Un minuto de (in)justicia

«Estamos en el último minuto del partido, derechos humanos está perdiendo 1 a 0 contra el  injusticia».

Gonzalo Figari Camino

Entrevista a Julio Fernández de Ediciones Invasoras

El pasado año, Ediciones Invasoras lanzó al aire una propuesta dramatúrgica harto interesante: “Un minuto de justicia”. Consistía en invitar a dramaturgos a escribir una pieza teatral de un minuto de duración cuyo telón de fondo fuese la defensa de los derechos fundamentales. El resultado, 71 textos justicieros de la mano de autores como Esther Berzal, Antonia Bueno, Ruth Vilar, Antonio Espejo, Paco Oti o Carmen Viñolo.

02391823918310923Sin duda, la convocatoria “Un minuto de justicia” se sale de la norma. ¿Cómo surgió la idea?

Varios organismos internacionales están alertando sobre el aumento de la impunidad con la que se vulneran los derechos fundamentales en un amplio número de países en el mundo, entre los que no escapan los europeos -en especial en relación con todo aquello que tiene que ver con los flujos migratorios-. Esta dolorosa impresión debería causarnos la sensación de estar de luto, por la casi definitiva muerte de la Justicia, pero también una rápida reacción de protesta que empezara por la Cultura. Ante un minuto de silencio colectivo y un minuto de desobediencia individual, vence la desobediencia, pues parece demostrado que la colectividad (a través de sus gobiernos) se ha vuelto sorda, quedando en manos de los individuos la capacidad (o no) de actuar. Una vez lanzada la convocatoria, alguien me advirtió de la antagónica coincidencia con el “minuto Bilderberg”, pues al parecer en las reuniones secretas del Club Bilderberg se invita a hablar durante un minuto sobre los temas que hay en la agenda a todos los invitados, en la que cada uno es especialista, y finalizado el minuto se enciende la luz roja y hay que dejar de hablar.

La convocatoria se realizó a través de las redes sociales. ¿Cómo fue la recepción de originales? ¿Cuál fue el criterio de selección de textos? 

Hubo una rápida reacción a la convocatoria, y casi en los primeros días llegaron todos los textos que finalmente dieron forma al libro. En principio, no hubo más criterio de selección que la adecuación al tema propuesto: la vulneración de derechos fundamentales. Se esperaba, como así ocurrió, que los autores respondieran por sí mismos con responsabilidad del contenido de las propuestas, procurando su originalidad y calidad. Hubo, en consecuencia, una ausencia de filtros coherente con la expresión libertaria del grito de protesta.

Si bien en el prólogo aduces que en este libro no existe un objetivo revolucionario, la propia convocatoria puede entenderse como un acicate para los dramaturgos, para que escriban, desde un punto de vista crítico, sobre el momento que les ha tocado vivir. 

La ausencia de objetivos revolucionarios es irónica. Es más que obvio que un simple libro no puede ser la palanca que mueva el mundo hacia una mayor conciencia, y por ese motivo se dice que no hay intención revolucionaria, teniendo en cuenta, además, la (in)visible mordaza que se ha colocado sobre amplios sectores de la Cultura; pero sí que hay un sentimiento, una manera de obrar, totalmente revolucionaria, y esta se encuentra en el impulso, en la capacidad de revolucionar, aunque solo sea durante un instante.

El telón de fondo de Un minuto de justiciaes la defensa de los derechos fundamentales. En la mayoría de los textos, ésta aparece poniendo en relieve las injusticias. 

En efecto, la defensa frente a la barbarie. Invasoras se posiciona, con rotundidad y sin pudor, en esta defensa solidaria del bien común. Invasoras es una editorial de teatro, pero gran parte de sus títulos podrían entrar dentro de una categoría de teatro social y/o político.

Se han tratado temas recurrentes como el derecho a la libre circulación -inmigración- o el derecho a la vivienda -desahucios-. Resulta interesante el hecho de que haya tres obras en las que aparecen personajes quemándose a lo bonzo tras haber perdido su hogar. 

A mi juicio, estos dos temas son los que con mayor profundidad laceran a Europa desde un punto de vista ético y moral. Si bien, considero, no son más que una consecuencia de un pensamiento neoliberal capitalista que devasta las sociedades contemporáneas. Objetivamente, el suicidio es la principal causa de muerte violenta en España, alcanzando en 2018 a casi 4.000 personas. Según datos de la organización Stop Desahucios, un 34% de los suicidios es resultado de la práctica institucionalizada de los desahucios. Nada más que decir.

Aunque también otros más inusuales como el derecho a la identidad, a la dignidad humana o al trabajo. 

Sí, es cierto que en lo referido a la identidad ha habido un gran avance de derechos en España, pero no tanto en América (en la convocatoria entraron autores de diversos países americanos). Por contra, en lo relativo a la dignidad (con atención especial a las formas de trabajo) el retroceso es importante, y en cierta manera consecuencia directa de la desigualdad -si tenemos en cuenta el aumento de la riqueza global-.

Parece ser que el problema de fondo de estas injusticias es don Dinero, como apunta la línea lapidaria de Alexia Cebreiros: «La soberbia de quienes gobiernan los cortijos de la Economía». 

Lo dicen los tertulianos de la TV, que son los grandes sofistas de la actualidad: ellos son quienes confirman a cada momento la importancia de mantener intactas las relaciones monetarias, salvaguardando los intereses de la Economía, en manos, por cierto, de las empresas eléctricas, bancarias, farmacéuticas, de comunicaciones, etc.

Llama la atención que la mitad de autores del libro sean mujeres, lo que desmota la idea absurda de que las mujeres no escriben, o escriben menos.

Efectivamente, al menos para este libro, así es.

¿Se tiene prevista una puesta en escena? 

Se pensó en un primer momento que alguna compañía estuviera interesada en el montaje de este peculiar conjunto de textos. Personalmente considero que es posible y que su aparente abigarrada conexión no deja de ser un acicate.

Ediciones Invasoras ha publicado hasta el momento más de 60 obras dramáticas, apostando fuertemente por el teatro coetáneo. En un país que apenas acude al teatro, ¿cómo es llevar una editorial teatral?

Es complicado, sobre todo desde una perspectiva empresarial. Pero desde lo artístico, no podemos estar más orgullosos. Invasoras se va configurando como referencia dentro de la creación dramática contemporánea.

¿Qué nuevos proyectos nos depara Ediciones Invasoras?

Precisamente, uno de los próximos libros que se están fraguando es una selección de textos con el tema de la precariedad laboral y que tendrá por título “La patria de los parias”.