Un soplo de libertad en el escenario

Entre mis recuerdos frescos y añorados del tiempo consumido están, como si las viera subir y bajar, las piernas largas, sugerentes y volanderas de las chicas de Colsada. Las recuerdo en el escenario crujiente del viejo teatro Apolo, un reducto escénico construido de madera, polvo y focos en el Paral•lel. Y entre aquellas piernas ebúrneas estaban las de una jovencísima Concha Velasco, entonces chica de conjunto, después primera figura.

El artífice de aquellas revistas, de aquel soplo de libertad vigilada del cuarentafranquismo, fue el empresario Matías Colsada, un hombre orondo, afable, madrileño de la calle Embajadores, que hasta última hora estuvo a pie de obra. Le saludé por última vez el pasado día 16, cuando estrenó Manolo Escobar el espectáculo Contemporáneo.

Colsada dedicó toda su vida al mundo del teatro, que es una forma de entregarse y trabajar generosamente para el público, que necesita del artista y éste del empresario.

El promotor anduvo siempre subido a su carro de Tespis. Venía de tiempos difíciles, que olían a pólvora y tierra quemada, de adhesiones caudillistas y primeros de mayo, de vencedores de bigote recortado y vendidos depurados. Y a todos brindó, sin distinción, la alegría del género revisteril que enriqueció con bellas mujeres, entre las que destacaron las vedetes Carmen de Lirio y Tania Doris.

A Tania la encumbró en aquellos montajes protagonizados también por Luis Cuenca y Pedrito Peña.

Matías Colsada fue el último empresario romántico y total que amó ciegamente al teatro, contratando desde Celia Gámez y Charles Aznavour hasta a Rocío Jurado. Colsada expuso y reinvirtió su dinero para legar a Barcelona el nuevo teatro Apolo en un gesto que no ha sido valorado como se merece.

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El pasado día 23 de marzo se cumplieron veinte años del fallecimiento del empresario madrileño Matías Colsada.

Este artículo fue publicado en El Periódico de Cataluña un lunes, 27 de marzo de 2000. Su autor es Juan Soto Viñolo.

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