Siniestro Total: «¿Cuándo se come aquí? (DRO, 1982)

Siniestro total 1El epicentro de la movida viguesa, estamos ante el disco que provocará el punto de inflexión sobre el que Vigo se convertirá en la segunda capital de la música española a principios de los ‘80. Obra creada por cuatro tarados sin medicación, ¿Cuándo se come aquí? (DRO, 1982) suena como unos Dead Kennedys en plena intoxicación de marisco. Obra repleta de matices, lo primero que llama la atención del primer LP de Siniestro Totales un Germán Coppini que canta con una falsa inocencia tan punzante, que cualquier necesidad de desgarro vocal en forma de grito, estará de más. Un iluminado poseedor una amplitud de registros vocales, que van de las voces de dibujos animados hasta el exabrupto más grave, Coppini será el principal elemento distintivo de una banda que, por otro lado, se beneficiará de la compenetración telepática de sus tres compañeros de aventuras. Así, Miguel Costas -guitarra y coros-, Alberto Torrado -bajo- y Julián Hernández -batería y coros- serán los responsables de dar soporte musical al retorcido imaginario sin límites que chorreaba en las dislocas neuronas de Coppini. Para tal empresa, la variedad estilística será básica a la hora de aprovechar semejante potencial de transformismo vocal, y de articular versos, a cada cual más políticamente incorrecto. El punk en todas sus formas, ¿Cuándo se come aquí? está ejecutado de forma tremendamente sencilla, pero con un imponente trasfondo que esconde hardcore a machete – “Todos los ahorcados mueren empalmados”, “El cobrador loco”, “(Aunque esté en el frenopático) Te tiraré del ático”; post-punk en huesos, al estilo neozelandés del “Dunedine sound” -“Fuera las manos chinas del Vietnam socialista”-; punk garrulo en descomposición -“Las tetas de mi novia”-; afterpunk obnubilante en “La revista”y “Nocilla ¡Qué merendilla!”; punk canibal -“Matar hippies en las Cies”-; rock & roll garajero -“Hoy voy a asesinarte”-; hardcore-punk festivo -“los esqueletos no tienen pilila”; provocadoras raciones de art-punk pornográfico -“Juegas al palé”-; punk-rock sin concesiones -“Los chochos voladores”, “Ayatolah”-; post-punk de poso tribal -“Mártires de Uganda”- y hasta una generosa dosis de perversiones en forma de power-pop -“Ponte en mi lugar”-. Abrumador crisol de posibilidades estilísticas, si a todo esto añadimos la innata capacidad de Coppini para ensamblar, a la primera, estribillos de todos los colores y formas, no quedará más opción que considerar este disco como una de las obras capitales del punk nacional. Una que, aparte, estaba compuesta por una imparable concatenación de bombas, maceradas en un humor más negro que el carbón.En consecuencia, tras versos como “las tetas de mi novia tienen cáncer de mama, por eso no quiero tocarlas” o la letra, en su totalidad, de “Matar hippies en las Cies” se encuentran sólo dos de los ejemplos más representativos de una obra donde cada palabra y diferente tono vocal que se escapa de la garganta de Coppini está marcado por la máxima provocación: la que no se sabe si es fruto de una mente enferma, o es el resultado de exprimir al máximo las bromas pesadas.El punk en su máxima esencia, toda la polémica que levantará este trallazo no será suficiente para apagar su descomunal éxito, uno por el que hasta el propio Julián Hernández llegará a decir: “Llegamos a la gloria más alta a la que podríamos llegar cuatro desgraciados como nosotros.[1]



[1] Fernández Rego, Fernando: crítica de “¿Cuándo se Come Aquí?, La Fonoteca en http://lafonoteca.net/discos/cuando-se-come-aqui

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