resultado del éxito que supuso la película de Ishirô Honda Godzilla (Gojira, 1954), era una producción de serie B sobre un extraño monstruo bicéfalo, con un tono muy alejado al de la película francesa.

Los Ojos Sin Rostro era una película inusualmente opresiva y oscura, la historia de un médico enloquecido y obsesionado por proporcionarle un nuevo rostro a su hija Christine, terriblemente desfigurada por un accidente de coche. Su padre decide que ella debe desaparecer y encerrarse en su mansión, mientras él trata de encontrar bellas jóvenes que puedan servir como involuntarias donantes. La sola idea central resulta desagradable y Franju se encarga de añadirle un inusual realismo para la época, no ahorrando casi en detalles en la operación de trasplante facial. Una escena llena de fuerza visual.

Fotograma

Mientras, Christine cubre su rostro con una hierática máscara que le confiere una icónica imagen que consigue transmitir su deseo por volver a tener un rostro que poder completar. Se han retirado todos los espejos de su habitación, pero cualquier reflejo incluso en un objeto metálico hace que Christine tenga que enfrentarse a su realidad, evitando que la ignore y acrecentando una lucha interna entre el deseo de recuperar su cara y el horror de saber que su padre secuestra a chicas para usarlas como cobayas humanas.

La larga lista de desapariciones y la coincidencia de que todas sean bellas y jóvenes chicas, no pasa inadvertida para la policía, por lo que poco a poco parecen acercarse a la verdad. Esto no hace más que acrecentar la tensión y las prisas del doctor por conseguir una solución definitiva. Pero la atmósfera se volverá cada día más irrespirable, algo que Franju maneja con maestría.

Décadas después de su estreno, los críticos redescubrieron esta cinta y, entonces sí, la colocaron en el lugar que le correspondía. En mi humilde opinión Los Ojos Sin Rostro es una película realmente imprescindible.

Como consejo final que nadie le busque paralelismos con La Piel que Habito (2011) de Pedro Almodovar. Que nadie lo haga porque no hace falta, te saltarán directamente a la cara.