Más allá de «Casa de muñecas»: Sumako Matsui según Kenji Mizoguchi

El feminismo de Kenji Mizoguchi pone la piel de gallina.

Sumako Matsui, considerada la primera mujer emancipada de Japón, se divorció en dos ocasiones hasta que encontró el amor en su compañero de profesión, Hogetsu Shimamura, dramaturgo y director de escena. La actriz consiguió la fama en 1911 al interpretar el personaje de Nora en Casa de muñecas de Henrik Ibsen.

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El largometraje El amor de la actriz Sumako está basado en la vida de Matsui. En él, Hogetsu Shimamura se ha propuesto traer a Japón el teatro occidental con el fin de renovar la escena nipona. Mientras debate con el comité sobre la obra elegida, Casa de muñecas, surge una cuestión: quién interpretará el papel protagonista de Nora, pues los miembros del comité no conocen a ninguna actriz que sea capaz de encarnar al personaje. De repente, a uno de ellos se le ocurre lo siguiente:

– ¿Por qué no la interpretas tú? – le dice a uno de los actores.

Qué disparate. ¡Nora interpretada por un hombre! ¿Se lo pueden imaginar?

La idea no prospera, afortunadamente. Y Shimamura sale a la calle. Allí se encuentra con una escena sensacional: una mujer gritándole a un hombre, mientras éste intenta arrastrarla hacia sí: «¡¡Déjame en paz, déjame tranquila!!». Pero el hombre no se va, sino que intenta convencerla para que vuelva con ella. Es su ex marido. Ella sigue diciéndole que la historia se ha acabado y que no quiere saber nada más de él. Pero el tío no se da por aludido. Es más, en su intento por recuperarla, el tipejo la llama «cosa».

¡Esto es la gota que colma el vaso!

Agotada su paciencia, la mujer termina arrojándole piedras.

¡Toma Nora!

En una escena, Kenji Mizoguchi le pasa por encima a Ibsen y su Casa de muñecas, un texto que ha pasado a la historia por ser pionero en tratar el tema de la emancipación de la mujer, pero que no deja de ser mediocre, un culebrón. El personaje de Nora, tan irreal, tan intangible, esa niña en su burbuja, responde a una visión de la mujer sumamente aburguesada y, por tanto, alejada de lo universal. En cambio, Sumako Matsui aparece como una mujer que sabe en todo momento lo que debe hacer, que conoce sus sentimientos y no se deja doblegar por las convenciones sociales. Cuando Shimamura, casado y con dos hijos, prácticamente se echa atrás y decide no abandonar a su mujer, es ella, Sumako, quien le hace entender que no hacerlo sería el mayor error de sus vidas.

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