Twin Peaks. Fuego, camina conmigo: entrevista a Carmen Viñolo

twin-peaks-palmer-4Desde el momento en el que se publicó, Twin Peaks. Fuego, camina conmigo (Quarentena Ediciones, 2014) se ha convertido en un libro de referencia. Más allá de ser una obra centrada en la serie que cambió la televisión, en cada una de sus 280 páginas refulge el talento de Carmen Viñolo (antes Carmen Lloret), una escritora de excepción. De hecho, su libro es una nueva prueba de un genio arrollador, desbordante. No contenta con la publicación de una obra de teatro tan visionaria como La Hipoteca de Nuestra Vida (Ñaque, 2014), escrita junto a Juan Soto Viñolo, y representaciones de obras teatrales tan impactantes como Esencia Española y The Seer, Carmen Viñolo sigue encontrando nuevas vías de expresión para el universo que bulle en su cabeza. Porque no lo olvidemos, Twin Peaks. Fuego, camina conmigo no es un ensayo de una serie de televisión; en realidad, se trata de una prueba mayor de cómo hacer transcender el arte en estado puro dentro de un formato no tan habitual. Como resultado de esta realidad, el libro de Carmen Viñolo es un punto y aparte definitivo. Aprovechando esta maravillosa semana del libro, entrevistamos a su autora para que nos hable de su reluciente criatura.

Uno de los aspectos que más me han impresionado de esta obra es que consigue abrir muchas puertas que nunca antes habían sido abiertas dentro del “universo Twin Peaks”. Temas como el maltrato o la adolescencia aumentan la dimensión realista de la que no se ha hablado hasta tu libro. En cierto modo, ¿incluso lo fantástico de la serie es una representación realista de lo que somos en nuestro interior? ¿estamos tan podridos?

Por lo visto, sí. La obra de David Lynch ha sido siempre un ir escarbando en la tierra, en búsqueda de lo que hay debajo de la superficie, que no es otra cosa que ir ahondando en lo más oscuro del alma humana. Por su parte, Mark Frost incorporó el componente social. Entre ambos consiguieron abordar temas tan duros como el maltrato a las mujeres o los abusos a menores, distanciándose de los reportajes educativos o los seriales lacrimógenos, que habrían sido el camino fácil. Por el contrario, Frost y Lynch se aproximaron a estas realidades desde una perspectiva artística y a la vez sumamente realista, a pesar de lo fantástico. Twin Peaks da mucho miedo, porque el lobo está más cerca de lo que pensamos. Al mismo tiempo, es también un lugar maravilloso en el que perderse. Es un reflejo de la vida misma. Merece la pena estar allí; hay algo misterioso, algo emocionante.

El humor de la serie es otro de los temas que abordas. Entre sus diferentes momentos, en el libro hablas del sobrecogedor homenaje en la cafetería a Amarcord o la misma presencia del agente Albert Rosenfield. ¿Hasta qué punto es relevante el perfil aspecto humorístico de la serie? ¿Cuál es tu momento favorito?

El humor, como la música, es algo indisoluble a Twin Peaks. De hecho, fue uno de los salvavidas que mantuvo a flote la segunda temporada, cuando todo empezó a desmoronarse. Se trata de un humor muy característico, muy propio: surrealista, como muchos de los personajes y situaciones; irreverente, como Albert Rosenfield; y, lo mejor de todo, en la mayoría de ocasiones, imprevisible.

Mi momento favorito es uno que no cité en el libro, porque me daba no sé qué destriparlo. Es la escena cuando el sheriff Truman y el agente Cooper irrumpen en la habitación del motel, donde se aloja el hombre manco. Lo interrogan, porque quieren saber qué es lo que tenía tatuado en el brazo que perdió. Lo presionan. Y él, totalmente compungido da una respuesta totalmente inesperada e hilarante.

50. Una llama en Twin Peaks.
Surrealismo en estado puro: una llama en Twin Peaks.

Twin Peaks siempre será una serie conocida por sus dos grandes iconos: el agente Cooper y Laura Palmer. En tu libro reivindicas el papel de la gran fauna de secundarios que puebla Twin Peaks. Llega al punto de hacer pensar si Twin Peaks sería posible sin la presencia de sus dos máximos protagonistas. ¿Podría ser?

No. Sobre todo en lo que respecta a Laura Palmer. Ella es el epicentro del microcosmos Twin Peaks; todo parte de ella, todo y todos están relacionado con ella. Laura Palmer es el motor que mueve al resto de personajes, incluido al agente Cooper. Por otro lado, los personajes, protagonistas y secundarios, hacen Twin Peaks lo que es, y son, por tanto, imprescindibles, desde El Hombre del Otro Lugar, pasando por Lucy Moran, a Nadine Hurley.

Respecto a este mismo fascinante desfile de personajes que hay en Twin Peaks, tú, como gran dramaturga que eres, ¿con cuál o cuáles te verías más inspirada a la hora de escribir una obra de teatro?

