The Replacements: «Pleased To Meet Me» (Sire, 1987)

The ReplacementsLos Replacements, bendita banda de reemplazo. Formados en 1980 en la fría Minneapolis, Paul Westerberg, Chris Marsh y los hermanos Stinson fueron un cuarteto de exiliados del mundo indie, el mismo al que pertenecieron durante la primera mitad de su carrera. Más que una banda underground lo suyo fue un camino tortuoso de rock hímnico con fuertes tendencias etílicas. Su universo siempre fue el de un mundo adulto que les llegó demasiado pronto, hasta el punto de que uno de sus miembros, Tommy Stinson, tenía 12 tiernos añitos cuando empezaron a armar sus primeras broncas por los peores tugurios de la ciudad.

A lo largo de su carrera fueron la gran banda rival local de Hüsker Dü. En este sentido, no puedo olvidar la coincidencia que viví hace más de veinte años en mis propias carnes. Iba tan feliz con mi paga de la semana dispuesto a remenar sin parar hasta el último escondrijo de la cesta de CD rebajados de El Corte Inglés. En ese momento de magia pre-era internet, fue cuando ante mis ojos descubrí el último LP en estudio de Hüsker Dü y el Pleased To Meet Me (Sire, 1987) de los Replacements.

Movido por la curiosidad de todas las vanaglorias que había leído sobre estos dos grupos, aún desconocidos para mí, mi inversión de capital mínimo no sólo sirvió para adquirir dos de los discos que más me han marcado sino para también abrirme las puertas del mundo de las dos grandes bandas de la ciudad regentada por el rey Prince.

Vuelta a a las peripecias de los Replacements, éstos también fueron del dolor de cabeza de R.E.M. Respecto a estos últimos, cabe hacer una pequeña parada para entender un poco mejor la idiosincrasia tendente al desastre ad infinitum que representaron Westerberg y los suyos.

Los Replacements siempre representaron la cara contrapuesta al progresivo reconocimiento alcanzado por los de Athens. Una de las bandas favoritas de Buck, desgraciadamente, ya desde sus  principios, los Replacements parecían abocados a un malditismo crónico, acuciado por su desastrada afición alcohólica. Para más inri, no hay más que recordar a los Guns n’ Roses, quienes tomaron la plantilla musical y estética de los Replacements y la fagocitaron torpemente entre aires de grandilocuencia rockera, embalsamándola en un cuerpo nuevo, danzando entre una sangría de topicazos hard-rockeros y exabruptos de dialéctica puramente heavy. Mucha laca y poca alma, la banda de los Axel Rose y compañía hasta acabaron fichando al mismo Bob Stinson para certificar tal saqueo.

The Replacements foto 4Entre el 13 y el 20 de julio de 1983, los Replacements fueron los teloneros de R.E.M. Las orgías etílicas de los Replacements les habían convertido en una banda temida hasta por sus propios compañeros de cartel. Veladas totalmente abocadas a la mayor de las incertidumbres, ir a un concierto de los Replacements podía ser una invitación a una lobotomía desenfrenada en el ADN del rock & roll o a un despropósito grotesco. Libres como gacelas en el escenario, según el roadie de los Replacements, Bill Sullivan, R.E.M. dejarán de ser tan rígidos sobre las tablas tras sus conciertos al lado de los Replacements: “Cuando acabamos la gira, de repente tenían versiones en su repertorio y hacían cosas que jamás habían hecho antes”[1].

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Atención al brinco de Tommy Stinson, de oro olímpico.

Cuando R.E.M. accedieron a compartir conciertos con los Replacements no les quedó más remedio que estar ojo avizor ante las cogorzas de sus compañeros de Minneapolis, llegando a controlarles el consumo de alcohol durante la gira. Sin embargo, no fue tarea sencilla. Avispados como ellos solos, “The Replacements esperaban a que R.E.M. estuvieran sobre el escenario para luego entrar en su camerino y arramblar con la bebida.

Los managers de R.E.M. no tardaron en querer echar a The Replacements de la gira. Al resto del grupo sólo les interesaba tocar, mientras que Westerberg, tal y como el mismo cuenta: “Se contentaba con salir de allí y hacer cualquier cosa”. Todo eso llevó a una discusión terrible en Kentucky y Ohio, con llantos y amenazas por parte de varios miembros de The Replacements de volver a casa e incluso de abandonar el grupo para siempre”[2].

