Wire: «Pink Flag» (Harvest, 1977)

Wire foto 1Siempre a la sombra de los debuts de The Clash y los Sex Pistols, dentro de la explosión del punk ’77 nunca deberemos obviar la importancia del primer LP de Wire: el visionario Pink Flag (Harvest, 1977). Más de tres décadas después de su publicación, quizás estemos ante la obra  que mejor ha resistido el envite del tiempo entre las camadas del punk ‘77, llegando a sonar más actual que nunca, debido a la mareante vuelta a las raíces por las que transita el siglo XXI. Del punk al art-punk, pasando por el post-punk, Pink Flag es el disco más directo y conciso de esta banda de Leeds. Liderados por el inquieto Colin Newman, Wire inauguran con este trabajo la trilogía más inteligente de la historia del post-punk, completada por los más artys, y también imprescindibles, Chairs Missing (Harvest, 1978) y 154 (Harvest, 1979).

Veintiún cortes escupidos en apenas treinta y cinco minutos, Pink Flag es el resultado de una candente combinación de grava caliente y neuronas inflamadas. De la urgencia ramoniana más contagiosa – “Surgeon’sgirl”, “Field day for the sundays”, “Start to move” – a los requiebros de post-punk más graníticos – “Strange”, “Pink Flag” -. Entre medias, podremos degustar clásicos como “Ex lion tamer”, “Fragile” y “Three girl rumba” – esta última patéticamente plagiada por un grupo tan insustancial como Elastica -,  encontrar delicias de proto-punk de intensidad arrolladora -“Feeling called love”, “Mr Suit” – y comprobar los primeros patrones sobre los que se irán tejiendo las bases del hardcore americano: “Different to me”, “106 beats that” y, sobre todo, “12XU”, la cual, en un acto más que revelador, llegará a ser versionada por Minor Threat.

Un festín para el sistema nervioso, sentir los despiadados riffs monolíticos de Bruce Gilbert y el metamórfico pulso  metronómico generado entre Robert Goboted – batería- y Graham Lewis -bajo – resulta como estar presente ante la bola de cristal que anticipa el fututo del punk y sus derivaciones. Con semejante caparazón instrumental, Newman tendrá vía libre para retorcerse entre un catálogo infinito de diversas formas de canalizar la energía y reventarla, según lo requiera la ocasión.

Una obra inmensa, Pink Flag se encuentra fuera de época, pero por haberse adelantado un año a todo lo que estaba por venir: en Estados Unidos, mediante el hardcore y en el Reino Unido, a raíz del post-punk. Infortunado, y providencial, desfase cronológico ¿Qué hubiera pasado de haberse publicado en 1978? Seguramente, recibir el aluvión de líneas no escritas sobre su vital importancia en la evolución del punk en todas sus formas, ni más ni menos. Piedra roseta en la evolución del punk, por si no había quedado suficientemente claro.