«Sex and the City» versus «Girls»

Se vendió como el anti-Sexo en Nueva York, pero en realidad…

Girls (2012- 2017) fue uno de esos micro-fenómenos de la televisión que tienen lugar en la actualidad. Apareció como toda una revelación, como toda una liberación para las chicas de hoy en día. Una serie nueva que rompía las cadenas anacrónicas y pasadas de moda de su predecesora, Sexo en Nueva York (1998 – 2004) de Darren Star, basada en una serie de artículos escritos por Candace Bushnell sobre sus andanzas sexuales por Manhattan publicados por el New York Observer.

A pesar de que Sexo en Nueva York fue la primera serie estadounidense que situó el sexo como tema central desde la perspectiva de unas mujeres, cuando Girls se estrenó, la serie estaba bastante desfasada. Había finalizado casi una década antes y sus secuelas en formato cinematográfico no habían logrado un buen lavado de cara, más bien se habían perpetuado en sus puntos flacos.

Pero ¿en verdad era tan lamentable como la pintaba la propaganda de Girls? ¡Un momento! Antes de pasar a esta cuestión retomemos la primera: Se vendió como el anti-Sexo en Nueva York. Ahora bien, para que algo sea el anti algo, tiene que ser, por definición, su contrario o, como mínimo, otra cosa. Y Girls, seamos francos, no lo era. Veamos:

 

Sexo en Nueva York                                                                              Girls

4 personajes                                                                                           4 personajes

4 mujeres                                                                                                4 chicas

La protagonista es escritora                                                                La protagonista es escritora

Viven en Nueva York                                                                            Viven en Nueva York

Acerca de sus relaciones (sexuales)                                                   Acerca de sus relaciones

Visto así, cualquiera diría que Lena Dunham, la que hizo Girls, tomó esta otra serie e hizo un calco. Incluso los personajes que toma como referencia, son en la nueva serie mucho más arquetipos que en el original, hasta llegar a extremos surrealistas, como el personaje ñoño en el episodio de los Los Hamptons que, para el fin de semana, decora la habitación de cada amiga según su personalidad, con flores, ropa de cama y cojines a juego… Y la chica en teoría era una veinteañera. Podrían haberse corrido una buena juerga ese fin de semana, ¡pero su comportamiento era el de una dulce ancianita de 102 años cursi como ella sola!

Pero Lena fue más allá. No sólo se dedicó, como hacen muchos, a copiar algo y hacerlo pasar como propio, sino que se afanó, desde el primer momento, en denigrarlo. Ya en el piloto, a modo de declaración de intenciones, sitúa una escena en la habitación de una conocida de la protagonista. La chica en cuestión es una admiradora de Sexo en Nueva York, tiene posters colgados de la pared -¿en serio la muchachada sigue haciendo esas cosas?- y habla de cómo se siente identificada con los personajes… En esta escena Dunham se ríe literalmente de ese personaje y, por extensión, de la serie que ella misma ha plagiado. Eso es muy feo, niña. Es un golpe bajo. Y la serie ni siquiera es una sátira.

La joven tuvo suerte de que la cadena que produjo su serie, HBO, fuese la misma que había producido en su momento Sexo en Nueva York. De este modo, se ahorró algún que otro pleito por plagio o por infamias.

019283091238019238102938
Mira qué guays somos.

Aquí no entraremos en las cuestiones personales, psicológicas, que puedan haber llevado a Lena a pretender hacer un anti-Sexo en Nueva York. ¿Pa qué? Aunque sí en las diferencias entre ambas series.

Vamos primero a lo malo. La serie original tenía sus puntos flacos: las protagonistas eran unas esnobs de mentalidad burguesa y clasista. Había un episodio en el que había una conversación acerca de la buena elección que tomó la protagonista al abortar cuando se quedó embarazada de un camarero.

– ¡Horreur!

– Sí.

A esto hay que añadir que las cuatro fantásticas eran harto superficiales. Con sus zapatos de 400 dólares y sus bolsos de marca… En fin. También había eso de la búsqueda del príncipe azul, que recorría la serie de manera poco sutil. Pero, bueno, al menos ellas buscaban algo. Aunque fuese una quimera que, a día de hoy, no se la cree ni la más fundamentalista de las católicas apostólicas y romanas.

Por otro lado, Girls toma la vía resultona de lo cool. Ya no son mujeres de treinta para arriba, sino chicas de veintipocos. Visten a la moda, llevan sombreros y zapatos bajos a lo Berlín. Todo muy de guays. Ahora, si rascas un poquito, ¿qué hay debajo?

– Puro aburrimiento.

La diferencia abismal entre una serie y la otra es el salto de género. Girls es esencialmente un drama con ecualizador. En el mismo piloto se muestra una escena en la que la protagonista tiene (muy mal) sexo con un tipo del que anda enamorada y no le hace ni caso

– Fíjate, lo mismo que en Sexo en Nueva York.

– La diferencia es que aquí el tío es gay.

– Ole.

La escena, filmada en un plano fijo, es tan desagradable. El acto es rápido y desabrido; la chica, por supuesto, no llega al clímax. ¿Quién quiere ver algo así? ¿Quién quiere ver esta relación de miseria?

En cambio, Sexo en Nueva York era comedia pura. A diferencia de lo que creía Lena, no hace falta sentirse identificada con ninguno de los personajes para entrar en la serie. En realidad todas ellas son bastante ridículas. De hecho, lo mejor de la serie es esa capacidad que tienen de reírse de sí mismas, de sus relaciones sexuales. Las escenas de sexo son tan divertidas… Por ejemplo, el episodio de la boda de Charlotte: todo debía salir a la perfección, pero le acaba saliendo el tiro por la culata, especialmente con su dama de honor que amanece literalmente doblada por haber estado follando la noche anterior con un tío que lo hace igual que un conejo.

En otro episodio, Samantha, la libertina, no encuentra la horma de su zapato. O es muy grande o muy pequeña. Así, se convierte en una Pollacienta moderna.

01923810938012938012938
Samantha Jones

Todo lo malo y desfasado que podría tener Sexo en Nueva York pierde peso ante la comedia, esa cosa maravillosa que se fue extraviando poco a poco al entrar en el nuevo milenio.