Terra Formars, Miike y las Live Action

terraformars-134217068-largeCuando tienes el propósito de definir a un personaje como Takashi Miike, lo más seguro es que la lista de adjetivos que uses te pueda sonar a corta. Quizá, la mejor forma para definirlo sería decir que es un director que hace lo que quiere y cuando quiere y, por suerte, quiere muy a menudo, ya que cada año nos suele regalar un par de películas, al menos, en un incesante goteo de géneros y temáticas, sin estancarse nunca y haciendo, como ya hemos dicho, lo que más le apetece en cada momento.

Porque Miikes hay muchos y variados, quizá mucha gente inicialmente le tenía como un director de películas de terror, sangrientas, extrañas e impactantes, y en su catálogo tenemos una buena colección de ellas, pero es que también nos ha obsequiado con cine de yakuzas, de samuráis, de… de lo que sea. Quizá una de sus facetas menos conocidas en occidente sea la de adaptador de mangas o series de anime a imagen real. Algo que en Japón es muy habitual, pero que no se estila tanto por estas latitudes ¿o alguien se imagina una adaptación de Los Tres Mosqueperros? Pues en Japón la habrían hecho y no se habrían puesto ni colorados poniendo a actores de carne y hueso con máscaras de cánidos.

Pues sí, el Live Action, como se le conoce, es muy habitual y, para quien no esté versado, puede llegar a chocar la exactitud con la que trasladan el anime o manga a imagen real. Explicado de otro modo, si alguien ha retenido en su memoria la vergonzosa Dragon Ball Evolution (Dragon Ball Evolution, 2009) de James Wong, recordará todas las licencias que se toma al adaptar la historia original, o es mejor decir que se la pasa por la entrepierna y sólo repite los nombres. También podemos recordar X-Men (X-Men, 2000) de Bryan Singer, donde cambiaban los trajes originales por otros más estéticos. Pues si ambas películas hubiesen sido hechas en Japón, Lobezno tendría su licra amarilla ajustada y Piccolo no sería de color ceniza, serían tal cual en el cómic/manga.

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Otro ejemplo de recreación cuasi exacta es la de Terra Formars (Terraformars, 2016) de Takashi Miike, ¿que los protagonistas se crucen con insectos y parecen unos masters del universo con antenas? Sin problemas, marchando una de insectos humanoides por obra y gracia de tito Miike. Porque si algo tiene Terra Formars es que se deja la vergüenza fuera y nos deja desbarrar durante todo su metraje. No hay nada más que ver su argumento, en el que el gobierno nipón manda a Marte a lo peor de lo peor que queda en la Tierra, que con tanta superpoblación pues está que da pena verla. Para ir avanzando camino, 500 años atrás mandaron a Marte musgo y cucarachas, para que fueran adaptando la atmósfera del planeta y hacerlo respirable. Pero claro, resulta que 500 años no pasan en balde y ahora las cucarachas miden dos metros y tienen unos brazos y piernas como los de Schwarzenegger en sus mejores años.

Así que todo servido, el argumento flojea por momentos, algunas actuaciones son… como son y las cucarachas humanoides tienen una cara de gilipuertas que da gloria verlas. Pero da igual, sabemos que no estamos viendo una gran película pero es otro plato precocinado por nuestro amigo Miike, y como tal hemos de tomarlo.