Buena pregunta. En Twin Peaks hay varios personajes con un componente dramático, trágico muy fuerte: Laura Palmer, Nadine Hurley, el Agente Cooper, Leland Palmer, Harold Smith, etc. Aquí vemos la huella de Mark Frost, que empezó su carrera como dramaturgo. Personalmente, me decantaría por Phillip Gerard, el hombre manco; me fascina su lucha interior entre el bien y el mal, su esquizofrenia. Es el conflicto en estado puro. Bueno, y es vendedor ambulante como Willy Loman, el protagonista de Muerte de un viajante o el padre de Tennessee Williams.

31. El hombre manco.
Phillip Gerard, el hombre manco.

Twin Peaks. Fuego, camina conmigo es como varios libros dentro de uno. Por un lado, te adentras en las tripas de la serie, aportando un foco filosófico de gran profundidad. Por otro lado, es un libro sobre cuáles son las circunstancias que originan una obra de arte. Incluso das nueva vida a los diferentes personajes de la serie, como es el caso de Nadine. ¿Eras consciente desde un principio de todos los libros que estabas escribiendo dentro de uno solo?

Sí. Twin Peaks es una serie con tanta chicha y con tantas esquinas, que había que tocar muchos palos y hacerlo a distintos niveles. Quería hablar de la serie en sí misma, de sus personajes, de sus tramas, de los temas tan interesantes que tocaba; pero también, como tú dices, de las circunstancias en las que se origina una obra de arte, o mejor dicho de cómo se origina una obra de arte, a pesar de las circunstancias. Porque una serie no es sólo firmar un contrato con la productora, escribir el guión y ponerse a rodar. Desde que es sólo un germen a que se estrena hay un largo recorrido, en muchas ocasiones, totalmente ajeno al proceso creativo.

En una parte del libro, que no pienso desvelar, tu prosa alcanza un estado de terror en estado puro. De hecho, se trata de una prueba mayor de que no hay mejor manera de explicar una realidad que mediante la ficción.

Cuando empecé con el proyecto, tuve claro que quería hacer algo diferente, desmarcarme de los senderos habituales del ensayo. Tampoco quería hacer un libro-guía ni un ensayo novelado. Simplemente tomé otro camino. Pasé mucho tiempo, por lo menos un tercio del tiempo que dediqué al proyecto, pensando la estructura del libro. Me iba a pasear al parque y me devanaba los sesos. Luego, no sé cómo, la estructura empezó a aparecer y me dediqué a hacer millones de carpetas y subcarpetas en mi ordenador, cada una con un tema en específico, una idea, un personaje, una escena, información, etc. Una verdadera locura. Y, cuando ya lo tuve todo, me puse a escribir. Pero ahora, mirando hacia atrás, si me preguntas, lo único que puedo decir es que no tengo la menor idea de cómo lo hice.

En el libro explicas a la perfección las causas del bajón que sufre la serie tras la marcha de David Lynch. En un mundo como el de la televisión, donde el control del creador es mucho menor que el del director de cine, ¿cómo crees que afectó esto a la serie? ¿Qué hubiera pasado si Lynch nunca la hubiera abandonado?

Fue devastador. En la primera temporada, David Lynch y Mark Frost tuvieron el control, todo. Se trataba de algo inaudito en la televisión, entonces y ahora. Como dijo Frost en una ocasión: «los compañeros no se lo podían creer». La segunda temporada empieza por todo lo alto, es mejor incluso que la primera. Pero en seguida se toparon con las exigencias de la productora por desvelar el nombre del asesino. Esto y un par de incidentes más y se fue todo al traste. Lynch abandonó la serie, Frost se desentendió también y la cosa empezó a caer en picado. Si las circunstancias hubiesen sido otras,  probablemente Twin Peaks sería ahora la mejor serie de la historia de la televisión y estaría haciendo manitas con The Wire.

79. ¿Quién eres?  ¿Quién eres?
¿Quién eres? ¿Quién eres?

También me resulta muy reveladora la reivindicación que haces de la película Twin Peaks. Fire, Walk With Me (1992) de David Lynch. En el libro llegas a decir: “Con el tiempo, estoy segura de que será considerada una de las joyas del cine de los noventa por su carácter experimental, su valentía y su poso de verdad”. En cuanto al poso de verdad que citas, el tema del incesto nunca había sido tratado de la forma en que se hace en la película. ¿Qué otros valores resaltarías de la película como una pieza indisoluble de la serie?

La película toma elementos propios de la serie, como el humor, el surrealismo, el terror, pero va un paso más allá. Por ejemplo, lo fantástico está muy presente en el filme, sobre todo durante ese prólogo maravilloso, el mejor de la historia del cine. El filme revela asimismo algunos de los misterios que en la serie no quedaban demasiado claros, y lo hace de forma más cruda. En el cine se pueden hacer cosas que en la televisión están prohibidas. Se podría decir que mientras la serie aparece como un sueño, la película se revela como una realidad más descarnada, más humana.

Para finalizar, ¿en qué te encuentras sumergida actualmente?

En plena locura. Estoy con una obra de teatro acerca del arte. Parto de reflexiones filosóficas, de preguntas, que empecé a pensar hace unos dos años. Llevo cinco meses dedicándome exclusivamente a esta obra y hasta ahora lo que he conseguido ha sido sacar notas. No sé lo que saldrá de todo esto, o si siquiera saldrá algo. Pero, como dijo un artista del hambre, «no puedo evitarlo«.

.