Mwepu Ilunga sí lo sabía

22 de junio de 1974, estamos en Frankfurt, Alemania, aproximadamente a las 17:30 de la tarde en el Waldstadion. Se disputa la tercera jornada del  grupo B del mundial de fútbol. Frente a frente están las selecciones de Zaire y Brasil, dominando los sudamericanos por 0-3. En ese momento el árbitro señala un libre directo cerca del área zaireña con el consiguiente peligro de tener a Rivelino como lanzador. Antes de que pite el árbitro, inexplicablemente sucede esto:

 

El estupor es generalizado, el árbitro, los brasileños e incluso sus compañeros de la selección de Zaire no entienden la acción de Mwepu Ilunga. La risa en las gradas es casi incontenible y la acción queda para la historia como el perfecto ejemplo de la brecha que separa a África de Europa y América. No en vano, Mwepu parece mostrar un claro desconocimiento del reglamento mientras disputa un mundial de fútbol. Algo que quizá sólo podríamos comparar con lo ocurrido en el mundial de España 82, cuando los jugadores de Kuwait se quedan paralizados al haber oído un silbato, por lo visto proveniente de la grada, y Francia aprovecha para marcar el 4-1. Lo que sigue es un esperpento con un jeque kuwaití bajando al césped exigiendo la anulación del gol… y consiguiéndolo. Sin duda lo de Kuwait era una muestra clara del nivel de amateurismo del país, lo de Mwepu… lo de Mwepu era otra cosa.

¿Realmente alguien podría creer que un jugador de fútbol que llega a un mundial, o a cualquier otra competición medianamente organizada, no conocía una regla tan básica? Pues durante muchos años sí, así se creía. Pero detrás de aquel chut de Mwuepu había mucho más. Para explicarlo, lo primero que hay que hacer es tener en cuenta la situación política de su país, Zaire, recientemente independizado de Bélgica y cambiando así su nombre de Congo Belga por el Zaire. En el poder absoluto está el sanguinario dictador Mobutu Sese Seko, quien pretende limpiar la imagen de su país usando el deporte como medio, y es por ello que contrata a Blagoje Vidinic, seleccionador de Marruecos durante el Mundial 70 en el que dicha selección había tenido un papel más que digno.

Vidinic toma las riendas de la selección de Zaire y comienza a trabajar en el aspecto táctico, algo que hasta entonces todas las selecciones subsaharianas solía obviar. Poco a poco consigue montar un equipo que destaca por su fortaleza defensiva, al menos comparado con el nivel africano, e inicia su camino a Alemania disputando la clasificación en la confederación africana que ofrece una única plaza. Pese a la dureza del camino, Zaire solventa todas las dificultades incluso con holgura, goleando a Marruecos en casa y consiguiendo así el pase automático a falta de un partido en la liguilla que disputaban ambos equipos y Zambia.

Lo que ocurre desde entonces hasta la disputa del mundial es fácilmente predecible. Seguramente sea algo similar a lo vivido por la selección de Corea del Norte en el mundial de 2010 con otro sanguinario dictador al mando. Efectivamente, agasajos por parte del tirano que les promete riquezas por poner el nombre del país en lo más alto. Por desgracia, las historias de Zaire en el 74 y de Corea del Norte en el 2010, tienen algún punto más en común ya que el relato de la selección modesta que llegaba como orgullo de su país, se torció en ambos casos en un segundo partido en el que caían goleados tras un primer partido en el que las expectativas crecían.

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Efectivamente, Zaire debutaba contra Escocia dando una buena imagen cayendo derrotada por 2-0, cuando los pronósticos auguraban una victoria mucho más holgada de los europeos. Sin embargo, el segundo partido contra Yugoslavia fue muy distinto seguramente por la confianza que les generó el partido inicial, pero en el minuto 18 Yugoslavia ya vencía por 3-0 y es entonces cuando Vidinic hace un movimiento incomprensible y hace una sustitución en la portería. Kazadi Muamba, que en el primer partido había tenido una actuación destacada y no se le podía achacar la culpa de los tres goles yugoslavos, es sustituido por Kalambay Otepa. El cambio acaba siendo desastroso ya que el nivel de Otepa es claramente inferior al de su compañero, y Yugoslavia termina arrasando por 9-0 en la mayor victoria de la historia de los mundiales con expulsión incluida mediante de Ndaye por golpear al árbitro… cuando en realidad había sido Mwepu Ilunga, el protagonista de nuestra historia. Después del partido Vidinic, en un lugar convenientemente apartado, insinúa que la orden del cambio venía de arriba, y a partir de entonces Mobutu entra en cólera y decide tomar cartas en el asunto.

El dictador retira todas sus promesas y deja sin sueldo al técnico y sus jugadores, por lo visto la FIFA tuvo que mediar e incluso entregar dinero a los jugadores para que no abandonasen la competición, pero Mobutu no se queda en eso, sino que amenaza de muerte a sus jugadores. El panorama no es nada alentador, ya que el siguiente partido sería contra la campeona del mundo, Brasil, que sin duda estaba lejos del nivel del 70, pero aun así estaba a años luz del nivel de Zaire. Finalmente Mobutu les da la orden de no recibir más de tres goles, en caso contrario…

Así que con todos estos acontecimientos se disputa el partido y una heroica actuación de Zaire, encabezada por su portero Muamba, consigue que la primera parte finalice con un pírrico 1-0 para Brasil. La suerte para Zaire era que a Brasil le llegaba con un 3-0 para asegurarse la clasificación para la siguiente ronda, así que en vestuarios se habló lo necesario y en principio todo parecía acordado para que Brasil levantara el pie del acelerador si conseguía los tres goles.

Rivelino y Valdomiro ponen el 3-0 en el marcador y el partido se acerca a su fin. Es ahora cuando volvemos al principio del relato, en el momento en el que el árbitro señala el libre directo y Rivelino se dispone a chutar y ahora, con toda la información, sabemos que un gol podría suponer un destino trágico para los jugadores de Zaire. Mwepu Ilunga, quien recordemos que debería haber sido expulsado en el partido anterior, sale de la barrera y golpea la pelota, alejándola todo lo que pueda con una mezcla de rabia y pánico. No hay desconocimiento, él mismo aclaró muchos años después que lo que quería era llamar la atención por la situación que estaban sufriendo él y sus compañeros. Quería ser expulsado, algo que no logró, y musitó malditos desesperado por llamar la atención de los brasileños, pero al menos finalmente el partido terminó con el 3-0 y sus vidas ya no corrieron peligro.

Así que lo que muchos consideraban la jugada más ridícula de la historia de los mundiales, realmente era un ejercicio de dignidad y un grito de auxilio.

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