Twin Peaks. Temporada 3. Episodio 15: Phillip Jeffries

De nuevo, es Nadine quien toma las riendas, quien pasa a la acción, pero no para vivir su propia vida, sino para que otros empiecen a vivirla. Y ya lo dice el refrán: «Nunca es tarde si la dicha es buena». Aunque por poco no lo consiguen, Ed y Norma. El propietario de la gasolinera tiene el carácter de un espantapájaros. A la mínima de cambio, se rinde. Sin embargo, esta vez el cielo brilla para la pareja más popular del instituto.

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Del paraíso al infierno. La felicidad de los enamorados versus la maldad en su estado más crudo. Menudo contraste. Cooper conduce entre la oscuridad de la noche. Llega a una gasolinera, aquella que ya salió en el episodio 8, la de los años cincuenta. Busca a Phillip Jeffries. Uno de los hombres de cara sucia y barbuda lo conduce a través de varios espacios; uno de ellos, la habitación con el papel pintado de rosas, aquella con la que soñó Laura Palmer en Twin Peaks. Fuego, camina conmigo.

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Aparece el hombre de la máscara blanca con una larga nariz y el traje rojo. Después de esta aparición, la escena discurre al ralentí. Cooper sube por unas escaleras y traspasa una puerta que desemboca en el exterior, en una especie de azotea o jardín delantero. Una mujer o un espectro, le abre la puerta que conduce a Phillip Jeffries.

No sé qué resulta más impactante, si ver a Jeffries metido en esa especie de tetera que parece ser ahora su propio cuerpo, o la conversación entre Audrey y su marido. Da la sensación de que estos dos han salido de una telenovela absurda, dantesca.

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El bueno de Coop/Dougie se despeja al oír el nombre de Gordon Cole en una película que echan por televisión. Se trata de El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder. De hecho, Lynch tomó prestado dicho nombre como homenaje para la serie. Y ahora el guiño a este nombre se vuelve crucial para la trama. ¡Qué toque de guión más brillante!

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Por cierto, ¿quién demonios es ese tal Bill?

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