Metamorfosis: un viaje fascinante al corazón del stop-motion

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La truculenta máquina de placer ideada por Svankmajer.

Desde hace ya un tiempo que, desde La Zancadilla, nuestro experto en stop-motion, Rubén Sánchez, está reivindicando mediante sendos artículos este arte cinematográfico tan denostado en España. Movido por la curiosidad que me insuflaron sus palabras sobre artistas como Zeman y producciones de animación tan recomendables como O Apóstolo, el otro día aproveché la oportunidad para acercarme al CCCB de Barcelona y adentrarme en las entrañas de Metamorfosis, una exposición que, desde su inmediato visionado, me ha dejado una huella imborrable.

Metamorfosis está centrada en cuatro figuras capitales de la animación: el gran pionero Ladislas Starewitch, el visceral Jan Svankmajer y la doble ración de genio nacido de los hermanos Quay. De influencia inabarcables, grandes figuras del cine de las últimas décadas del calibre de John Lasseter, Terry Gilliam -sus animaciones para la serie de los Monty Python beben directamente del perfil más onírico de Svankmajer-, el Wes Anderson de El Fantástico Sr. Fox (2009), o el Tim Burton de Pesadilla Antes de Navidad (1992) o La Novia Cadaver (2005), literalmente, le deben gran parte de su libro de estilo a este póquer de creadores, demasiadas veces, tapados por las corrientes más mainstream del mundo de la animación. En este caso, la ocasión la pintan calva. Poder estar frente a frente de los muñecos articulados por Starewitch, las creaciones bizarras de Svankmajer y las animaciones góticas de los Quay resulta unos de los actos más inspiradores que se puedan sentir en las carnes; en estos casos, hasta en el alma.

Metamorfosis.png4Realizada con un detallismo admirable, a lo largo de las estancias que dan vida a esta Metamorfosis, podremos encontrarnos con innumerables cortos y películas. Entre estas, resulta imposible no buscar un hueco para visionar obras tan difíciles de conseguir como Street of Crocodiles (1986) de los hermanos Quay, La Voix du Rossignol (1923) de Starewitch o Alice (1988), la políticamente incorrecta adaptación de Alicia en el País de las Maravillas llevada a cabo por Svankmajer. Pero esta sólo es la punta del iceberg. Entre medias, Metamorfosis nos sumerge en la misma esencia de estos prestidigitadores de la vida inerte. Siguiendo por este palo, resulta fascinante ver un vídeo antiquísimo en el que Starewitch, el considerado como “Melies de la animación”, nos muestra el paso a paso para construir uno de sus muñecos articulados. Dentro de un mismo nivel de interés, también resulta fascinante la colección de insectos ¿inanimados?  que tanto le inspirarán a lo largo de toda su carrera.

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Escena de Street of Crocodiles, el clásico de los hermanos Quay.

En la siguiente zona de la exposición nos toparemos con el momento más terrorífico: las esculturas esqueléticas de Svankmajer. Tremendamente inquietantes, la mezcla de huesos de animales de diferentes razas con todo tipo de detalles de lo más truculentos sirven para adentrarnos en las estancias más lóbregas y alucinadas de la mente del histriónico artista checo.

De pulso esquizofrénico, sobre Svankmajer cabe reconocerlo como un torbellino arrebatado de surrealismo y crítica demencial. Siempre sorteando la censura tras el Telón de Acero, este aspecto de su personalidad insobornable queda simbolizado en la delirante máquina de placer ochentera que domina el salón central de la exposición.

En cuanto a los Quay, su amor por las artes más recónditas queda ejemplificado en sus Dormitorium, dioramas a los que su visión, tras la conveniente lupa, nos llevará a un despampanante universo grotesco, muy indicador de su devoción por lo “monstruoso”.

Aparte de estos vértices inexcusables para el inquieto que quiera indagar en los terrenos más sembrados del stop-motion, Metamorfosis también aprovecha para ofrecernos trabajos de otros artistas, entre los que podemos encontrar una pieza del mismísimo Melies.

Un viaje increíble sin ticket de vuelta, esta invitación a nuevos mundos de magia seguirá hasta el siete de septiembre en el CCCB de Barcelona. Sin duda, la oportunidad más clara para poder ampliar con elocuencia los márgenes de la imaginación. Como suele decirse en casos tan contadísimos como éste: una experiencia única.