Milagrosamente, los Replacements acabaron por tocar todas las fechas con R.E.M. Y menos mal. Porque después de este punto de inflexión los Replacements dieron sus mejores frutos: Let It Be (Twin Tone, 1984), Tim (Sire, 1985) y Pleased To Meet Me. Si bien es cierto que el primero de estos tres discos se convirtió en la obra más reivindicada de toda su trayectoria, lo más justo es reconocer que el peso de ser un disco “independiente” siempre le añadió un plus de valor sobre sus dos grandes discos para una multinacional. En este sentido, tanto Tim como Pleased To Meet Me siempre han quedado un escalafón por debajo del primer gran clásico del grupo. Injusticia y de las grandes, tanta como cuando siempre se argumenta que nunca aprovecharon todo su potencial. En esta reflexión siempre hay algo de cierto, pero nunca debemos olvidar que The Replacements siempre ejemplificaron la verdadera tragedia del rock. De hecho, si su verdadero espíritu es una mezcla innata de amateurismo fresco, drogas, alcohol y sueños frustrados, entonces, los Replacements fueron el máximo exponente.

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Pocas veces se pudo ver a los Replacements sin un buen cargamento de birras. Estado natural.

Vuelta la grandiosa producción discográfica del grupo entre 1984 y 1987, Pleased To Meet Me representó el punto más álgido que de su reconocimiento comercial con 300.000 copias vendidas. A día de hoy, esta obra es el símbolo más representativo de lo que se puede entender como el perfecto disco de rock radio fórmula, pero insuflado del alma libre de la independencia musical.

Durante aquella época, Paul Westerberg estaba en el pico de su inspiración: le salían himnos por un tubo. Lo que le diferenciaba del resto era que, mientras la mayoría de este tipo de canciones estaban insufladas por un ego atroz, que marcaba una barrera insuperable entre autor y oyente, en el caso de Westerberg todo rezumaba una sinceridad terrible, contagiosa. Cuando éste rompía su frágil voz ajada, proclamando su insatisfacción en una canción de filias tan springsteenianas como ‘Unsatisfied’, no quedaba otra que sentirse identificado con la tragedia personal de Westerberg. Tanto como en los sentimientos expresados en Pleased To Meet Me. Porque, ¿realmente se puede expresar de una forma tan sincera el amor hacia un artista como en ‘Alex Chilton’? Lo dudo. Cuando Westerberg canta “I’m in love with that sound, what’s that song?” todo cobra sentido. No hace falta un panegírico para captar un sentimiento tan poderoso como cuando reconocemos una canción desconocida como algo que siempre ha formado parte de nosotros, pero no lo habíamos sabido hasta ese mismo momento mágico.

Como bien dijo a la salida de este disco el crítico Simon Reynolds, los Replacements fueron el equivalente americano de The Smiths. El miedo a hacerse a adulto resplandece en toda la obra de los de Minneapolis, pero en este disco ya alcanza cotas sobrecogedoras, tales como en ‘The Ledge’, quizá la canción en la que estuvieron más cerca de los Hüsker Dü, época Warner. Si seguimos rascando, sale a la superficie el miedo que inunda otro himno como ‘Never Mind’ o la terrible incomunicación que desprende las letras mojadas en jazz taciturno de ‘Nightclub Jitters’.

En Pleased To Meet Me, los Replacements suenan como una banda de fracasados vitales que intentan alcanzar su propia burbuja estrellada a través de un rock de magnificencia cegadora: tocan con la intensidad de Hüsker Dü, pero bajo sus propios parámetros de grandiosidad soñada, ¿o disfrazada? Y es que escuchar piezas como ‘Red Red Wine’ y ‘Shooting Dirty Pool’ podrían hacer que el más integristas de los indies se calzara una botas de chúpamela punta. Sea como sea, resulta imposible no caer rendido ante el canto desesperado por conectar con el mundo de ‘Can’t Hardly Wait’ o piezas, como  ‘Valentine’ y ‘Skyway’, que derretirían al más frío de los témpanos.

Pleased To Meet Me es una arrebato de fuerza primigenia, de energía punk, transfigurada por cuidadosos liftings de R & B resplandeciente, swing a hurtadillas, jazz vaporoso, hard-rock anfetamínico y country rock de carretera -inmensa ‘I.O.U.’-. Una escultura de rock siempre latente que, al volver a pinchar, casi tres décadas después sigue destilando el aroma atemporal que desprenden las obras inmortales.

Ya como último apunte, no puedo resistirme a citar la traducción del título de esta obra, “encantado de conocerme”. Visto las dosis de dudas y autodescubrimiento que forjan las venas de estas canciones, ¿se puede ser más irónico? Sinceramente, lo dudo.


[1] Azerrad, Michael: “Nuestra banda podría ser tu vida” (trad.: Xavi Solé), Contra, 2013, Barcelona, pag. 245.

[2] Ibídem, pag. 245.