Mary Margaret O’Hara: «Miss America»

mary margaret o'hara foto 2Al referirnos a Mary Margaret O’Hara siempre surge la cuestión del “qué hubiera pasado si su carrera no se hubiera frenado de forma tan drástica”. Y es que esta canadiense es, sin duda, no de los talentos más desperdiciados de las tres últimas décadas. No en vano, al país de la policía montada no le había ocurrido nada tan bueno desde Leonard Cohen. Es más, sus dotes para encontrar el corazón de las canciones prometían no estar a la zaga del gran maestro zen de voz ingrávida, mercurial. Así, con sólo un LP, el inmenso Miss America (Virgin, 1988), Mary se gana el cielo, a la crítica y a un respetable que, desgraciadamente, lleva demasiados años sufriendo el mono terrible por la espera de una continuación que, cómo decirlo sin que haga pupita, jamás va a llegar. Y es que la historia de Mary tiene mucha tela que cortar. Fichada por Virgin en 1983, comienza desde ese mismo momento la grabación de su único LP. El año siguiente, el alocado cabeza pensante de XTC, Andy Partridge, es fichado y despedido de sus funciones como productor el mismo día que iba a comenzar. Durante esa época el aclamado productor Joe Boyd también entra a formar parte del elenco involucrado en llevar a buen puerto esta obra, pero solo acaba participando en tres temas, y no aparecerá ni en los créditos finales. Parece ser que el perfeccionismo de Mary y la enorme dificultad de conectar con su amplísima visión de la música provocaban que trabajar con ella resultara un tormento. Pero bendito sea si los resultados acabaron siendo como fueron finalmente.

Con el contrato en vigor, y aún bajo el yugo insoportable de Virgin, lo que queda claro es que si esperaron tanto es porque desde Virgin veían a Mary como carne de cañón de radio-fórmula. Pero la paciencia de un gigante como Virgin no iba a durar mucho. Sin embargo, prefirieron esperar un lustro desde su fichaje. Sencillamente inaudito.

Así, tras dos años sin encontrar la fórmula ideal para dar forma a sus canciones Mary no encuentra hasta tres años después el apoyo necesario para sacar adelante Miss America. Este punto de inflexión para que no se viniera todo abajo llegó por medio del curtido músico y productor Michael Brook, casi un milagro visto lo visto hasta el momento. Y de ahí, al cielo. Ni más ni menos. Es dejar caer la aguja sobre el disco, y emerge esa voz, de las que se pegan al subconsciente con la fuerza de los clásicos. Mary demuestra en esta obra maestra que era mucho más que una solista. De una vasta educación musical, su aprendizaje había comenzado con los discos jazz de su padre. Y se nota. Partiendo de la libertad y riqueza rítmica adquirida de su devoción por Van Morrison, Mary dota el folk, el pop y el soul de una dualidad entre la ensoñación más pura y la fisicidad más convulsa, provocando auténticos vahídos de embrujo que, sumados a la elegancia con la que está todo hilado, resulta en un coctel de sabores de los que transcienden el gusto, para convertirse en recuerdos que casi se pueden oler.

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Considerado unánimemente uno de los mejores discos de los ’80, y hasta del siglo XX, la grandeza de Mary se puede medir en el hecho de ni la gran Rickie Lee Jones tiene un disco de este nivel entre toda su vasta discografía. No es para menos, ante ejercicios de lucidez etérea como ‘To Cry About’, por qué no decirlo, una de las canciones más fascinantes de la historia, casi a la altura del ‘Song To The Siren’ de Tim Buckley. Pero esto no era más que la antesala de otra decena de piezas solventadas con quimérica paciencia, donde el amor no suena idealizado de forma irreal. Las historias de Mary podrán haber sido gestadas desde los sueños de su imaginación, pero éstas son como agarraderos para soñar en vida, para que acurruques a la vera de su voz, mientras te canta el guión de tus sueños en un susurro que podría derretir la Antártida de un soplido. Tal es el poder evocador de, por ejemplo, la sublime ‘Body’s In Trouble’, seguramente la canción más representativa de este clásico instantáneo. Sus piezas internas se mueven entre un reggae irreal, cayendo al vacío, un piano periférico y una telaraña eléctrica que se arremolina como una caricia en lo más profundo del corazón. Sobrecogedora hasta el paroxismo, este corte es la prueba más reluciente de lo que es hacer alquimia con los más diferentes estilos, del dream-pop terrenal de métrica jazz a los arrebatos post-punk de salón, y no caer en la simple pose de lo novedoso porque sí.

Lo que se dice una producción tan elaborada como original, sólo así es posible que el ensamblaje de ‘When You Know When You’re Happy’ o ‘My Friends Have’ dé como resultado dos de las pruebas más fehacientes de que el pop podía ser tan profundo como los tejidos más tridimensionales del jazz, género al que se arrima con elegancia insultante en ‘Keeping You In Mind’.

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La elegancia como sentimiento.

Cada uno de los engranajes fluyen sobre la voz inquieta de O’Hara. No hay canción que puedas saber cómo va a terminar. En este sentido, ‘Year In Song’ resulta modélica. Por su parte, ‘Dear Darling’ y ‘Help Me Lift You Up’ están construidas con cuerdas arrancadas de las nubes. Y si andamos un poquito más, nos encontraremos con ‘New Day’, una de esas canciones que te hacen que los colores de la vida eliminen el blanco y negro de su cromatismo final. Por si no fuera suficiente, ‘Not Be Alright’ es blues cubista, Mary estrangula las palabras entre alaridos melódicos, mientras ‘You Will Be Loved Again’ es tan minimalista que se cuela en los oídos como una brisa desde un precipicio. Sinceramente, ¿se puede pedir más?

 Después de haber hecho de aquel 1988 un año más glorioso, si cabe, llegaron un ep navideño en 1991, la banda sonora de Apartment Hunting (2001) y colaboraciones con múltiples artistas. Morrisey, Will Oldham, Neko Case o Victoria Williams han podido disfrutar de su talento y hasta Tom Waits la ha tenido como compañera de rodaje en películas como Candy Mountain (1986), donde aparecía también al lado de gigantes de la talla  de Joe Strummer, Arto Lyndsay y Dr John. Un bagaje ridículo por parte de una artista formidable, que tremendamente desencantada con la industria musical, decidió poner fin nada más empezar, dando pie a uno de los cultos más justificados que recuerdo.

Lógicamente, hay quien daría un brazo por escuchar una continuación de Miss America. Sin embargo, no hay visos de que eso vaya a ocurrir. Mientras esperamos lo más improbable, no estaría mal que a alguna lumbrera se le ocurriera hacer un recopilatorio con sus numerosas colaboraciones y duetos a lo largo de todo este tiempo. Sería digno de agradecer, la verdad, y uno de los tesoros más hermosos que se podrían rescatar en estos tiempos de retromanía crónica.

 

2 comentarios en «Mary Margaret O’Hara: «Miss America»»

  1. Definitivamente mi disco favorito del mundo mundial.
    Me ha emocionado mucho tu artículo y describe bellamente este disco que es una joya ♥

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