Sacco: «Sacco»

Sacco foto 2De verdad que hay veces en la vida que vas y te encuentras con sorpresas de ésas que te hacen no perder aún la esperanza. Esta sensación es la que tengo desde hace unas pocas horas, la misma desde la que he programado la opción de replay para no dejar de escuchar el primer disco de Sacco. Y es que cuando uno ve en los créditos que entre los conformantes de este trío vasco se encuentra Xabi Zabala, bajista de Lisabö, a un servidor ya le empiezan a brotar chispas de expectación. No es para menos. Vale, lo reconozco, me he imaginado algo relacionado con la familia Lisabö, con esa intensidad que te deja exhausto y liberado. Si me hubieran salido por otra vertiente, me hubiera que haber hecho a la idea. Pero no ha sido el caso. También podría haberme tomado este disco como si fuera un entremés antes de que algún día llegue el nuevo LP de Lisabö. Pero no, estos tres verdugos de la indiferencia no me han dejado otra opción que adentrarme en la bestia que han gestado como si fuera la primera vez que descubro la verdadera, y única, trepidación punk posible. Porque sí, un disco como éste no lo podríamos esperar ni de unos Shellac post-1000 Hurts (Touch & Go, 2000) ni de unos Fugazi reunificados. Poca broma. No, esto es mejor. La sangre nueva de una música venida a este mundo para hacer saltar los cepos de la contención, que no nos dejan tirarnos a un vacío, en este caso, la única salida posible para alcanzar el súmmum  de un éxtasis en estado animal, primigenio. 36 minutos vigoréxicos en fibra y ligeros en contundencia speedica. Todo está perfectamente ideado. Es como si las canciones salieran solas. No tienen más que darle al play, y punto. La inercia es la guía de un trabajo de seis años en los que Xabi, Ander Zabalegui y Borja Toval han ido creando conexiones telepáticas entre sus mentes. En todo momento, se puede sentir como cada nota brota de una mirada a los ojos, de la sapiencia de cuál va a ser a la réplica o pasamanos que se va a surgir. Las coordenadas vienen marcadas por el bajo descomunal de Xabi. Cada vez que suena podemos sentir las entrañas del suelo crepitando. Su grito es tan sincero que ni el obstáculo del idioma –euskera- es un arancel para no ver reflejada los haces de poesía nerviosa que se hilan desde sus cuerdas vocales agrietadas.

Sacco foto 3En cuanto a Ander, su ecuación del espacio entiende la liturgia dub dentro de un espacio en slow-motion, totalmente transfigurada según la religión de los adeptos de las santas enseñanzas del sonido Louisville, con Rodan como santos patrones del viaje. Su golpeo es tan seco, que reseca la boca. El polvo de la arena del desierto sale escupido de los tambores. Se funde con la atmósfera. Su cadencia puede pasar con fluidez absoluta de la parsimonia abisal a la balística metronómica. Da igual la velocidad, el resultado siempre es el mismo: ríos de sangre arremolinándose en la centralita del sistema nervioso.

Por la parte que le toca a Borja Toval, su dominio de la electricidad es la de un alquimista de la trepanación. Por momento, suena a degüello, como navaja albaceteña clavada en busca de la carótida, tan afilada que corta con sólo verla acercarse. No hay escapatoria porque tampoco es lo que se busca. Siempre será más placentero dejarse atrapar por su restañido doloroso que buscar una distancia que no nos permita sentir los verdaderos placeres del sadomasoquismo.

Semejante ecuación de valores ha sido desarrollada a lo largo de ocho canciones tan necesarias como un mendrugo de pan en la Varsovia de la Segunda Guerra Mundial. Es sentir el primer riff stoogiano que edifica ‘Erraie So’, y quedarse atrapado en esta telaraña de tendones rítmicos, manipulados por las matemáticas del crouchet al bajo vientre. También salta a la vista que su conexión con Lisabö es más que evidente. Pero a diferencia del tronco principal, Sacco no buscan tanto el trance por avallasamiento como por un golpeo continuado de diferentes formas de apalizar al oyente en un castigo divino, de esos de los que quieres que nunca se baje la inflamación. Entre su recetario, no faltan guiños de funk paticorto –‘Odol Hustu’-, las tácticas oníricas -‘Eskuen Lur Azpiaz’- o  ‘Zilar Begiz’, la canción que Shellac llevan sin hacer desde hace mucho, muchísimo tiempo.

 Ni que decir tiene que dejar pasar la oportunidad de enfrentarse a este clásico instantáneo sería un error del que poder arrepentirse en el futuro. Deseando verlos ya en directo. Miedo me dan.