…Y la Eurocopa ya se ha ido (III y final)

Llegamos al capítulo final de esta serie de la Eurocopa tras haberle dado un repaso a algunas de las sorpresas agradables de la misma, y de incidir en algunas de las más desagradables. Una Eurocopa que no será recordada por su buen juego, más bien al contrario ya que finalmente ha predominado el miedo a perder y los equipos que se han atrevido a ir a por el partido han terminado cayendo a base de contras o de errores infantiles, léase Alemania en su semifinal contra Francia.

Para esta última reseña nos hemos reservado el que entendemos que ha sido el plato fuerte y el que más alegrías ha proporcionado a la mayoría de aficionados neutrales: Islandia. De esta selección realmente ya se ha hablado mucho, sobre todo a raíz de haber eliminado a Inglaterra en octavos, y ha sido objeto de variados análisis centrándose en datos curiosos, como el número de futbolistas profesionales de la isla, 100, lo que implica que casi una cuarta parte de los profesionales islandeses conformaban la selección. Una elección demasiado limitada para triunfar.

Islandia

Pero en el banquillo contaban con uno de esos entrenadores que seguramente no llama demasiado la atención de los grandes medios, pero que a lo largo de su trayectoria ha conseguido bastantes logros en selecciones de nivel medio: Lars Lagerbäck. Su contratación, y un plan nacional para dotar al país de campos cubiertos de hierba artificial, imprescindibles por las adversas condiciones climáticas, más las subvenciones para entrenadores que hacen que Islandia sea el país con más entrenadores con licencia continental en relación a su nivel de población, hacen que el trabajo haya dado sus frutos en esta edición de la Eurocopa.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta para entender el fenómeno es que ha sido construido desde la fe más absoluta. Un equipo que reconoce sus puntos débiles y fuertes, tratando de corregir los primeros y potenciando los segundos, sin querer hacer más cosas de las que son capaces. Si tienes una buena altura media, jugadores curtidos en las ligas nórdicas e inglesa, donde el juego aéreo suele predominar, y además de altos tienes extremos rápidos, pues lo mejor es que busques la contra, el pase largo y la segunda jugada. Algo que Islandia ha hecho sin rubor alguno, consiguiendo además que cada saque de banda cercano al área rival se convierta en una oportunidad de gol, gracias a la potencia de su capitán Aron Gunnarson, hermano de un jugador internacional de la selección de balonmano, deporte que él mismo también practicó y del que seguramente adquirió su potencia de brazos. Una jugada tan sencilla como efectiva, pero no fácilmente imitable como comprobó Inglaterra, que desesperada por su propia inoperancia trató de imitarla en los cuartos de final con nulo éxito.

Sobre el campo Islandia nos dejó muchos motivos para emocionarnos con su derroche de esfuerzo, en el que incluso su estrella, Gylfi Sigurdsson, se sacrifica por el bien común y trabaja como el que más, teniendo en cuenta que era partícipe de un equipo hecho a veces de retales. Fijémonos un momento, por ejemplo, en su dubitativo portero, Hannes Halldórsson, que hasta entonces su mayor éxito había sido ser director del videoclip de Islandia para Eurovision 2012.

 

Pero realmente es en la grada, y en su conexión con ésta, en donde Islandia ha destacado más. Moviendo una cantidad impensable de gente en cada partido, teniendo en cuenta el nivel de población, que ha seguido a su selección con la misma fe que ésta ha demostrado en sus encuentros. Porque aunque los resultados eran notables, el ver a ese grupo de vikingos animando con palmadas al cielo y gritos “¡uh!” al unísono, en una suerte de haka futbolística que ha terminado por contagiar a toda la competición. Recordemos que finalmente Gales adoptó la misma celebración y Francia, en la final y semifinales, también la imitó, bien como homenaje o bien por su espectacularidad.

Así, una vez concluido el minuto 90, fuese cual fuese el resultado, los jugadores se acercaban a los suyos en un ritual en el que celebraban haber llegado hasta allí, después de tantos años sufriendo derrota tras derrota. Ni siquiera el perder por 5-2 amedrentó a los jugadores, que aunque saliesen nerviosos al inicio, terminaron buscando la victoria por muy imposible que fuese, ganándose el respeto del mundo de fútbol.

Quizá podamos disfrutar de ellos de nuevo en el mundial del 2018, el grupo que le ha tocado de clasificación no es imposible. Pero lo consigan o no, lo cierto es que ya han dejado una huella imborrable.