Luchas compartidas

A principios de mes se ha conmemorado un año más el día de la mujer trabajadora y no he podido evitar recordar una conversación con un antiguo compañero de trabajo. Durante una época fui la única mujer de mi oficina. Estaba rodeada de hombres jóvenes, profesionales, modernos y urbanitas. Maridos de mujeres trabajadoras que comparten las tareas del hogar y se implican en el cuidado de los hijos. Hombres que, a pesar de que con algunos de sus actos colaboran en el necesario cambio social, ni comprenden ni comparten la lucha femenina, que a veces  incluso consideran innecesaria y superflua, porque son ajenos a ella, porque no comprenden la necesidad actual de la lucha feminista.

Recuerdo concretamente a un compañero que se refería al feminismo como una ideología rancia y trasnochada. En su opinión una vez conseguido el voto, ¿qué más queríamos? Sostenía también que la brecha salarial no existe, es un mero defecto de forma de la estadística. Pero por que se cocinen los datos, los indicadores nos dicen que las mujeres españolas cobran un 20% menos que los hombres, que éste es uno de los países de la UE con mayor diferencia  salarial y donde, por causa de la crisis, más crece.  Nos dicen también que existe un techo de cristal infranqueable por el que sólo el 10% de los altos cargos son mujeres, mientras más del 60% de las plazas universitarias están ocupadas por nosotras.  Cabe mencionar también a las 51 mujeres que murieron a manos de sus maridos en 2014.

Para aquellos a los que, como a mi compañero,  los números les resultan vacíos, podemos hacer un pequeño análisis de la realidad social de esta España nuestra. Recordemos a nuestro exministro de justicia, con su contrarreforma del aborto, diciendo que la maternidad es lo que hace a la mujer mujer, de donde se deduce que aquellas que no son madres todavía o que han decidido no serlo son seres incompletos. Con declaraciones como esta cuesta saber en qué siglo vivimos, o al menos de qué siglo son quienes nos gobiernan.

La lucha feminista  es una reivindicación de derechos sociales, un anhelo de conseguir la plena igualdad como la de cualquier minoría racial o la de los homosexuales, salvo por el detalle, las mujeres no somos minoría, somos más de la mitad de la población. Estamos representadas en todas las clases sociales y en todos los ámbitos de la sociedad. A pesar de que jurídicamente tenemos reconocidos todos los derechos, la sociedad se niega a aceptar esa igualdad. Para que esto suceda no llega con que nosotras luchemos, necesitamos el esfuerzo de los hombres para minimizar la discriminación y dejar de repetir los comportamientos machistas que todavía persisten en la cultura occidental.

Posiblemente la base de la lucha feminista actual no sea la reivindicación pública, salvo casos excepcionales. Estamos inmersos en un largo proceso educativo en el que las nuevas generaciones deben comprender que el género no condiciona las capacidades de las personas, ni las limita, ni debería modular su comportamiento social. Debemos buscar un mundo más abierto en el que seamos verdaderamente iguales en el plano social. El papel de las mujeres en este proceso está claro, debemos reivindicar esta igualdad con nuestros actos, en nuestra vida cotidiana y no caer en el error de propagar las conductas opresivas. El papel de los hombres en esta nueva lucha no puede ser pasivo y mucho menos pueden entenderla como un ataque a sus propios derechos. Simplemente se trata de participar, compartir y educar en igualdad. Y sobre todo, ser consciente de que existe una lucha y que su intención es la de mejorar el futuro.