Paul Pope: «Battling Boy»

paul pope 3“Battling Boy” (Debolsillo, 2014) es una nueva prueba de la carrera al alza de Paul Pope, que sigue dando nuevas razones para no perderle el ojo en ningún momento. Y no es para menos: por derecho propio, Pope ya se ha ratificado como una de las apuestas más refrescantes del comic actual.

La obra que hoy nos atañe es la primera parte de un relato que será rematado con The Rise Of Aurora West (First Second, 2014). Pero antes, marquemos el kilómetro cero con este arranque, que desde el comienzo arroja una más que interesante pregunta: ¿cuál es el papel de los hijos de los súper héroes? Al igual que otros grandes como Grant Morrison, Peter Milligan o Ed Brubaker, Pope siempre está buscándole las cosquillas al mundo del superhéroe. Desde hace bastantes años que las aportaciones de estos artistas han cambiando para siempre la idealización inherente que conllevaba la mayoría de colecciones de Marvel y DC comics. Así, si Grant Morrison ha cambiado para siempre la imagen de la Patrulla X, lo mismo se puede decir de Pope y su insuperable Batman: año 100 (DC comics, 2006).

En lo que se refiere a “Battling Boy”, Pope incide en mostrar sus preocupaciones a través de seres invencibles; al menos, a primera vista. Sus protagonistas de capa siempre llevan encima un cúmulo de las inseguridades acarreadas de su condición única. En este caso, la perspectiva adoptada en esta obra nos también transporta a dos nuevas cuestiones internas: la primera, ¿cuál es el papel que debe desempeñar el vástago de un Dios?;  y segunda, ¿qué otra salida tiene la hija de un héroe muerto cuando la llevan preparando toda la vida para ocupar el lugar de éste? Más allá de estas preguntas, con vocación metafórica acerca de lo que significa vivir bajo la sombra de un padre / madre famoso, en “Battling Boy” Pope no sólo se cuece un mundo paralelo, infestado de monstruos come-coches o versiones grotescamente estilizadas del “hombre del saco”, sino que lo hace chocar con otra dimensión, de carácter absolutamente mitológica, claramente deudora del Asgard de Thor.

Haciendo acopio de la originalidad, uno de los grandes atractivos de este comic surge de cómo Pope le confiere al protagonista una maleta de camisetas con diferentes dibujos de animales. Cada una de éstas le confiere un poder en relación al animal representado. Tan surrealista como pop. Genial. Eso de llevar los poderes metidos dentro de una maleta no es la única rúbrica totalmente autónoma que aporta “Battling Boy”, sino que además nos muestra a Haggard West: el híbrido perfecto entre Batman, Rocketeer y el Eternauta. Vamos, psicodélico a más no poder.

Pero lo que realmente llama la atención de este cómic es, de nuevo, el fascinante estilo gráfico que le imprime Pope. De trazo nervioso, con no pocos paralelismos con nuestro David Rubín, Pope lleva años gestando un perfil único; uno por el que los personajes sacan a la luz su mundo interior a través líneas que muestran una inseguridad impostada, pero de expresividad terriblemente realista y humana.

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En definitiva, estamos ante nueva vuelta de tuerca a la mezcla entre el género de aventuras y el mundo de los súper héroes, más humanos. De hecho, Battling Boy se muestra como una obra fascinantemente extraña. En sus choques de contrarios y estampas mitológico-distópicas se cuece algo más que una simple historia de buenos y malos. Aquí Pope mezcla mundos, confunde épocas temporales e instaura el toque de queda dentro del más absoluto caos. Y todo, bajo su inconfundible, y poliédrico, sello. Pope está en forma, y se nota. Razones más que suficientes para echarle mano a la próxima entrega de este estimulante “Battling Boy”: la constatación de que, a falta de que Alan Moore vuelva a dar una nueva vuelta de tuerca al concepto del superhéroe, por ahora, contamos con la mente inquieta de Pope para poder seguir siendo partícipes de nuevas, y fascinantes, vías de remodelación narrativa.