Papá, este hombre no me gusta

Advertencia: este artículo contiene spoilers. Se recomienda leer después de haber visionado la serie. El que avisa no es traidor.

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A primera vista se nos aparece como un diamante en bruto que va puliéndose, episodio tras episodio, alcanzando cada vez mayor brillo, hasta llegar a su cénit que, de ninguna manera, es el final.

Mucha nieve. Campanillas que suenan como una advertencia y timbales que anteceden a la violencia.

No hay duda, la realidad supera la ficción, pero a veces la ficción se nos aparece más verdadera. Si no fuese por la moral.

Fargo (2014), la serie, bebe directamente del filme más célebre de los hermanos Coen. Sin embargo, no se trata de una simple recreación, adaptación o burdo plagio de los que se estilan hoy en día dentro de las fronteras estadounidenses. Los guiños a la película aparecen justo como eso, como guiños, con una perfecta complicidad que roza el filme, pero conduce la serie hacia otros derroteros. Además, el programa nos muestra un desdoblamiento, o un universo paralelo en el que el escenario es similar, aunque algunas cosas podrían salirse de su cauce. Ésa fue la sensación durante buena parte de la serie.

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Lester Nygaard (Martin Freeman) ante un dilema existencial

Uno de los aspectos más interesantes del programa, en contraposición al filme, es el tono de la tensión. En este último tenemos la impresión de que los personajes están metidos en una olla a presión. Y esto, en realidad, no es debido a las circunstancias que los rodean. Más bien a la lucha interna con su propio ser, al hecho de no poder escapar de su naturaleza y ser plenamente consciente de ello. En la serie, por el contrario, la tensión se ha diluido hasta convertirse en una sombra que apenas podemos distinguir. El tono sobremanera histriónico de algunos personajes se ha rebajado tanto, que han dejado de ser personajes de una tragedia griega para acompañarnos hasta el mismo zaguán de sus hogares: el eterno perdedor se da cuenta de que la ocasión la pintan calva y que no es tan difícil hacerse respetar. Al fin y al cabo, los abusones son, simplemente, cobardes que han dado el primer golpe. Y Malvo, personaje de personajes, a quien da vida Billy Bob Thornton del mismo modo que el doctor Frankenstein a su monstruo-criatura. Malvo, el misterio hecho carne. Hombre de mundo, sabio como un Sócrates, justo como un Salomón. Sencillamente fascinante.

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Lorne Malvo

Pero a medida que el final se acerca -y aquí me estoy refiriendo al último episodio-, lo que era la hostia, pincha de repente. Una no da crédito y, de hecho, me llevó un par de días hacerme a la idea. Empecé a comprenderlo cuando leí una entrevista que le hicieron a Noah Hawley -creador, guionista y director de la serie- a quien encargaron el proyecto. En ella decía que, después de redactar el piloto, propuso a la productora escribir nueve episodios más. La productora accedió y, junto a cuatro guionistas, Hawley escribió la serie completa de cabo a rabo. En el rodaje apenas se produjeron cambios en lo que respectaba al guión. Ahí empecé a verlo claro. Este señor tenía, desde el principio, una idea muy clara de lo que iba a pasarles a los personajes y, lo más importante, de lo que esto significaría a nivel moral. Y aunque él mismo cuestiona esta moralidad, el final de la serie sigue dejándonos más fríos que un témpano. Pues representa el triunfo absoluto de la mediocridad frente a lo excepcional. Lo que, por otro lado, no estaría del todo mal, si no se hubiese mostrado del modo más anodino. Tanto que parecía imposible.

¿Cómo el propio creador de la trama, de los personajes, no se dio cuenta de lo que tenía entre manos? ¿Del inmenso potencial que tenía Malvo? ¿Del personaje en sí mismo, de lo que había creado Billy Bob Thornton, ese traspaso de la ficción a la vida, que es el arte? Si hubiese escrito el guión y no hubiera participado en el rodaje, se entendería, pero ¡Hawley es productor ejecutivo del programa!

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Colin Hanks, el hijo de Tom Hanks, es Gus Grimly, héroe por accidente

El error garrafal de Noah Hawley fue el tenerlo todo atado y bien atado. No querer -o no saber- desligarse del corsé que él mismo se había colocado. La posibilidad del cambio es algo a tener en cuenta, porque no significa otra cosa que la libertad, ese elemento indispensable para la verdadera creación.

Platón, que tenía mucha tirria a los artistas, escribió en el Ion, que éstos no sabían lo que (se) hacían. No podría estar más de acuerdo. Sin embargo, mi pregunta es ahora la siguiente: ¿puede un artista ser un completo idiota?

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La entrevista que se menciona en el artículo, Sepinwall, Alan: «‘Fargo’ creator Noah Hawley talks season 1, and the possibility of season 2» en hitfix.com, 18 de junio de 2014, puede encontrarse bajo http://www.hitfix.com/whats-alan-watching/fargo-creator-noah-hawley-talks-season-1-and-the-possibility-of-season-2

Un comentario en «Papá, este hombre no me gusta»

  1. Un artículo revelador y profundísimo. Me siento totalmente identificado con tus razonamientos. De hecho, yo no diría que Noah Hawley es idiota, sino idiota total.

    Gracias por aumentar la perspectiva de la serie de una forma tan acertada e intuitiva. Como se suele decir en estos casos, chapeau.

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