Sun Kil Moon: «Universal Themes»

Sun-Kil-Moon-Universal-Themes foto 1El primer contacto que tuve con las canciones de Universal Themes (Calbo Verde, 2015) -por cierto, título más que irónico…- fue en el Auditori barcelonés durante el primer día oficial del Primavera Sound de este año. Aquella fecha señalada  cayó medio hora compuesta por una concatenación abrumadora de ‘The Possum’ y ‘Ali/Spinks 2’, además de la imperial “This Is My First Day And I’m Indian And I Work At Gas Station”. Ya en aquella actuación quedó preclaro que la nueva criatura que Mark Kozelek  acaba de gestar es un nuevo puerto de categoría especial dentro de su trayectoria, que ya empieza ser algo insultante para todo el que se considere songwriter del siglo XXI. De hecho, el único que puede aguantar el trote de Kozelek es la gárgola, Bill Callahan. Pero después de esta nueva demostración, ni el firmante de Sometimes i Wish We Were An Eagle (Drag City, 2009) está preparado para hacerle sombra a la gran operación a corazón abierto que el ex Red House Painter le está practicando al corazón de la canción tradicional americana. Porque si hay una cosa que resalta a lo largo de la pedregosa travesía del nuevo trabajo de Sun Kil Moon es su negativa a ser delimitados entre cercas terminológicas como “tradicional” o “songwriter”. Si acaso “post-songwriter”. Y es que las ocho canciones que contiene esta obra son como pequeñas matrioskas, mini-canciones que paren nuevos retoños incompletos, una sucesión de injertos, que en su minusvalía encuentran su total razón de ser. Desde el corte con el que arranca, ‘The Possum’, la cadencia general queda perfectamente prefigurada. No existen puentes fluidos en este carnaval de máscaras de piel humana. Pero esto no es punto débil, sino algo buscado a conciencia, una serie de tajos que nos muestran las torsiones de la cirugía, una más profunda que la mierda plástica.

Producido por el ex Sonic Youth, Steve Shelley, éste ha sabido como nadie que a cada año que pasa, los perfiles de Kozelek van multiplicándose. En este disco, Kozelek se muestra como una personalidad múltiple arrancando trozos de memoria vivida/ficticia de su gran archivo del subconsciente. Por momentos, tal como en las sobrecogedoras ‘Birds Of Flims’ y ‘Garden Of Lavender’, su voz resucita el eco mercurial que se proyectaba desde cada recoveco de su díptico fundamental, sus míticos discos publicados con Red House Painters en 1993. Es más, Universal Themes es su obra más hermanada con aquellas obras inolvidables de hace más de veinte años. Al menos en sus partes más oníricas. Porque cuando brotan retoños rabiosos como “With A Sort Of A Grace I Walked To The Bathroom To Cry” se abalanza sobre nuestra yugular mediante su acercamiento más suicida a esa conexión ineludible con los Crazy Horse más desbocados. En esta misma canción, las cuerdas vocales sangran, las palabras escupidas se hacen carne y  el desgarro no cicatriza ni con un litro de loctite. Y es que ya no queda ni rastro de aquel Kozelek inseguro que empezó su andadura con Red House Painters. La transformación se ha hecho completa. Sun Kil Moon no es un grupo, sino el receptáculo hecho a la medida de unas necesidades expresivas cada vez más imperiosas.

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¿Quién soy yo?

A diferencia de la desidia lastimera que va apropiándose de la mayoría de folkies barbudos que nos asolan continuamente, el pulso de Kozelek es cada vez más taquicárdico. Cada día que pasa, su quijotera está más poblada de esquirlas en su memoria, haciendo equilibrismos entre la realidad y el sueño. Una dualidad cada vez más pronunciada que genera una ansiedad desproporcionada en el autor/personajes que pueblan un Kozelek que se ha decidido en convertirse en su propia Arca de Noé, una desde la que poder seguir salvar del naufragio del olvido a todas las historias que se van engarzando en el puzzle de su cerebelo. La memoria es su gran obsesión; el olvido, que crece con los años, el enemigo al que necesita derrotar con absoluta necesidad. A este instinto de supervivencia hay que sumar una mayor cantidad de recursos instrumentales, que dotan de una personalidad tan autónoma como la que caracteriza a los ocho huérfanos rescatados de su memoria en esta obra. Así, nunca un disco firmado como Sun Kil Moon había contado con unos rasgos tan personalizados. Cada una de las canciones toma forma propia en la consciencia en la memoria del oyente con pasmosa naturalidad. Del proto-blues del delta del Mississipi de ‘Cry Me A River Williamnsburg Sleeve Tatto Blues’ a la tensión arenosa que le sucede en ‘Little Rascals’, pero que tiene su centro gravitatorio en esa melodía central psicofónica, de gótico monumental, casi hipnagógica. Una cascada al centro de los sueños dentro de la misa canción que provoca que su recuerdo sea como el de una dualidad extrema, totalmente consecuente con la multiplicidad de Kozeleks que pueblan cada esquina de Universal Themes. Sublime en cada una de sus diferentes inflexiones, el mapamundi se acaba desplegando entre sus fastuosamente atropelladas canciones-rio, dando con una geografía escarpada en la que perderse irremisiblemente, una especia de “elige tu propia aventura” mediante el que lo escuche podrá recomponer sus diferentes pueblos y países imaginarios con total libertad dentro de su cabeza.

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El-P y Mark Kozelek, ¿espíritus lejanos?

Con la fragmentación total como brújula ideal de lo inasible, Universal Themes emerge como la radiografía más certera de su autor, Kozelek, así como una muestra memorable de que no hay mejor búsqueda que la que no acaba nunca. Claro está, esto funciona siempre que los diferentes laberintos sean tan sublimes como “This Is My First Day And I’m Indian And I Work At Gas Station”, la prueba más fehaciente de que resulta de estúpidos intentar limitar el impacto de este clásico instantáneo a pataletas del tipo “me esperaba una segunda parte de Benji (Calbo Verde, 2014). Gilipolleces. Por una vez, aplaudamos que el artista muestre sus inquietudes de forma tan visceral y dejemos que los cobardes se extingan en las mismas llamas de su cobardía. Porque amigas y amigos, juzgar obras de arte como Universal Themes por no ser “lo esperado” resulta tan patético como desdeñar el 69 Love Songs (Merge, 1999) de The Magnetic Fields por no haber sido la continuación de Get Lost (Merge, 1995). Ante semejante acto de valentía e inspiración yo me quito el sombrero, lo dejo caer al suelo y me siento encima de él. Total, conejo no hay, ni truco que valga tal como en tantas otras ocasiones. Este disco transmite tal caudal de sentimientos reales que no sentir empatía con su frasco de vivencias encapsuladas se hace tan imposible como no hacerlo con el The Queen Is Dead (Rough Trade, 1986). He dicho.

Y ahora, que cada uno saque sus propias conclusiones. Al fin y al cabo, eso es de lo único que se trata. Yo por mi parte seguiré sumergido en el embrujo hasta que se acumule una montaña de polvo en la tecla de replay o salga lo nuevo de Sleaford Mods.